Cotilleo romano

Tengo una amiga que vive en Roma, por su matrimonio con un italiano. Tiene mucha relación con las dos embajadas de España en la ciudad y como es “cotilla” me cuenta lo que se comenta por los pasillos.

El primer problema que ha surgido con la ceremonia de canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II ha sido por el color de la vestimenta. Las mujeres no deben ir vestidas de morado o de rojo para no ser confundidas con los monseñores, una medida que se extiende a las cenas y cocktails que se dan en las embajadas pertinentes. A una de las invitadas le dio un sofocón porque, desconocedora de la costumbre, llevaba un vestido inapropiado y tuvo que salir de compras. La verdad es que se podía haber enterado antes mediante una simple pregunta.

También fue muy comentado que la reina Paola de Bélgica fuera vestida de blanco. Parece ser que se hace una excepción con las reinas de España, pero Fabiola que era una reina “española” consideró que estaba en su derecho de usar ese color pero a Paola le faltaba la nacionalidad. La gente hila muy fino.

Mi amiga me contó que a la cena de la embajada española acudieron (creo) ocho cardenales, los Reyes y muchas personas más entre políticos y religiosos. La tradición es que no se puede servir a un cardenal antes que a otro y en la embajada española el protocolo empieza por el rey. No había otra solución que contratar a nueve camareros para que sirvieran juntos, cada vez que salía de la cocina un plato nuevo. Un enjambre.

Tengo que reconocer que soy un poco iconoclasta y no muy apegada a las tradiciones que se han quedado desfasadas. Los embajadores no tienen más remedio que seguir las costumbres pero ¿no podrían los cardenales sugerirles nuevos modos? La prioridad en la edad, el momento en el que fueron nombrados o la inicial de su apellido, cualquier fórmula que nos alejara de una Iglesia de príncipes, de esa Iglesia de otros tiempos a la que el nuevo papa quiere renunciar.
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