Respondo por alusiones.

Mucha paciencia he tenido ante comentarios despectivos o injuriosos,... Algunos ¡que son cristianos y tienen fe y se creen llenos de caridad! vienen a mi propia casa a roerme los zancajos con la mayor impunidad. Respondo a uno de ellos, con la "faz" de "Elías". 

Decía yo que la gente de este pueblo, y de todos y también de las ciudades, comprueba que, si un domingo no va a misa o se olvida de determinadas oraciones y ritos, ¡no le pasa nada! Es como decir que no siente sobre sí el miedo a la condenación eterna ni le corroen los escrúpulos ni se siente culpable de nada ni piensa que el infierno le espera.

¿Y no es cierto? Sólo los prejuicios fideistas, clavados como estacas en el consciente, subconsciente e inconsciente de tales crédulos pueden llegar a decir que “eso es lo malo, un mundo sin Dios”. Aquellos que, despegados de credulidades inducidas e imbuidas, hemos puesto a Dios en su lugar –que, por cierto, somos ya muchísimos—podemos contestar con libertad de conciencia que así es.

No sólo podemos decir que “no pasa nada” sino que, guiados por otros criterios, el mundo puede ser mejor; podemos confiar en que al menos desaparecerán los odios generados por los credos que tienen a muchas partes del planeta embargadas. Cierto que habrá otros motivos por los que los hombres se despedacen, pero ya no será porque cualquier dios esté por medio, porque, a falta de esos dioses, los hombres tenderán a regirse por leyes.

Falacia es lo que leo, que si falta Dios faltará la caridad, el amor a los demás y todas esas zarandajas y toda esa palabrería con que los beatos recubren determinados sentimientos. Pongo el ejemplo de todos esos –médicos, bomberos, cuidadores, maestros, etc.— que dejan su seguro y cómodo trabajo por dedicarse a subvenir a desfavorecidos de la fortuna en otras partes del mundo. ¿Dirán que a ésos les mueven idearios religiosos? En algunos casos sí, pero en la mayor parte no. Cuestión siempre de palabras, porque si los crédulos llaman “caridad” o “amor al prójimo” a la solidaridad entre humanos, pues...

En un accidente laboral, de tráfico, casero, en la calle, en un incendio... cualquiera se siente impelido a ayudar al desafortunado. No lo piensa dos veces y acude presuroso por si puede ser útil. Parece ser que, en situación similar, ése que escribe en este blog sobre “lo malo que es la desaparición de Dios”, realiza un discurso interior pensando en el amor al prójimo que Dios le exige, luego se encomienda a Dios y luego piensa que, al haber hecho un acto de caridad, Dios le premiará por lo menos con mil días de indulgencia. Mientras ese discurso tiene lugar, el moribundo ha muerto. ¡Lo que son los crédulos inducidos!

Y ese sujeto que aquí escribe, estafermo de la credulidad, le espeta al bloguero, a mí, que le falta amor hacia los demás, caridad; que no es capaz de dar pan para el hambriento ni consuelo al que sufre; que no podrá tener “paz en el corazón, alegría en el alma, esperanza fundamentada”. Y añade que “esto no lo ha experimentado el bloguero” y que es “una lástima que, ya tan mayor, se vaya de este mundo con una victoria tan pírrica y engañosa”. Las majaderías no se contestan, simplemente se exhiben para que otros no tan asilvestrados como él las rían.

En otro orden de cosas y respecto al pueblo donde ahora resido... dice que aquí lo que no hay es vida.  ¿Qué quiere que le diga? Sean los habitantes los que aquí residen, como si es sólo una familia, le podría preguntar a mi vez cuántos son los vecinos de la colmena en que vive a los que saluda diariamente: ¿llegan a la media docena?; y cuántos vecinos de su comunidad comparten con él sus vivencias; con cuántos se para a charlar distendidamente sin agobio de tiempo. Pues aquí todos hablamos con todos.

También le puedo preguntar si es capaz de dejar el coche abierto día y noche; si puede marcharse a la cama dejando las puertas de su casa sin cerrar; si al salir por la mañana puede, con dos zancadas, estar y sentirse en el campo; si es capaz de dejar su bicicleta en la calle sin temor a que se la roben por la noche; si goza a la vista del verdor de los campos de alfalfa o de la viña próxima...

Y, no, no hay panadero, ni médico, ni boticario, ni policía, ni niños, ni maestro, ni escuela... Es más, esto no es ni siquiera España, es un reducto perdido en Burundi. Menos mal que tampoco hay tontos de baba como el que tal cosa escribe, que sólo conoce los pueblos cuando pasa de largo a 120 km/h. Se lo comentaré “al de los congelados” el próximo día, que, por cierto, cuando la bolsa pesa mucho me la introduce en el portal de casa.

Se despide ese comentarista zorzal con “saludos cordiales, a pesar de todo”. ¿A pesar de qué? Yo a tal proyecto de persona roído de credulidades no le saludo cordialmente, le miro y como mucho le recomiendo que haga ejercicios de cordura tres veces al día al menos. Bueno, no le recomiendo nada, porque no tiene capacidad de recepción mental.

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