LA SOFÍSTICA GRIEGA /5

λόγος δυνάστης μέγας ἐστίν // La palabra es un gran potentado (Gorgias)

El sofista Gorgias era oriundo de Leontini en Sicilia y vivió más de 100 años. Apareció en Atenas  como embajador de su polis y deslumbró a los atenienses con sus brillantes discursos, que también exhibió en los juegos de Olimpia y de Delfos, siendo defensor del espíritu panhelénico,  que buscaba la unión de todos los griegos. Probablemente fue discípulo de Empédocles y su preocupación central fue la retórica, entendida como el arte de la persuasión por la palabra. Renuncia, pues, a la filosofía como búsqueda de la verdad, tal como la entendía Sócrates y pone la oratoria al servicio del poder. Estaba firmemente convencido del enorme poder de la palabra, capaz de inducir en los oyentes todo tipo de emociones y de defender las ideas más inverosímiles. Parece que la dialéctica paradójica de Zenón de Elea le llevó al escepticismo más radical.

Si Protágoras sostenía que todas las opiniones son verdaderas, Gorgias afirma lo contrario, que nada es verdadero. Como no existe un criterio firme de verdad, solo quedan las percepciones y el discurso oral, que no se corresponde con la realidad, pues no se puede pensar el ser (ni tampoco el no ser). Es lógico que esta doctrina chocara con la filosofía idealista de Platón, que afirma conocer el verdadero ser, las Formas o Ideas del mundo inteligible, opuesto a las apariencias o fenómenos de las percepciones sensibles.

Gorgias escribió una obra titulada Sobre el no ser o sobre la naturaleza, en la que reacciona contra la doctrina eleática. En ella, según nos transmite Sexto Empírico, defiende estas tres polémicas tesis: 1) Nada existe (contra Parménides, quien decía que solo existe el ser). 2) Si algo existiera, no sería cognoscible  (Parménides decía que solo es pensable el ser, no la nada). Por tanto Gorgias defiende  una ruptura entre pensamiento y ser. 3) Aunque pudiésemos conocer algo, no sería comunicable a los demás ni interpretable. La palabra no nos comunica el ser. Parece  que todo este discurso chocante presupone la ambigüedad del verbo ser (eînai) en griego, que tiene un doble significado,  existencial y copulativo.

Estas paradójicas tesis fueron interpretadas de formas diferentes: como nihilismo radical, como escepticismo, como exhibición del poder de la retórica o como reducción al absurdo de la filosofía eleática empleando sus propios procedimientos dialécticos.  Con ello, niega toda validez a la distinción entre apariencia y verdad, entre opinión (dóksa) y saber firme (epistéme), que es básica en Parménides y en Platón. Si solo hay apariencias y opiniones, todas ellas quedan sometidas al poder de la técnica oratoria (retoriké tékhne), que es el oficio propio del sofista, enfrentado a la tarea del filósofo, buscador de la verdad.

El  orador virtuoso es aquel que logra persuadir a su auditorio sobre el tema más controvertido, produciendo en él los más variados estados emotivos.  Por ejemplo, en su escrito Encomio de Helena, exime a ésta de toda culpabilidad en la guerra de Troya, al haber huido con Paris, abandonando a su esposo Menelao. En efecto, las palabras de Paris habrían seducido y persuadido a la bella Helena de forma irresistible. "La palabra, escribe, es un gran potentado (dynástes mégas) que con un muy pequeño e imperceptible cuerpo, lleva a cabo las obras más divinas (theiótata érga), ya que puede tanto calmar el miedo (phóbon) como quitar la pena (lýpen), generar  gozo (kharán) y aumentar la misericordia (éleon)".

Gorgias tuvo varios discípulos, siendo Isócrates el más famoso. También lo fue Calicles, que en el diálogo Gorgias de  Platón aparece defendiendo el derecho natural  como fuerza y el poder del más fuerte frente al más débil, de acuerdo con la naturaleza, que se opone a la ley convencional. Calicles defiende también un hedonismo extremo al identificar el bien con el placer, proponiendo como modelo al tirano Arquelao de Macedonia quien, pese a sus crímenes, es feliz satisfaciendo sus pasiones, acumulando propiedades y practicando una injusticia que queda impune.

El sofista Pródico es nativo de la isla de Ceos  y enseñó con gran éxito en Atenas. Defiende una original teoría sobre el origen de la religión. En un principio, los humanos adoraban como dioses las fuerzas naturales que les eran útiles y beneficiosas: el sol, la luna, los ríos, las fuentes o los frutos para alimentarse. El culto al río Nilo en Egipto sería un claro ejemplo de sus grandes beneficios en la agricultura. En otra fase más tardía se adoraron  los inventores de artes o técnicas, como la agricultura, la viticultura o la metalurgia, a las que corresponden divinidades como Deméter, Dionisio o Hefesto. De ello se deduce que las plegarias y ofrendas son inútiles. Pródico destaca también por el estudio de la sinonimia y de la polisemia de los términos, preocupado además por la máxima corrección  en el uso del lenguaje, tema gramatical que también trató Protágoras.

Hipias de Elis destacó por su saber enciclopédico, al que se ha comparado con los sabios del Renacimiento y de la Ilustración moderna. Contrapone, lo mismo que Antifonte, la ley convencional a la naturaleza, dando primacía a ésta. De aquí surge la superioridad del derecho natural sobre el positivo y de la ley natural sobre la ley positiva. Lo natural es lo necesario y válido, mientras que lo convencional es contingente. De ello deduce Hipias un ideal cosmopolita e igualitario, contra  la tiranía del nómos, las leyes discriminatorias que dividen a los habitantes de la ciudad, los cuales por naturaleza son todos iguales, pues lo semejante es pariente de lo semejante.

Antifonte de Atenas radicaliza la antítesis entre naturaleza y la ley, dando primacía a la primera. De ello deduce una radical igualdad entre todos los humanos: "Respetamos y veneramos a quien es de origen noble, pero no respetamos ni honramos a quien posee orígenes humildes. En esto nos comportamos como bárbaros los unos con los otros. Pero por naturaleza (phýsei) somos todos iguales en todos los aspectos, bárbaros y griegos" (Fragmentos de Diels-Kranz). En esta teoría, la naturaleza le sirve de base a Antifonte para defender un ideal cosmopolita, oponiéndose al típico etnocentrismo helénico, que afirmaba la superioridad de la Hélade sobre los pueblos bárbaros. Entre los llamados sofistas políticos podemos citar a Trasímaco de Calcedonia y a Critias. El primero aparece en el libro I de la República de Platón definiendo su concepción de la justicia como "la ventaja del más fuerte (kreítton)", es decir, el que tiene más poder. También entre los animales el más fuerte domina al débil.

La crítica religiosa (como en la Ilustración del s. XVIII) fue una constante entre los sofistas, en continuación con la desmitificación de las divinidades antropomórficas en los naturalistas, especialmente en Jenófanes. Protágoras se mostró agnóstico, Gorgias escéptico, Pródico sostuvo que los dioses eran solo inventos útiles y beneficiosos. Critias, finalmente, en su escrito Sísifo consideró los dioses como inventos ideológicos realizados por un hombre astuto, un político hábil, para infundir miedo a los que realizan a escondidas  malas acciones que se escapan al castigo de las leyes. De este engaño proviene el linaje de los dioses. No es, pues, extraño, que fueran tachados de impiedad (asébeia), como también lo fueron Anaxágoras y Sócrates.

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