Los obispos de Osma en el siglo XIX (I)

La revista Celtiberia me ha publicado un trabajo sobre los obispos de Osma en el siglo XIX. Bién sé que ello interesará muy poco a la mayoría de mis lectores. Pero a alguno tal vez sí. Por él va. Por su extensión tengo que dividirlo en varias entregas. Y por mi impericia creo que no sale con el aparato crítico. Que voy a ver si soy capaz de incluirlo.

Y me permitiréis una breve dedicatoria. A los obispos que han regido esa diócesis en los últimos años. Excelentes obispos de esa humilde sede. De las más pequeñas de España. Queridos todos por sus fieles. Y, cuando les quieren, por algo será. Por algo bueno de ellos. Efímeros. Porque la Iglesia creyó, acertadamente o no, que debían regir diócesis más importantes. La Iglesia de España tiene que agradecer a esas diócesis de poca importancia servir de escuela de aprendizaje a tantos obispos que se estrenaron en ellas. Aunque también ha ocurrido más de una vez que excelentes pastores de esos obispados no dieron luego la talla en otras más importantes.

Yo tuve conciencia de que existía un obispo en Osma con Don Saturnino Rubio Montiel (1945-1969), el último obispo de aquella diócesis de largo pontificado. Después vino Don Teodoro Cardenal Fernández (1969-1983), ya fallecido, y buen arzobispo de Burgos. Don José Diéguez (!984-1987), actual obispo de mi diócesis natal de Tuy-Vigo. Don Braulio Rodríguez Plaza (1987-1995), hoy arzobispo de Valladolid. Don Francisco Pérez González (1995-2003), ahora arzobispo castrense. Y Don Vicente Jiménez Zamora (2004- ), actual obispo diocesano. A todos ellos les dedico este trabajo.

Y a Don Antonio Lasierra, doctísimo asiduo del Blog, a quien todos tanto debemos.

LOS OBISPOS DE OSMA EN EL SIGLO XIX


La diócesis de Osma, hoy Osma-Soria, ha tenido nueve obispos en el siglo XIX. Aunque su antigüedad era mucha, no era de las importantes en España, por lo que tampoco se la consideraba un ascenso para obispos de otras diócesis. Por diversas circunstancias, no fue tampoco una diócesis trampolín que sirviera de aprendizaje a unos obispos encaminados a destinos más importantes. Sólo uno de esos nueve obispos llegó al Burgo de Osma ya consagrado. Y dos partieron a más altos destinos. Uno de estos, Guisasola, llegaría a cardenal, pero por méritos contraídos fuera de la diócesis oxomense.
Llama la atención que de los cinco primeros obispos, cuatro pertenecieran al clero regular, si bien sobre uno de ellos, Garnica, creemos que es infundada la adscripción que algún historiador hace de él al estado religioso: un franciscano, Moya; un capuchino, Garnica, que insistimos en que no lo fue; un jerónimo, Sánchez Rubio; y un benedictino, Horcos.
La procedencia geográfica fue sobre todo de Castilla la Vieja, donde nacieron cinco de lo nueve obispos: dos fueron santanderinos, dos riojanos y uno palentino. Los tres restantes habían nacido en Andalucía, Toledo Aragón y Asturias
Sus pontificados fueron breves o muy breves, salvo en los casos de Lagüera que rebasó los treinta años, de Cavia, que pasó de los quince y de García Escudero que superó los diez. Garnica y Horcos no llegaron a cumplir los diez años al frente de la diócesis. Cinco estuvo Sánchez Rubio, cuatro Guisasola y Moya apenas fue obispo dos años, sin que llegara a pisar la diócesis. Sabau ni siquiera llegó a ser consagrado.
Quien más se hizo notar en el obispado, por su larguísima permanencia al frente del mismo, fue sin duda Lagüera. La gran figura eclesial fue Guisasola, aunque, como ya hemos dicho, fue en otros lugares donde se dio a conocer. Juan de Cavia y Horcos tuvieron un cierto eco nacional, si bien por breve tiempo.


1.- Juan de Moya de la Torre OFM (1799-1801).

