El ritual católico y el Bajo Imperio (2)


Como puede verse por la enumeración anterior y por lo que sigue, la Iglesia ha vivido de elementos "cultuales" divinizadores de la figura del Emperador, desarrollándolos para llegar a la semi-divinización de su líder espiritual, el Papa.

Ni más ni menos que lo que sabemos del culto pagano y lo que hemos llegado a conocer del culto egipcio desarrollado por los sacerdotes de Amón. No ya en los "elementos míticos": también en los elementos "folklóricos" el cristianismo no deja de ser un centón de mitos y prácticas rituales anejas a ellos.


21. Aunque la figura física del emperador no estaba al alcance de casi nadie, sin embargo se hacía omnipresente por medio de imágenes y símbolos: estatuas, monedas, camafeos, gemas, dípticos de marfil, pinturas en tablas, platería, que servían para hacerle presente entre sus súbditos;

22. De la representación figurativa del emperador “emana” una luz perpetua, un nimbo o aureola que rodea su cabeza, iconografía que pasaría a Cristo y, secundariamente, a los santos.

23. El rostro del emperador es “tremendum et fascinans”, algo que su iconografía tenderá a resaltar : hierático, adusto, mirada fija y penetrante, gesto solemne; en las pinturas, el emperador siempre tiene mayor tamaño que el resto, algo que luego veremos en la imaginería del románico; a veces se erigían estatuas colosales del emperador, similares a los “corazones de Jesús” que hoy día dominan cerros y lugares elevados.

24. Ante la efigie veneranda del emperador se quemaba incienso y se colocaban cirios, algo de lo que la liturgia cristiana también hizo suyo.

25. De uso exclusivo del emperador, ya desde el siglo I, eran la púrpura, la diadema y el trono; su usurpación conllevaba penas que podían llegar a la muerte; decir “púrpura” era sinónimo de emperador: purpuram sumere, divina purpura, adoratio purpurea, natales purpurea, etc. El relato de los evangelios revistiendo de púrpura a Jesús no deja de ser un signo que confirma el hecho. Hoy son los cardenales los llamados “purpurados”.

26. La diadema como símbolo imperial derivó en tiara papal con tres coronas superpuestas. Si bien el origen de tal diadema, mitra o tiara hay que buscarlo en ámbitos del cercano oriente, su utilización simbólica proviene del Bajo Imperio.

27. El globo y el cetro fueron otros distintivos imperiales a partir del siglo IV .

28. No sólo se rodeaban de eunucos para el servicio imperial, como dijimos más arriba: los emperadores disponían de coros de vírgenes como dando a entender que la sexualidad no es ejercicio ni atributo digno de la divinidad. A semejanza suya, los obispos se rodearán también de "coros de vírgenes" en sus ceemonias solemnes.

Llegado el cristianismo, una procesión triunfal del Emperador y la Emperatriz al templo de Dios servía para su glorificación ante los hombres, sí, pero suponía la escenificación de que el poder temporal se humillaba ante el divino, representado por el Obispo: el Emperador, primero, por debajo del Dios verdadero; luego, el Emperador por debajo del Obispo. A más largo plazo, el Papa suplantó políticamente al Emperador. Las tres coronas de la tiara se unieron en una. Y de ahí las "investiduras".

El "Estado Vaticano" no deja de ser sino el último estertor de todo aquello, "vago remedo del postrer intento", que diría Zorrilla, mini estado pletórico de parafernalia ritual, boato y, a fin de cuentas, cáscara que envuelve algo vacío.

La enumeración de datos sobre el ceremonial del Bajo Imperio ha sido extensa, ciertamente, pero merece la pena desvelar la sutil maniobra con que la Iglesia cristiana trasvasó todo ese ceremonial al culto de Cristo, enalteciendo la Institución eclesiástica frente a la imperial y convirtiendo la religión “profética” en religión “cultual”. Con toda la gravedad que el hecho supone, trocó la salvación en sacramento.


Bibliografía: Emperadores obispos monjes y mujeres: protagonistas del cristianismo antiguo. Ramón Teja. Trotta.1999
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