Los Kikos y Sus Compañeros

La noticia es así de simple, de histórica y de significativa, en unos tiempos en los que el Vaticano lo es permanente y sugestivamente: ”El Papa, mediante la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe, alerta acerca de la validez, irregularidades y ortodoxia de las misas celebradas en las “Comunidades Neocatecumenales del Camino”, los sábados por la noche, en lugares separados, a instancia y bajo la responsabilidad de sus fundadores e inspiradores Francisco –“Kiko”-Agüellos y Carmen Hernández”. Como es sabido, uno y otra son los responsables máximos de este movimiento eclesial conocido como los “Kikos”, por cierto que con acentuada tendencia conservadora en la Iglesia nacional e internacionalmente, habiendo recibido toda clase de indulgencias y de bendiciones. Papas y obispos son, hasta ahora, sus principales e ínclitos protectores, por lo que la referida noticia parece suponer la corrección de simpatías y preferencias, con las que las antedichas comunidades habían sido, y son, favorecidas de modo “oficial” y con tan devotos y generosos fervores.

. Ya es hora de que también estos movimientos “religiosos” sean examinados y controlados de idéntico modo, o mayor, a como lo fueron, y son, otros a los que se les sigue intitulando “renovadores”, “peligrosos”, “heterodoxos” y hasta “heréticos”, dedicados simple, llana y evangélicamente a contribuir a poner al día la Iglesia. La devoción que estos manifiestan tener, y vivir, en relación con el concilio Vaticano II, es su distintivo, a la vez que objeto y motivo de susceptibilidades, inquietudes y descalificaciones en público y en privado.

. Los comportamientos y vivencias de la Iglesia por parte de los “kikos” y asimilados –Opus, Legionarios y Guerrilleros en sus diversas versiones, así como Cruzados y Cruzadas en las suyas respectivas, Comunidad y Liberación, algunas Hermandades y otras capillas y capillitas- , han de estar también abocados a la reparación, revisión, y a la expiación, si fuera menester, sin bulas ni privilegios de ninguna clase, y menos “en el nombre de Dios”.

. Es de notar, a la vez que suficientemente conocido ya, que no pocos expertos en tan delicadas cuestiones, y en casos concretos, llegan a dudar de si, por sus tácticas y conductas, algunas poseen características propincuas a las de las sectas. Circunstancia, datos y temores como estos, reclaman ya hace tiempo un profundo examen de teología, ascética, mística, pastoral, eclesiología, sentido común y pertenencia al mundo y a la Iglesia. El acaparamiento de “hijos predilectos de Dios, o de la Iglesia”, es una memez, cuando no un engreimiento propio de “niños guapos o bonitos” piadosamente hablando.

. En la Iglesia, ni siquiera en la “oficial”, caben silencios informativos, faltas de trasparencias, disimulos, mordazas, reticencias, reservas, sensación de que por ellos, y solamente por ellos, se puede ser santo, espiritualmente soberbios y en posesión de la verdad, con atuendos distintos a los del resto del Pueblo de Dios, con el fin de acentuar su perfección y elección divina, revestidos de carismas especiales, con cuentas corrientes nutridas y “guapas”, que a veces se convierten en “suculentas” noticias, pero que, esto no obstante, se presentan, y son presentados, como ejemplos de hijos de Dios y de la Iglesia, con exclusión de los demás, también Pueblo de Dios, o más que ellos mismos.

. El examen serio y profundo de estos grupos que se creen estar sobre el mismo Pueblo de Dios, por parte de clérigos y laicos, en todos los niveles de la comunidad eclesial, debiera ser tarea prevalente entre tantas otras a las que la jerarquía se entrega por definición. Es probable que del examen exigente y actualizado del concepto de Iglesia que tienen estos grupos, la institución eclesiástica se libere de aparecer y permanecer como noticia de primera página en los medios de comunicación, sin que a nadie sensatamente se le ocurra juzgar que son lo periodistas quienes las inventan.

. De la grave crisis que hoy padece la Iglesia, y de los dolores de cabeza tan intensos de los que se queja el mismo Papa, no son los teólogos inexpertos, frívolos y audaces, los biblistas o los moralistas ingenuos, ni las comunidades de base que predican y viven esto o aquello, pero que lo hacen en estricta concordancia con el evangelio y llevan su compromiso hasta sus últimas consecuencias, también con sacrosanta inclusión de la pobreza.

. Los responsables de verdad son los “espiritualmente satisfechos”, fariseos e hipócritas, que se creen administradores en exclusiva de los bienes divinos y, en frecuentes ocasiones y lugares, por supuesto que también de los bienes terrenales y humanos, y más de los que de alguna manera, son o se dicen, eclesiásticos.
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