No se comprenden bien las razones por las que este fraile franciscano llegó a arzobispo-obispo de Osma. Había nacido en Aracena, entonces archidiócesis de Sevilla y más tarde provincia de Huelva, el 10 de febrero de 1731 .
Profesó en la seráfica Orden y pronto se hizo notar en ella como predicador. Como, al parecer, tenía también dotes de gobierno, pasó a ocupar cargos de cierta relevancia como los de secretario y vicario provincial y fue por dos veces Provincial en Extremadura . Sin duda los desempeñó a satisfacción de sus hermanos de hábito pues aun le veremos en cargos de más relieve como presidente de Capítulo, Definidor general y Comisario general de Indias .
El profesor Cuenca que toma estas noticias de un texto que no hemos podido consultar nos dice, además, que en dicho escrito se le hace también canónigo y dignidad de la Santa Iglesia de Valencia. No abrigamos la menor duda sobre la transcripción de quien es una de las grandes autoridades de la historia eclesiástica contemporánea y seguramente la primera, pero nos extraña un franciscano de canónigo, pues eran estos, destinos del clero secular. Cabe que lo hicieran a título honorífico, como ocurrió con el beato Diego José de Cádiz, por relevantes méritos que le reconocía aquella Iglesia. Lamentamos no poder dejar más esclarecida la cuestión. Sea lo que fuere, parece fuera de toda duda que era uno de los franciscanos más notables de la época.
Inquisidor de la Suprema , tuvo, como tal, un importante papel en un episodio de aquellos días, de notable relevancia. El sospechosísimo obispo Manuel Abad y Lasierra quiso reformar la Inquisición en un intento más de socavar aquella institución que era un firme valladar a sus intentos reformistas. Como era habitual en la anquilosada España de entonces, sobre cada propuesta se solicitaban informes y más informes que, en ocasiones instruían la solución y en otras muchas la posponían in aeternum. A la propuesta del obispo aragonés se opusieron Igual de Soria, en escrito individual y, en otro colectivo, tres notables inquisidores: Juan de Moya, Rafael de Múzquiz y Pedro Luis Blanco. Todos llegarían al episcopado .
Estos méritos, y tal vez otros que se nos ocultan, hicieron que Carlos IV se fijara en él para hacerle su confesor, lo que entonces llevaba aparejado el ser promovido a arzobispo. Y así fue preconizado con el título in partibus infidelium de Farsalia el 21 de febrero de 1794 . Fue consagrado el 29 o el 30 de mayo de ese año en Aranjuez por el Patriarca de las Indias, cardenal Sentmanat, asistido del obispo de Huesca, Armada y del auxiliar de Toledo, Puyal . Fue su padrino el marqués de Santa Cruz, “a nombre del rey” . La página de internet, Catholic-Hierarchy. org, en el día de hoy, 25 de mayo de 2005, y hacemos esta precisión porque en estos lugares caben rectificaciones posteriores, ante estas peculiaridades de la Corte de España cree que su nombramiento fue como obispo auxiliar. Evidentemente no lo fue de ningún otro obispo.
Su promoción arzobispal debió producir especial alegría en su Aracena natal y en la Orden franciscana pues nos queda constancia de un sermón conmemorativo del acontecimiento: Oración panegírica que en la solemnidad de acción de gracias por la exaltación del Illmo. y Rmo. Sr. D. Fr. Juan de Moya de la Torre a arzobispo de Pharsalia y confesor del Rey N. S. Don Carlos IV (Dios lo guarde) celebrado en la iglesia del Castillo de la villa de Aracena por la Hermandad de la Santa Vera Cruz, Señor de la Columna y María Sma. del Mayor Dolor, dixo en el día 27 de julio de 1794, el M. R. P. Fr. Francisco Osorio .
