Desde el siglo IV al XXI, prohibido dudar y menos decir.

• vieron que era idéntico a otros de otras religiones. El fiel creyente en Horus, Krishna, Mitra o la Diosa Madre se diría: ¿para qué cambiar por otro que es igual?
• esos sabios, o cualquiera con inteligencia normal, al hacer la digestión de tal contenido --dioses que se encarnan, vírgenes que conciben, profetas que milagrean, ángeles que revolotean, hombres que resucitan, dioses que trinan...-- no podría por menos de vomitarla;
• tales sabios, al considerar los atributos del nuevo dios diría que no cuadran con otros conceptos del mismo por ellos transmitidos;
• percibían muchísimas contradicciones internas en el mensaje "nuevo", en especial la contradicción mayor entre lo que dicen y lo que hacen, lo que han dicho y lo que han hecho siempre, ayer y hoy;
• dirían que es un mensaje excluyente, aplicable sólo a aquellos que lo aceptan.
Para decir lo mismo que hemos venido diciendo a lo largo de los ocho años que llevamos instalados en esta mansión digital, prefiero dejar la palabra a nuestro amigo filósofo que, aunque tiempo ha fallecido, su pensamiento sigue vivo en nuestros días.
Entre ironías y reflexiones serias, Celso anticipa lo que nadie se atreverá a expresar ni hacer público durante los más de mil seiscientos años que siguieron, so pena de perder bienes, haciendas, familia, amigos... ¡o vida! ¿Existe contradicción mayor para rechazar esta doctrina que no permite siquiera que se piense en ella?
Sobre la Encarnación de Dios:
Entre Cristianos y Judíos, están los que declaran que un Dios o un Hijo de Dios descenderá a la tierra para justificar a los hombres, otros que él ya vino: idea tan pueril que en verdad no necesita de un largo discurso para ser refutada.
¿Con qué designio iba a descender Dios acá abajo? ¿Sería para saber lo que pasa entre los hombres? ¿Pero no es él omnisciente? ¿O será que sabiéndolo todo, su divino poder está hasta tal punto limitado, que nada puede corregir si no viniese en persona o si no enviara expresamente un mandatario al mundo?
Si se entiende que él debe descender en persona a la tierra, ¿le será entonces preciso abandonar la sede desde donde gobierna? Ahora bien, si se produjera la más ligera mudanza, todo el universo se trastocaría. O viendo tal vez que los hombres lo desconocían y considerando que por eso algo le faltaba, ¿Él habría tomado sumo interés en manifestárseles y experimentar por sí mismo y poner a prueba a los fieles y a los incrédulos?
Eso sería atribuirle una vanidad muy humana, comparable a la de esos nuevos ricos empeñados en hacer ostentación de su riqueza, poco ha adquirida.
Dios no necesita para su contento personal del hecho de ser conocido por nosotros. ¿Sería para nuestra salvación por lo que él quiso revelarse, a fin de salvar a los que, habiéndole reconocido, serán considerados virtuosos, y castigar a los que, habiéndole rechazado, manifestaran de este modo su malicia?
Pero ¿qué? ¿Vamos a pensar que después de tantos siglos, Dios se haya preocupado de justificar a los hombres, de los que antes no se había preocupado? Es tener de Dios una idea bien poco concorde con la sabiduría y con la verdadera piedad.
(El Discurso verdadero contra los Cristianos. Celso, siglo II)