¿Se puede renegar de la infancia? Tú, no; a Iglesia, sí. - II

II

Nos fijamos en un “detalle”, la forma de sociedad propiciada por la sociedad “Iglesia”. La sociedad civil humana ha consumado un largo camino hasta llegar a una forma de estado que parece, si no el más perfecto, el menos malo de los sistemas conocidos: la democracia. Es el pueblo el que detenta la soberanía nacional. Atrás quedaron los sistemas esclavistas, los feudales, los reinos cuyos monarcas recibían de Dios la autoridad, las dictaduras hoy vituperadas y desacreditadas. 

Frente a ello, la Iglesia, inspirada por el Espíritu Santo, como dicen, y empujada por los emperadores romanos ya cristianos ha generado en su seno y propiciado en la sociedad civil lo que hoy se denomina “regímenes totalitarios”. Un legado consustancial a la Iglesia. Podría el Espíritu Santo haber inspirado otros, pero fue este sistema el que más y mejor germinó en su seno.

 Veamos las características de este Estado Cristiano tal como se inició y creció en los territorios fecundados por la gracia del Espíritu Santo. El cristianismo, a partir del siglo IV se impuso por la coerción, obligando a todos a pensar y practicar los ritos cristianos; en los primeros tiempos dominaron las persecuciones, las torturas, los actos de vandalismo, especialmente a cargo de bandas de frailes que campaban por sus respetos; se destruyeron bibliotecas; se arrasaron santuarios, lugares queridos y venerados por las gentes del lugar; los asesinatos por la fe quedaban impunes; la única palabra sobre creencias que se oía era la de los sacerdotes cristianos; si alguien osaba contradecirles, ese alguien era encarcelado o linchado; pasados unos años, el obispo se alzó como jefe supremo de la sociedad local, por encima de gobernantes imperiales.

 Signos todos propios de un régimen totalitario, del que pronto tomaron modelos las sociedades cristianas. Los principios que regían a la hora de organizar la sociedad eran los que inspiraba la palabra de los jerarcas cristianos. Los opositores eran exterminados; el cristianismo que inspiraba a los emperadores tenía en la práctica el monopolio de la violencia; en su poder estaba la comunicación; no había límite para la violencia del estado frente a la libertad individual; el pluralismo era inexistente. Gracias al estado, la religión cristiana consiguió establecer un sistema de gobierno obediente a los dictados de la jerarquía, que no al Evangelio.

 Sin ser todavía religión del Imperio, el emperador Constantino ya dejó claro su propósito en años tan tempranos como 330. Los filósofos Nicágoras, Hermógenes y Sopatros fueron ejecutados acusados de brujería (parece ser que inspirados por cristianos tan santos como su madre “santa” Elena). Los escritos del neoplatónico Porfirio fueron entregados a las llamas. 

 Ya hemos hablado en otros lugares de la destrucción sistemática llevada a cabo por los cristianos de todo lo que supusiera religión hasta  entonces oficial. De ser religión permitida, pasó en 380 a religión del Estado con Teodosio. Doce años después quedaba prohibido el culto pagano y considerando, por consiguiente, los templos como algo inútil. 

 Emperadores como Teodosio II y Valentiniano III (449) ordenaron la destrucción de todo aquello que podía “provocar la ira de Dios o herir a las almas cristianas”.

 Para los primeros cristianos oficiales “la tolerancia, el amor al prójimo y el perdón de los pecados tenían un límite”. Y así han seguido hasta que determinadas sociedades y naciones dijeron “basta”, muchas veces, sí, de modo violento y desproporcionado”. Condigna respuesta de la sociedad. 

 Pero, como decimos, aunque sea ironía, todo esto no interesa hoy porque, dicen, la Iglesia ha evolucionado; eran tiempos oscuros que no podemos juzgar hoy con nuestros criterios… Ya, pero la Iglesia estaba inspirada, también para matar, por el Espíritu Santo. Y amén.

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