El culto sacramental: evolución y constitución del dogma  /3

Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna (Juan 6, 54)

La doctrina litúrgica de los siete sacramentos como medios que conceden la gracia divina  ex opere operato (por la ejecución del rito externo) fue establecida por el concilio de Trento  contra Lutero, siguiendo la teología escolástica con la fórmula de una materia y una forma para cada uno. Esta definición dogmática, expresada con la terminología metafísica aristotélica, pasará a los catecismos posteriores, pero es totalmente ajena a la predicación de Jesús.

Evidentemente, el Nazareno desconocía la muy posterior especulación teológica sobre la gracia sacramental, en especial desde la oposición de Agustín a la doctrina de Pelagio, como también ignoraba la especulación de la filosofía griega, con su abstracta terminología metafísica (sustancia, accidente, materia, forma etc.) aplicada fuera de contexto a la comprensión de los nuevos ritos sacramentales.

El concilio de Trento sostiene, pues,  de forma dogmática,  que el Jesús histórico no solo fundó la Iglesia, sino también un culto nuevo con siete sacramentos, desde el bautismo al orden sacerdotal, incluso con una estructura jerarquizada de obispos, presbíteros y diáconos, pero esta doctrina dogmática fue refutada por la crítica histórica contemporánea, siendo antes criticada por el mismo Lutero. Las definiciones conciliares mezclan, en efecto, el punto de vista de la fe, de la historia y de la especulación teológica, expresada con la terminología metafísica aristotélica.

El historiador, en cambio, descubre un abismo entre teología e historia y constata que es incoherente presentar como histórico lo que es mera especulación teológica. Por tanto, no solo la eucaristía, sino todo el culto sacramental se originó a partir de la fe en el Cristo resucitado y de ningún modo puede considerarse institución del Jesús histórico, quien observó estrictamente los ritos judíos, mientras esperaba con entusiasmo la pronta llegada del reino de los cielos, un reino que jamás llegó.

En conclusión, el análisis histórico muestra que todo el culto sacramental pertenece al Cristo de la fe, no al Jesús de la historia. Éste nada habría entendido si alguien pudiera hablarle de ese extraño concepto metafísico que la iglesia católica llama transustanciación, derivado de substantia (ousía en griego), un término ausente y extraño a la Biblia hebrea y cristiana. Tampoco entendería que los creyentes se alimentasen realmente de su cuerpo y de su sangre (tabú judío), un rito que procedía también de los misterios paganos.

La función teológica de un concilio es definir dogmas de fe, no explicar ni describir hechos históricos, pues éstos han de ser explicados por el historiador. Los dogmas no son hechos históricos y, por tanto, el sentido original de los textos bíblicos no es resultado de una definición dogmática, sino de la función propia del historiador crítico, que de ningún modo puede apoyarse en dogmas. La verdad histórica reside en la correspondencia verosímil de las hipótesis con los hechos, mientras que la verdad teológica, definida dogmáticamente, supone la conformidad de los hechos con la fe.

En realidad, toda la historia de la eucaristía con su especulación teológica, desde el apóstol  Pablo hasta el concilio de Trento en el s. XVI, se basa en el testimonio de la fe, no en pruebas históricas ni racionales. Por pura evidencia lógica, si el dogma de la eucaristía o cualquier otro pudiera ser objeto de comprobación por la investigación histórica, el acto de fe ya no sería necesario, sino superfluo.

El presunto “conocimiento” de fe tiene origen sobrenatural y, por tanto, no es conocimiento empírico ni racional. Si lo fuera, dejaría de ser acto de fe. Además, no debería confundirse la fe o creencia natural con la fe que tiene origen sobrenatural. Por la fe natural creo que una persona no me engaña, creo que mañana hará sol o creo que un futuro mejor es posible para los humanos. La fe sobrenatural viene de lo alto y es don del Espíritu Santo.

Lo que el historiador comprueba es que el culto católico se explica y se comprende en su evolución histórica, no solo con respecto a los ritos mistéricos del bautismo y de la eucaristía, sino con respecto al resto de los sacramentos. El nacimiento y desarrollo histórico de tales ritos litúrgicos no son ningún misterio para la investigación. La evolución de los ritos parte de la devoción y de la piedad de los fieles y se extiende más tarde al ámbito teórico de la doctrina.

A nivel histórico, por ejemplo, primero se produjo la exaltación del Cristo resucitado a través de la veneración en el culto y se extendió luego a la elaboración teórica de la doctrina cristológica, realizada por doctos teólogos, bajo el influjo del pensamiento griego. Lo mismo es aplicable al culto a María madre de Dios o a la Trinidad, doctrinas dogmáticas ausentes del Nuevo Testamento.

Volver arriba