La pasión de Jesús ya estaba escrita.

El relato de la pasión de Jesús tiene una consistencia interna que no tienen otros pasajes anteriores. Hablando de unidad temática, es la sección más larga del relato de los Evangelios. Y, como decimos en el título, padecimientos, condena y muerte ya estaban escritos.


Podríamos pensar en el porqué de tantas y tantas referencias a pasajes del Antiguo Testamento y por qué esa necesidad de recurrir a “profecías”. La única razón estriba en los destinatarios de los Evangelios, que no podían pasar por ilusos reverenciando a un condenado a muerte.


Había que convencerles de que Jesús no fue un malhechor; que su muerte tenía un sentido real y salvador; que, en cierto sentido, fue un hecho glorioso. En el fondo y en la forma, que Jesús no había muerto, no sólo porque resucitó, sino porque su vida, pasión y muerte tenían otra significación y que trascendía los meros hechos luctuosos: se abría un nuevo mundo para los creyentes, una Nueva Alianza con el Dios de todos los pueblos.


Y de ahí a la exculpación de los romanos, un paso. Fueron los que habían roto con la Antigua Alianza los que condenaron a Jesús porque no entendieron su mensaje o sentían que su predicación socavaba los cimientos del Reino de Israel.


Persuadidos, durante los siguientes cuarenta años tras su muerte, de todo esto, sus seguidores no necesitaban ser convencidos sino reafirmados en lo que era su fe. Éste es uno de los profundos significados sociológicos y hasta teológicos de los Evangelios. Y éste es el escollo con que se topa cualquier investigación histórica que tome en cuenta los relatos evangélicos.


A la vista de que su pasión y muerte ya estaba anunciada en las Escrituras, cualquiera podría pensar que el verdadero instigador fue el Dios Padre Yahvé. Y más si tiene en cuenta el grito aquel de “Padre, ¿por qué me has abandonado?” Son muchos los detalles que chirrían, pero así es el mundo de la credulidad, que todo lo admite con tal de que sus convicciones queden reforzadas.


Un leve elenco que incide en la poca credibilidad que habría que dar a “aspectos” referidos en el relato de la pasión:


a) Abandono del Padre: Mc 15, 34 --- Salmo 22, 2
b) Jesús es “entregado”: Mc 15, 1.10.15 –-- Isaías 53, 6.12
c) Bofetadas y escupitajos: Marcos, 14, 65 –-- Isaías, 50, 6.
d) El silencio de Jesús: Mc. 15, 5 ---- Isaías, 53, 7
e) Entre Barrabás y Jesús: Mc 15,6 --- Lev 16
f) Le dan de beber en la cruz: Mc 15, 23 --- Proverbios 31, 6
g) Reparto de las vestiduras: Mc 15, 24 --- Salmo 22, 18
h) Llevó sobre sí nuestras culpas: Mateo 8, 17 --- Lev, 16, 22 --- Isaías 53, 4.
i) Se burlan y mueven la cabeza: Mc 15, 29 --- Salmo 22, 7 --- Lamentaciones 2, 15
j) Se oscurece la Tierra: Mc 15, 33 --- Amós 8, 9
k) El grito en la cruz: Mc 15, 34 --- Salmo 22, 1


Algunos han llegado a pensar que los textos del Antiguo Testamento le sirvieron al Evangelista como esquema para “fabricar” el relato del siervo de Dios, negando que hubiera habido condena y muerte. Desde luego, tramas había para ello.


Otro elemento que da que pensar es que el guion de la muerte de Jesús responde en muchos aspectos a relatos prefabricados, presentes en toda la tradición hebrea: el justo, el que es amado de Dios, sufre los agravios de los hombres; conspiran contra él; es vejado, maltratado, incluso muerto; pero Dios lo exalta ante los mismos hombres y lo coloca en un lugar de honor en su reino.


Todo se hace demasiado sospechoso como para no pensar en idealización, incluso creación, de un personaje a partir de alguien que sí existió. Pero ¿ambos se corresponden? Creemos que no.

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