LA OPCIÓN BENEDICTINA /2

Convierte tu casa en un monasterio doméstico (Rod Dreher)

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Rod Dreher propone la espiritualidad benedictina como un modelo cultural alternativo de “vida armoniosa centrada en Cristo”, un camino al que todos los laicos podrían acceder. La regla monacal de san Benito se basa en la conversión, la oración, la adoración litúrgica, el ayuno, el trabajo manual combinado con el intelectual (armonía de cuerpo y alma), la disciplina, el orden y el ascetismo, frente al hedonismo y consumismo de la cultura secular.

Ese comunitarismo religioso busca la perfección y la santidad que pide el Evangelio, en oposición al individualismo liberal. La propuesta bíblica de estar en el mundo sin ser del mundo se inspira en la doctrina del cuerpo místico paulino y en la teología espiritual del cuarto Evangelio.

La nueva evangelización “desde abajo” deberá surgir de la familia y de pequeñas comunidades locales, pues lo pequeño ha de primar sobre lo global. El autor recomienda: “Convierte tu casa en un monasterio doméstico” (p. 160), con la oración en familia, la lectura de la Biblia, haciendo del cercano templo el centro de la vida. Los cristianos podrían aprender de los judíos ortodoxos, quienes supieron mantener durante siglos su vida comunitaria viviendo en la cercanía de una sinagoga.

Todas las iglesias cristianas deberían unirse, potenciando el ecumenismo, formando un frente contra el enemigo común, el secularismo. Un aspecto muy importante es poner en el centro de la vida la formación cristiana específica, diseñando “una educación como Dios manda” al margen de la escuela pública, desde el nivel primario al universitario.

No basta con la clase de religión de los centros educativos ni con la misa dominical. La opción benedictina busca fundar “escuelas cristianas clásicas”, basadas en una antropología cristiana, que transmitan la cultura occidental, básicamente cristiana, uniendo la sabiduría al cultivo de la virtud. Hay que hablar a los hijos de la vida de los santos, pero también de Aquiles, Ulises o Eneas.

En esa formación será esencial el conocimiento teológico de las Escrituras y de la historia del cristianismo, que “nació de la confluencia del judaísmo, la filosofía griega y el derecho romano”, como sostiene Ratzinger. Muchos jóvenes abandonan la religión cristiana sin conocimiento histórico de la misma. La cultura clásica griega, sin embargo, se concibe aquí como praeparatio evangelica y subordinada a la verdad revelada.

Contra “el veneno de la cultura secular”, habrá que sacar a los hijos de la escuela pública para liberarlos de malas influencias laicas, contrarias a la ortodoxia cristiana. Es preferible formar a los niños en casa, pese a los costes económicos, como la renuncia a un salario, normalmente el de la mujer, pues la era post cristiana aconseja integrar familia, escuela e Iglesia.

La defensa de la fe exigirá, además, sentar las bases de redes empresariales cristianas, imitando las dirigidas en Italia por el movimiento carismático Comunión y Liberación, comprando en comercios cristianos, contratando trabajadores cristianos y aplicando los principios cristianos a la gestión de la economía. Los Tipi Loschi italianos pueden ser también un modelo a seguir, con la creación de cooperativas para el sostén económico de sus comunidades.

Finalmente, la radical opción benedictina supone enfrentarse a “las dos fuerzas mayores de la vida moderna”, el sexo y la tecnología. La revolución sexual, comenzada en los años sesenta, es percibida por el autor como una nueva forma pagana de desórdenes sexuales, por haber torpedeado la moral sexual cristiana, que entiende el cuerpo al modo paulino, como templo del Espíritu Santo. Para hacer “refulgir la luz de Cristo” en la actual época oscura y para que “florezca el reino de Dios”, se requiere un uso correcto del sexo, adecuado a la voluntad de Dios, de acuerdo con la ortodoxa bíblica, mediante la unión matrimonial de un hombre y una mujer.

Ello implica oposición al matrimonio homosexual, legalizado recientemente en EE. UU., al transexualismo, al bisexualismo, al aborto y a la ideología de género, que están aniquilando la “familia natural”. La vida benedictina es el modelo ascético ideal, porque “transforma el instinto erótico en pasión espiritual”. Ello implica que las relaciones sexuales solo están legitimadas dentro del matrimonio. Por su parte, los solteros deberían vivir “como monjes laicos” y “los cristianos homosexuales están llamados a la castidad” (p. 258), virtud cristiana esencial, aunque son dignos de apoyo y de amor cristiano.

La tecnología aparece igualmente como un enorme reto para la moral cristiana, por tratar de someter la biología a nuestra voluntad, según la expresión de Neil Postman en su obra Tecnópolis. “La auténtica ortodoxia cristiana no puede reconciliarse de ningún modo con el Zeitgeist, con el espíritu de estos tiempos” (p. 283). El verdadero cristiano debe oponerse a las tecnologías de la reproducción, a la congelación y al desecho de embriones, así como a la fecundación in vitro, que “extermina millones de vidas no nacidas” (p. 269), lo que el autor denomina, como los obispos, “la cultura de la muerte”. Hay que imitar el dinamismo de los movimientos “pro vida”, que mantienen una permanente lucha contra el aborto y los médicos cristianos han de seguir su conciencia en la legislación despenalizadora del aborto.

Por su parte, Internet se ha convertido en la expresión de lo que el sociólogo Zygmunt Bauman llamó la “modernidad líquida” (el cambio acelerado impide la solidificación de las instituciones), porque anima a seguir los impulsos pasionales de jóvenes y adultos. La opción benedictina propone el “ayuno digital” como terapia ascética en las casas y en las escuelas, imitando la sana vida monacal.

Los padres deberían quitar los smartphones a sus hijos, para protegerlos del fácil acceso a la pornografía, el pecado de jóvenes y adultos más escuchado en el confesionario. El verdadero cristiano, que se toma su fe en serio frente a los tibios que transigen con ideas modernas, habrá de mantenerse firme en “la roca del orden sagrado” (p. 284), resistiendo de forma heroica a la era secular y digital.

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