En aquellos tiempos la mayoría de los obispos se consagraban en Madrid o en sus proximidades. Y para esas ceremonias se echaba mano del consagrante que se encontrase en la capital de España. Por eso los auxiliares de Toledo figuran en casi todas ellas si no en todas. Por su cargo de confesor real también estaba allí Moya y por eso pudo participar en buen número de las mismas. Y su jerarquía le daba indudable protagonismo. Así, el 16 de noviembre de 1794 consagra a los obispos de Osma, Melo , y de Mallorca, Nadal . El 30 de noviembre de ese mismo año consagra en San Lorenzo del Escorial al obispo de Salamanca, Fernández Vallejo . El 16 de julio de 1795 participa en La Granja como asistente, en la consagración del arzobispo titular de Seleucia, su viejo amigo, Múzquiz. El consagrante era el cardenal Sentmanat y ante la púrpura había que renunciar al protagonismo . El 15 de noviembre de ese mismo año es el principal protagonista, en El Escorial, de la consagración del obispo de Comayagua, Navas . El 4 de marzo de 1798 consagrará en Madrid a los arzobispos de Zaragoza y Burgos, Company y Arce . Y, por último, el 8 de julio de 1798 consagró en Madrid al obispo de Santa Marta, Santamaría .
Por algunos años desempeñó el difícil oficio de director de la conciencia real hasta que un día, sin que sepamos por qué, se vio trasladado al obispado de Osma. Concretamente el 28 de marzo de 1799 . Fort dice que el 22 de febrero de 1779 en lo que es una clara errata de imprenta en lo que se refiere al año . Nos queda la duda en el día y el mes. Zamora, en su episcopologio oxomense, retrasa el día al 8 de julio . Tal vez sea la de toma de posesión. Que Cuenca retrasa en un mes, la citada toma de posesión, hasta el 8 de agosto de ese año .
¿Había perdido la confianza del rey? ¿Encontró el monarca otro confesor más de su gusto? Nada podemos decir al respecto. Pero lo cierto es que no le recompensó con una diócesis de campanillas.
Llegaba a aquel obispado con título rimbombante. Nada menos que arzobispo-obispo de Osma. Seguramente el primero y el último que conoció la diócesis de San Pedro de Osma. Poco suponía porque no eran aquellos días de reuniones episcopales en las que le correspondería el rango arzobispal y la preeminencia sobre los obispos. Aunque lo tenía. Así podría firmar sus escritos y manifestarse como tal. Pero no hubo nada. No existió.
El cabildo oxomense, ante la incomparecencia del obispo en su diócesis, le escribió el 14 de mayo de 1800 pidiéndole que viniera a hacerse cargo de la misma. El obispo contesta, desde Aracena, el 19 de diciembre de ese año, lo que no indica gran celeridad en la respuesta, diciendo “que ha presentado la renuncia y aun no ha venido el Breve aprobándola” . Estaba claro que el obsequio de quien había sido su confesado, el rey Carlos IV, no agradaba nada al obispo. Si bien cabe, también, que su salud no le permitiera hacerse cargo de esa responsabilidad. Por fin, el 19 de febrero de 1801 , le es aceptada la renuncia del obispado que nunca llegó a pisar.
Y desaparece nuestro obispo. No hemos encontrado ninguna noticia de lo que fue de él hasta la fecha de su muerte que parece ocurrió en 1814. Guitarte no especifica día ni mes como hace con la práctica totalidad de los restantes obispos . Y la web Catholic-Hierarchy dice exactamente lo mismo. Sin duda utilizan la misma fuente. ¿Cómo vivió los últimos años de Carlos IV como rey de España y la invasión francesa? ¿En su Aracena natal? ¿En un convento de su orden? Nada podemos decir al respecto. Sólo asegurar que la diócesis de Osma apenas se enteró de que Juan de Moya había sido su obispo.


