El pecado, la culpa y... ganas de fastidiar.

Negados los preceptos emanados del hombre en relación a la divinidad, mistificando lo natural con lo divino, desaparece el sentimiento de culpa. No hay ley, no hay culpa (¿o no era esto lo que Pablo de Tarso decía?).
El hombre se rige por sensaciones y sentimientos, razones y voliciones... es decir, es un conglomerado de fenómenos psíquicos que configuran lo que el hombre es. En ese conglomerado se encuentra lo que se ha venido en llamar “sentimiento de culpabilidad”. Pero es necesario preguntarse si tene sentido, como si de fenómenos psíquicos naturales se tratara, hablar de pecado, de caída, de culpa cuando de ello hablan las religiones, no sólo la Católica.
¿No son más bien elementos psicológicos provenientes de situaciones inducidas, es decir, impuestas? ¿No será, asimismo, que las religiones se han apropiado para su provecho de algo connatural al hombre, cual es sentirse culpables por haberse defraudado a sí mismos o a la sociedad?
El pecado y la culpa consiguiente hacen más relación a una norma, "norma positiva", que a un hecho. En este "hecho" no natural es donde se funda "la moralidad". Frente a esa moralidad religiosa podríamos hablar de “ética” o “moralidad natural”. Es esta la que configura la moralidad estrictamente humana, refiriéndose a hechos que provocan perjuicio, propio o ajeno, en otras palabras, ley natural.
La "ley natural" no genera conciencia de pecado. Un ejemplo: el perro muerde a quien cree enemigo y no hay pecado en esa acción. Otra cosa es, en le hombre, el sentimiento de culpabilidad por contravenir normas naturales que la propia conciencia reprueba: mentir también es un engaño a la propia razón...
Las normas "positivas" son las normas que han sido promulgadas "ex profeso", estatuidas para el mejor funcionamiento de la sociedad y pueden referirse a la vida social de los ciudadanos o, en lo que se refiere a sentimientos religiosos, a las relaciones con Dios:
--normas de conducta que pretenden suplantar a la conciencia propia o a las leyes naturales dándoles un origen divino;
--normas de organización mental del psiquismo, con el árbitro de la conciencia: "con solo pensar, ya has pecado";
--normas relacionadas con el cumplimiento del rito: "si no confiesas, si no comulgas, si no vas a misa...";
--normas relativas a la relación personal del individuo con Dios;
--normas relativas a las obligaciones que nos atan con la propia organización que regula la relación con Dios... como los famosos "mandamientos de la Iglesia".
Sólo hay sentimiento de pecado cuando previamente alguien ha introducido en la mente del individuo tal sentimiento.
En consecuencia, el sentimiento de pecado desaparecerá cuando desaparezca aquello que genera la culpa.Y añadimos algo importante, algo que secularmente ha generado frecuentes neurosis: con la desaparición de tal sentimiento, desaparecerán gran cantidad de trastornos psíquicos.
La culpa, pues, hace relación a una norma divina –tergiversando sus propias expresiones: norma normans non normata-- pero promulgada por el hombre que pretende imponerla como si fuera de origen divino (la Iglesia, el Papa... portavoces de Dios). Suprimida esa relación, religación o religión cae por tierra no sólo la culpa sino también la norma. Y viceversa.
Sin embargo, en este revoltijo de legitimación normativa entra también en juego el elemento emocional, bien por ese sentimiento de culpa inducido o bien porque con harta frecuencia se da una delectación de la persona en sentirse culpable. Encontramos casos en que parece existir una cierta necesidad nebulosa de sentirse pecador para que así la acción limpiadora de la "gracia" ejerza su poder salvífico en el hombre.
Podríamos deducir, retorciendo sobremanera el asunto, que sólo siendo yo pecador, justifico la redención. Cristo me necesita a mí para existir, como el policía necesita al ladrón.
¿Extravagancia de la razón? Juzgue el que sepa juzgar lo que canta la Iglesia católica en el momento supremo de su liturgia anual, el anuncio de la resurrección de Cristo en lo que antes se llamaba "Angélica": O felix culpa quae talem ac tantum meruit habere Redemptorem, que en lenguaje llano dice Oh pecado feliz que mereció tal y tan gran Redentor.
¡Mira que son retorcidos!¡Dios necesita que yo sea pecador para justificarse!