SIEMPRE EL “PORQUÉ” Y LUEGO EL “QUÉ”.-
Lo malo para ella es que, a la larga, ninguna de sus respuestas ha logrado satisfacer al hombre.
El hombre intenta encontrar el porqué de todo, de las cosas, del hacer diario, del universo y del átomo, de lo más grande y de lo más pequeño; también de los pensamientos, de los sentimientos, de la vida en general.
La religión responde únicamente a aquello que cree ser lo más esencial en la vida del hombre. O más bien que pretende hacer creer que eso es lo esencial en el hombre.
Y responde al porqué del dolor; al porqué de la alegría; al porqué de la soledad; de la propia dignidad; de la belleza; del tiempo; del funcionamiento de la razón; al porqué del cuándo y cómo de la libertad...
El hombre, durante siglos, se ha dejado hacer, ha permitido que otros respondieran a tales interrogantes y se ha guiado por las pautas emanadas de tales respuestas. Es más, el hombre llegó a pensar que no podía ser de otra manera, y presuponía que necesariamente Dios elegía a los suyos para regir la Tierra.
Cuando alguien dijo que el rey estaba desnudo, el castillo de naipes de tantas respuestas hueras se vino abajo. El hombre ha encontrado otros “porqués”. Y luego ha reaccionado con un “qué puedo hacer”. Y ha visto la virtualidad que sus propias respuestas tienen.
En este proceso, no ha habido ni hay religión que sustituya este rito de la inteligencia.