2.- José Antonio de Garnica (1801-1810)


De este obispo abrigamos dudas de hasta donde nació aunque es seguro que fue en Cantabria. Guitarte dice que en “la (con l minúscula) Bárcena..., dioc. y prov. de Santander”, el 10 de mayo de 1747 . En ese año aun no existían ni la diócesis ni la provincia pero entendemos que quiere referirse a la situación actual. Catholic-Hierarchy dice que en La Bárcena. Con lo que no nos aclaran gran cosa por existir en Santander dos Bárcenas a secas (Villacarriedo y Santiurde de Toranzo) , más Barcena de Cicero, Bárcena de Cudón, Bárcena de Ebro, Bárcena Mayor y Bárcena de Pie de Concha. Cuenca y Bartolomé dan como villa natal a Bárcena de Cicero .
Por algunos es tenido por capuchino y también, en esta ocasión, surgen las dudas. Como religioso de esa Orden le tienen Guitarte y Catholic-Hierarchy. Nada dicen al respecto Zamora , Cuenca ni Bartolomé . También hace suponer que no lo era el nombre. Porque los capuchinos adoptaban el del lugar en el que habían nacido. Así Fray Diego José de Cádiz, Fray Rafael de Vélez, Fray Ambrosio de Valencina... En este caso tendría que llamarse Fray José Antonio de Bárcena o de Bárcena de Cicero. Pero tampoco esto es concluyente porque, al recibir el episcopado, pudo volver a su nombre en el siglo. Aunque el compostelano siguió siendo Fray Rafael de Vélez y el conquense Fray Fermín de Alcaraz.
Más definitivo nos parece el currículo que nos suministra Cuenca al decirnos que estudió en la Universidad de Toledo, donde se doctoró en Cánones y Leyes –suponemos que respondería a la vieja denominación de in utroque iure-, fue provisor y vicario general en Zaragoza y penitenciario en Córdoba . García-Cuevas confirma la penitenciaría cordobesa . Cargos todos ellos incompatibles con la obediencia capuchina.
Fuera religioso o no, y creemos poder asegurar la negativa, el 23 de febrero o el 28 de mayo de 1801, cuatro días después de aceptarse la renuncia de su antecesor, si damos por buena la primera de las fechas, es nombrado obispo de Osma. Nos inclinamos por ella si fue consagrado, como parece, el 10 de mayo de ese año, en Madrid, por el arzobispo de Burgos e Inquisidor general, Ramón José de Arce, asistido del auxiliar de Toledo, Puyal, y del obispo de Puerto Rico, La Cuerda .
El 7 de junio de 1801, aprovechando, sin duda, su estancia en la corte, asistió a la consagración del obispo de Cádiz, Utrera .
El obispo, “de corte conservador absolutista” , “se ocupó con gran laboriosidad y celo por la pureza de la doctrina católica” , ocupándose especialmente de barrer el jansenismo que de había instalado en la Universidad de Santa Catalina, del Burgo . Campo nos dice que en ella “se había organizado una sociedad secreta de carbonarios por influencia de Tavira” que “agrupaba a canónigos, racioneros y catedráticos de la universidad, capitaneados por Eusebio Campuzano, perteneciente al cabildo y rector de la misma. El proceso incoado por Garnica fue muy largo. Al no comprobarse la existencia de herejías teológicas se les absolvió. Todo quedó en un conato revolucionario y político de origen ilustrado” . Bartolomé hace también mención del incidente al decirnos que Garnica “como obispo procuró la pureza de la doctrina y persiguió a los jansenistas” . No dudamos del celo doctrinal del obispo ni de que en Santa Catalina llegara a formarse un foco jansenizante del que su antecesor Tavira, pese a su breve paso por la diócesis –1796-1798-, sería sin duda el responsable pues, por donde quiera que iba el jansenismo iba con él. Pero, en tan breve tiempo, poco habría podido hacer, por mucho que fuera su celo, y lo de los canónigos carbonarios en Osma se nos antoja exagerado e incluso anticipado en el tiempo. En ello coincidimos con la opinión de Bartolomé que afirma taxativamente: “la línea ideológica de los capitulares oxomenses fue siempre la tradicional y patriótica de acuerdo con sus obispos diocesanos” . Alguna excepción, como lo fue Campuzano y tal vez algún otro no permiten, creemos, generalizaciones.
Todavía nos encontraremos a este inquieto canónigo, abad de San Bartolomé y hermano del activo político Joaquín Francisco Campuzano, en esta historia del episcopado oxomense pero no debemos adelantar acontecimientos pues estos ocurrirán bastantes años después.
