La señora Merkel

El año tiene dos fechas clave para cambiar el rumbo de la vida que son el principio del curso académico y el comienzo de un año nuevo. Son momentos de mirada retrospectiva y analítica sobre un tiempo que ya pasó y que nos ha dejado la posibilidad de estudiar los pros y los contras de nuestra actuación. Nos preguntamos si hemos cumplido con los proyectos que hicimos en su momento y si hemos sabido responder a los acontecimientos fuera de nuestra mano, que nos han obligado a cambiar el rumbo que nos habíamos marcado. El hombre propone y Dios dispone dice un viejo refrán español al que yo añadiría que nuestros contemporáneos, cercanos o lejanos, también tienen mucho que decir sobre nuestras vidas.

Sonrío cuando pienso en lo que fueron mis ilusiones y proyectos en la adolescencia. Todos estaban centrados en mi persona: sacar mejores notas, que el chico que me gustaba me hiciera caso, realizar algún viaje soñado, ser santa… Luego el campo se amplió y entraron en mis esperanzas, marido e hijos. Hoy que ya soy mayor pido porque se terminen las guerras y el sufrimiento en el mundo, pero también pido salud y que Dios me vaya dando la fuerza necesaria para responder a los obstáculos que se van interponiendo en mi camino, saber renunciar a “mi” tiempo, a “mi” dinero, a “mi” vida…


Mientras analizaba cuales eran mis propósitos para el nuevo año me ha interpelado una noticia que atañe a la canciller alemana. La buena señora se fue a esquiar y se debió de caer de mala manera pero no dijo nada. Leyó su discurso de año nuevo e hizo todo lo que se esperaba de ella, hasta que los dolores la hicieron acudir al médico que diagnosticó fractura de pelvis.

Su actuación refleja que es una mujer dura, disciplinada y consciente de su deber. Pero lo que más me ha impresionado es su material deportivo: los esquís que utilizaba eran de tiempos de la Alemania del Este. Los que somos deportistas sabemos el cambio abismal que se ha dado en las herramientas que se utilizan en cualquier deporte y que facilitan la vida del usuario. Pero la canciller alemana es una mujer austera que es incapaz de comprender a muchas personas ¿Por qué necesitamos comprar y comprar cosas que ya tenemos? Me recuerda a una parienta que hace 30 años casaba a su hijo y le preguntó a su próxima nuera si quería que la regalara un abrigo por la boda. La chica respondió que no le hacía falta porque ya tenía uno ¡Qué pocas personas en la España actual contestaríamos lo mismo!

Mi moraleja está clara. Todos los cristianos debemos ser más austeros pero no para meter el dinero en un cajón (hay que aumentar el consumo para que la actividad económica no se frene) sino para permitir, que los que no tienen un abrigo puedan contar con él gracias a nuestra generosidad.
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