El Purgatorio y la credulidad mantenida.

¿Sigue creyendo la Iglesia oficial en la existencia del Purgatorio? Posiblemente sí, dado que hay fieles que encargan "misas aniversario".

Siempre he dicho que para los curas no existen ni el infierno ni el cielo, sólo existe el purgatorio, porque si no, ¿dónde quedarían las misas por los difuntos? Si el finado está en el cielo, y para los familiares no hay duda alguna de que así es, ¿para qué rezar por él? Por supuesto, que para los que están en el infierno no hay por qué rezar, allí están condenados por toda la eternidad.

¿Qué pagan los católicos cuando encargan misas “aniversario”? Sospecho con mucho fundamento que lo que pagan es que se cite su nombre en el acto más solemne de la semana, la misa dominical. Es una forma de decir a todos los concurrentes que sus familiares no se olvidan de él. ¿Rezan para que su alma, y es de suponer que su cuerpo, se libere de las penas del Purgatorio? Mucho lo dudo, porque en nuestros días la referencia a las postrimerías del hombre es punto menos que referencia al olvido más absoluto de estas doctrinas cristianas.

En el pueblo donde purgo mis soledades todos los domingos hay referencia a algún antepasado familiar –con numerosa presencia de los deudos en la misa—cuyo nombre se cita con la solemnidad requerida en lo que antaño se llamaba “memento de difuntos”. Eso espera la familia y para eso se ha aportado el estipendio requerido.

El Purgatorio, como digo, es una de esas credulidades arrinconadas a las que ya nadie da crédito alguno. Y sin embargo las misas por los difuntos se mantienen. En el fondo parece ser algo supuesto de lo que sólo los curas saben el sustrato y el trasfondo doctrinal. Como digo, pagar por que todo un colectivo haga memoria de que la familia no se olvida del difunto.

La necesidad de no romper con el pasado, porque la Iglesia tiene un pasado del que vive, hace necesario recurrir a estas memorias sarnosas que impregnaron el ambiente crédulo en tiempos no tan pretéritos. El Purgatorio fue algo muy presente en la mente de todos los creyentes en otros tiempos. De todos, ricos, sobre todo. Y pobre del pobre que no podía procurarse alivio de sus penas purgatorias. Cualquier investigador, cualquier historiador que por oficio tenga que leer documentos notariales, testamentos, legados, etc. se encuentra en dichos documentos con apartados, largos apartados, que hacen referencia a las “mandas” relacionadas con misas. A veces cientos, miles de misas, pagadas con cargo a la herencia. Eclesiásticos llamados “beneficiados” que cobraban sustanciosas sumas por misas a celebrar en memoria del difunto. Fundaciones “perpetuas” que determinados nobles establecían en iglesias concretas para alivio de su alma. Bien conscientes eran del mal que habían hecho en este mundo, por cierto.

El Purgatorio. Resulta curioso que de tal lugar o situación no fuera consciente la Iglesia hasta fechas tan tardías como el siglo XIII, en concreto año 1274, cuando el papa Gregorio X decretó que se debía creer en la existencia de tal ente. No vamos a entrar en consideraciones vitales acerca de este papa, tan “cruzado” él contra la peste mahometana. En carta doctrinal al emperador de Constantinopla Miguel VIII Paleólogo, Gregorio habla de las penas que sufren las almas de los muertos como castigo por los pecados cometidos en vida, y añadía que "para aliviarse sus penas son útiles los sufragios de los fieles vivos, es decir, el sacrificio de las misas, las oraciones, las limosnas, y otras obras piadosas".


Lógicamente la Iglesia tenía que fundamentar sus nuevas creencias en textos bíblicos. Sólo encontró dicha referencia a los difuntos en el libro II de los Macabeos, 12. 40, un libro “deuterocanónico” no admitido como revelado ni por los judíos ni por los reformistas. En las misas por los difuntos se hace referencia a lo que en tal libro aparece. No habla de Purgatorio alguno, por supuesto, pero sí hace referencia a la necesidad de orar por los difuntos. La lógica de los teólogos llevó a establecer la existencia del mismo. Fue la constitución Cum sacrosanta del II Concilio de Lyon, promulgada el 1 de noviembre de 1274, la que definió el Purgatorio y la que le dio carta de naturaleza. Y estableció el “día de difuntos” el 2 de noviembre.

De ahí al negocio de las indulgencias había un pequeño paso que bien supieron darlo todos los papas y prelados en el mundo han sido.

Que hoy nadie crea en estos inventos tardíos de la Iglesia, es natural, justo y necesario. Una forma de desprenderse de la cascarilla crédula que tanto afecta, y afea, a la Iglesia. ¿O la Iglesia oficial SÍ continúa creyendo en estos inventos medievales?

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