Oler a Oveja
Corderos, ovejas y lobos son preferentemente los animales citados en la Sagrada Escritura. La actualidad el ganado lanar cobró singular importancia pastoral en uno de los días de la Semana Santa en el que el Papa Francisco hizo referencia explícita a las madres de los corderos. Con lenguaje porteño pampero, aunque traducido al italiano, el Papa les insistió les insistió a los sacerdotes que su proximidad y cercanía con quienes evangelizaran habría de ser tal, que hasta pudiera percibir el olor de los establos, en los que recogieran ellas, antes y después de haberlas conocido con sus nombres, y haber sido él reconocido por ellas.
. Y es que son muchos los pastores sacerdotes y obispos- quienes ejercen el ministerio de la palabra y de los ejemplos tan lejos de de la realidad de sus pastoreados o pastoreables, que resulta extremadamente difícil imposible- que puedan llegarles mensajes de redención, de amor y de vida. La distancia y el alejamiento jamás serán salvadores. Lo es la encarnación, la igualdad y el emparejamiento con quienes se pretende compartir la llamada de Dios para ser consciente de la bondad que lo identifica y define.
. No son muchos los sacerdotes y obispos potencialmente pastores por ministerio y oficio-, que ni huelen, ni pueden oler a ovejas, tal y como de modo incuestionable señaló el Papa. Y es que, no obstante, y como excusa piadosa, no todos los sacerdotes, y menos los obispos, saben lo que son las ovejas. Acaso vieron algunas en reportajes televisivos, percibiendo también sus balidos. En alguna ocasión preguntaron de donde, o de qué animales, procedían la lana y la leche y no se preocuparon de más. Con un conocimiento tan rudimentario, es imposible echarles piensos y relacionarse con las ovejas, y menos en rebaño o piara.
. Los sacerdotes y obispos no huelen a ovejas, en conformidad con los deseos y programación pastoral del Papa. Algunos de ellos huelen a sudor y a lágrimas, fruto y consecuencia de preocupaciones propias y ajenas y de los sacrificios que, por ministros del Señor, han de afrontar, así como de las incomprensiones más o menos jerárquicas, de las que sean objetos por diversidad de razones o de sinrazones.
. Hay sacerdotes y obispos que huelen a perfumes baratos y condescendientes, como los Álvarez Gómez de la infancia. También los hay que, por distinción o elegancia, prefieren perfumarse con los de las marcas de fama y de moda, sin escatimar los gastos que tal preferencia comporte. El gusto y el capricho así lo demandan, y no hay más que discutir, aunque para ello sea necesario alegar que son tan parcos los antojos que les es permitido satisfacer por imperativo de votos o promesas. Con estos olores difícilmente se podrá ejercer de pastores en la Iglesia.
. Tampoco lo serán, y en proporción desmesurada e insolente, los sacerdotes y obispos que huelan a incienso y se hayan duchado con agua bendita. El incienso, lo mismo dentro que fuera del templo, administrado con tanta generosidad y transparente fragancia, carece de capacidad evangelizadora. El incienso es posiblemente lo que más aparta, separa y alela. Dirigido a Dios, puede ser signo de devoción y hasta de adoración. En honor de los hombres, - cualquiera que sea su categoría, jerarquismo y posición en las solemnidades litúrgicas- les dificulta la acción pastoral de quienes, por ministerio u oficio, han de oler a oveja. Así es la vida, y es imprescindible atender sus exigencias, ante el incontrovertible temor de no ser útiles en la tarea de la conversión y pertenencia consciente y responsable a la Iglesia. Huelga aseverar que todas las ovejas, con sus respectivos rebaños, sin perder nada de su olor, para ser evangelizables, habrán de actuar y ser reconocidas siempre como seres pensantes.
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. Y es que son muchos los pastores sacerdotes y obispos- quienes ejercen el ministerio de la palabra y de los ejemplos tan lejos de de la realidad de sus pastoreados o pastoreables, que resulta extremadamente difícil imposible- que puedan llegarles mensajes de redención, de amor y de vida. La distancia y el alejamiento jamás serán salvadores. Lo es la encarnación, la igualdad y el emparejamiento con quienes se pretende compartir la llamada de Dios para ser consciente de la bondad que lo identifica y define.
. No son muchos los sacerdotes y obispos potencialmente pastores por ministerio y oficio-, que ni huelen, ni pueden oler a ovejas, tal y como de modo incuestionable señaló el Papa. Y es que, no obstante, y como excusa piadosa, no todos los sacerdotes, y menos los obispos, saben lo que son las ovejas. Acaso vieron algunas en reportajes televisivos, percibiendo también sus balidos. En alguna ocasión preguntaron de donde, o de qué animales, procedían la lana y la leche y no se preocuparon de más. Con un conocimiento tan rudimentario, es imposible echarles piensos y relacionarse con las ovejas, y menos en rebaño o piara.
. Los sacerdotes y obispos no huelen a ovejas, en conformidad con los deseos y programación pastoral del Papa. Algunos de ellos huelen a sudor y a lágrimas, fruto y consecuencia de preocupaciones propias y ajenas y de los sacrificios que, por ministros del Señor, han de afrontar, así como de las incomprensiones más o menos jerárquicas, de las que sean objetos por diversidad de razones o de sinrazones.
. Hay sacerdotes y obispos que huelen a perfumes baratos y condescendientes, como los Álvarez Gómez de la infancia. También los hay que, por distinción o elegancia, prefieren perfumarse con los de las marcas de fama y de moda, sin escatimar los gastos que tal preferencia comporte. El gusto y el capricho así lo demandan, y no hay más que discutir, aunque para ello sea necesario alegar que son tan parcos los antojos que les es permitido satisfacer por imperativo de votos o promesas. Con estos olores difícilmente se podrá ejercer de pastores en la Iglesia.
. Tampoco lo serán, y en proporción desmesurada e insolente, los sacerdotes y obispos que huelan a incienso y se hayan duchado con agua bendita. El incienso, lo mismo dentro que fuera del templo, administrado con tanta generosidad y transparente fragancia, carece de capacidad evangelizadora. El incienso es posiblemente lo que más aparta, separa y alela. Dirigido a Dios, puede ser signo de devoción y hasta de adoración. En honor de los hombres, - cualquiera que sea su categoría, jerarquismo y posición en las solemnidades litúrgicas- les dificulta la acción pastoral de quienes, por ministerio u oficio, han de oler a oveja. Así es la vida, y es imprescindible atender sus exigencias, ante el incontrovertible temor de no ser útiles en la tarea de la conversión y pertenencia consciente y responsable a la Iglesia. Huelga aseverar que todas las ovejas, con sus respectivos rebaños, sin perder nada de su olor, para ser evangelizables, habrán de actuar y ser reconocidas siempre como seres pensantes.
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