He proclamado en numerosas ocasiones mi afecto personal a Don Carlos Amigo. Y no nacido de una estúpida adhesión por mi parte, cegada ante la púrpura, sino por la generosidad de su corazón. Ello ha dado lugar a no pocas interpelaciones a mi persona en este Blog. Que seguramente procedían de personas que no tuvieron la suerte de conocerle del modo con el que a mí se quiso mostrar. Pues yo he sido el afortunado.
Ultimamente ese histrión que odia a la Iglesia y que responde al nombre de Leo Bassi parece que ha tomado a la archidiócesis hispalense como campo de sus provocaciones anticatólicas. Y el cardenal calla.
No voy a tener la estúpida presunción de conocer el arzobispado de Sevilla mejor que el pastor que lo rige. Seguro que ha sopesado pros y contras. Y que su silencio dolorido, de ello no me cabe la menor duda, responderá a serios motivos. Pero, Don Carlos, me consta que no pocos sevillanos están desconcertados. Y se duelen de que eso ocurra sin que su cardenal no diga nada.
Tiene, sin duda, un alto ejemplo. Y Jesús, callaba. Desde el afecto, que sabe se lo tengo, le hago llegar esa perplejidad. Usted, o Vuestra Eminencia, procederá del modo que considere mejor para su archidiócesis. Yo lo respetaré. Pero le hago llegar una inquietud.