Del año 1807 es su relación a Roma con motivo de la visita ad limina que creemos no realizó personalmente. Por el fragmento de la misma que transcribe Bartolomé, nos enteramos de que Campuzano, no era todavía sacerdote, el único en esa situación en el cabildo, aunque ya tenía encomendado el abadiato . Por ella también sabemos que sus “muchos trabajos”, lo que seguramente era una exageración, y “una notable falta de salud” no le habían permitido concluir la santa visita . Ni que decir tiene que con la que se le vino encima aquella quedó inconclusa.
Bartolomé da cuenta, en este mismo año, de un hecho que debería haber pesado gravemente en la vida intelectual de El Burgo y su obispado, si bien, acontecimientos inmediatos mucho más graves, harían sin duda que pasara casi desapercibido. Me refiero a la supresión en 1807 de la Universidad de Santa Catalina y del traslado de su biblioteca y utensilios pedagógicos a Valladolid, según nos dice Bartolomé, y que ello ocurrió por “la decidida intervención de Oñate” . En 1814 la restablece Fernando VII pero el obispo ya había fallecido.
Debieron transcurrir tranquilamente sus días, salvo este incidente antijansenista y el cierre de Santa Catalina, en aquel tranquilo obispado, hasta que las renuncias en Bayona de nuestros reyes en 1808 alteraron aquella calma secular. Y a la diócesis llegó la orden de que el obispo designara un párroco para que acudiera a aquella localidad francesa para colaborar en la redacción de la que sería la primera de las Constituciones que conoció nuestra patria. Obedeció el obispo que parecía contemplar resignado el cambio de régimen .
E inmediatamente comenzarían las complicaciones que para el obispo y la diócesis alcanzaron aspectos de tragedia, análogos a los que se vivían en el resto del solar patrio. No desmereció el esfuerzo patriótico de la diócesis de Osma del de otros obispados de España y así hallamos en la Gaceta de Madrid el siguiente relato bien significativo: “Osma 30 de septiembre. El cabildo de la Santa Iglesia de Osma, que había ofrecido la tercera parte de todas sus rentas durante la guerra, condescendiendo a los deseos del Excmo. Sr. Capitán general de Castilla la Vieja, y subrogando un nuevo donativo, ha entregado en la tesorería del ejército 235.575 rs. vn. , los 120.000 en nombre del mismo cabildo, y los restantes de los fondos que estaban a su disposición, con calidad de reintegro, y además ha ofrecido toda la plata de la iglesia que no sea necesaria para el culto. Igualmente el prior de dicha Santa Iglesia, como capellán mayor de la real capilla de la Concepción dio la cantidad de 19.734 rs., que era toda la cantidad que había en ella. Es muy digno de imitación este distinguido rasgo de generosidad con que el cabildo de Osma ha acreditado su celo en beneficio de la patria” . Pero ni la generosidad de la Iglesia ni el patriotismo de los sorianos, que acreditarían más que sobradamente en la guerrilla, pudieron contener a las tropas napoleónicas que el 20 de noviembre de 1808, con unos efectivos superiores a los 25.000 hombres, entraban en el Burgo de Osma. Inútil fue que se cerraran las puertas de la catedral porque, al día siguiente, fueron derribadas por la soldadesca francesa y saqueadas las riquezas del templo. Igual suerte corrieron otras iglesias de la diócesis . Tras el expolio y por motivos que desconocemos, los franceses obligaron al obispo y a los canónigos a residir en Soria y, poco después, el comandante francés de la provincia de Soria exige al obispo, y al clero diocesano, el juramento de fidelidad a José I. Debió parecerle ya demasiado al prelado que, con riesgo cierto, desapareció. Vivió algún tiempo oculto en pueblos perdidos de la diócesis, jugándose permanentemente la prisión y hasta tal vez la vida, y pasó al fin a Teruel y por último a Murcia.
Y ahora una última duda sobre este obispo del que ya hemos apuntado unas cuantas. Según Guitarte, Zamora y Catholic-Hierarchy falleció en la capital murciana el 10 de enero de 1810 . Bernabé dice que “por 1810” . Suponemos que acogido a la caridad de su hermano en el episcopado. Pero la sorpresa surge cuando hay autores que nos dicen que José Bonaparte le desposee de la diócesis el 13 de junio de 1810 . ¿No se había enterado el rey intruso del fallecimiento del prelado? El biógrafo de Félix Amat, a quien José I intrusaba en la diócesis, afirma la ignorancia del Gobierno de Madrid al respecto .
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