Don Santiago Gómez Sierra, presidente de CajaSur y deán del cabildo cordobés.

Sé que corro el riesgo de que me nombren hijo adoptivo de Córdoba y de que monseñor Asenjo pida para mí esa cruz Pro Ecclesia et Pontifice o como se llame. También me consta que los lectores cordobeses de este Blog se han multiplicado. Sobre todo entre curas. Pues, como me encanta Córdoba, he vivido en ella días inolvidables, si estaba en un hotel amanecía viendo la maravillosa mezquita por un lado y si estaba en el de enfrente la veía por el otro, estoy lleno de maravillosos recuerdos. Al lado de cualquiera de esos dos hoteles había una placita maravillosa llena de flores en la que en torno a su faroles pululaban unos reptiles encantadores que no los hay en mi Galicia. Las salamanquesas.

Al alcance de la mano estaban también El Caballo Rojo y otro casi tan bueno de cuyo nombre no me acuerdo pero que me parece estaba enfrente, o casi, de la estatua de Maimónides. Prefiero, sin duda, la del Gran Capitán. Vamos, que Maimónides me la refanfinfla.

Pues esta barroca introducción, seguramente tan desafortunada como todo lo mío, va por Don Santiago Gómez Sierra. Lo que dije de él, en mi anterior artículo, omitía una muy valiente actuación suya sobre la Virgen del Pilar y la pretensión de un par de guardias civiles de que fuera retirada de donde está.

Un queridísimo y hasta el momento personalmente desconocido amigo la señala en otro Blog queriendo desvirtuar un apodo de camaleónico. No puede ser camaleón quien así se expresa. Tan contundente, tan mariano y tan bien.

Pues ciertamente mi aplauso a Don Santiago Gómez Sierra. Estuvo espléndido. Pero... Siempre me han dado cierto repelús las personas, que hay muchas, que se empeñan en ordenar casas ajenas cuando las suyas son un enorme desorden. Deberían empezar por la propia.

Muy mal que dos guardias civiles, seguramente de una incultura notable, quieran que se retire la Virgen del Pilar de su acuertalamiento o de donde sea. Muy mal. Y muy bien Don Santiago protestando. Muy bien.

Pero en la catedral de Córdoba el presidente del cabildo retiró la Cruz. No pidió que se retirara, la retiró. Y el deán callado cual puta. Yo tengo muy escasa experiencia en putas pero existe ese dicho. Se calló como una puta. Pues él, tal cual. Como puta o como obispo. Que en cuestiones de silencio por ahí se andan. El uno y las otras. Aunque el uno sean dos. El obispo y el deán.

Pues no lo entiendo muy bien. Cañones contra dos guardias civiles, dos pobres hombres a los que su incultura y el estar inmersos en la secularización al uso les llevó a una estúpida determinación y silencio ante un hecho ejecutado por Juan Moreno, presidente del cabildo y de CajaSur, que ese sabía, o debía saber, lo que hacía. Y además, en su casa, Don Santiago. En esa catedral de la que usted es deán. A mí me parece que vergonzoso deán.

Ya estamos hasta los mismísimos cataplines de los curas que nos predican el sexto mandamiento y ellos son pederastas o maricones o puteros en activo. O que viven amancebados. Eso ya se terminó. Cada palo tendrá que aguantar su vela. O de los que predican para otros lo que ellos no cumplen en su propia catedral. A mí me parece que usted es peor, más hipócrita, que esos dos pobres guardias civiles que no saben de la misa la media. Y como lo siento, se lo digo.

Tengo mucha devoción a la Virgen del Pilar. He besado su columna ya no sé cuantas veces. Pero muy por encima de la Virgen del Pilar está la Cruz de Cristo. Esa que a usted le trajo sin cuidado. En su propia casa. En su catedral.

Pues, qué quiere que le diga. Desde su nuevo cargo va a poder comprar muchísimos silencios. Como Juan Moreno. Hasta el del obispo. El mío ya ve que no lo compra. No todo el mundo se vende por treinta monedas.

Lamento inaugurar así su presidencia. Estoy convencido de que va a hacer, desde ella, mucho bien. Y se lo aplaudiré cuantas veces sea necesario. Pero cada uno tiene que responder de sus propios actos. Y su silencio como deán ante la retirada del crucifijo fue vergonzoso. Si estuviera equivocado, como seguro que esto llega a su conocimiento, porque usted hubiera hablado contra aquella desdichada medida, me lo hace saber y desde este mismo Blog se dejaría constancia de su protesta. Desdiciéndome yo de cuanto he dicho. Sin el menor problema. Encantadísimo.
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