¿En el principio era el absurdo? (Nietzsche). Más bien en el princpio era el Logos

NAVIDAD

  1. En el principio.

         El prólogo, el comienzo del evangelio de Juan es himno solemne, tiene un cierto tono de majestuosidad, quizás porque en el prólogo de San Juan se encuentran todos los temas que irá desarrollando en este Evangelio: Palabra, vida, luz, tinieblas, etc.

Por otra parte, Juan comienza su evangelio como una transparencia del comienzo del libro del Génesis:

En el principio creó Dios los cielos y la tierra.

La tierra era caos y confusión y oscuridad, (Gn 1).

         San Juan inicia su evangelio: eu-angelion con énfasis:

En el principio existía no un caos, confusión y oscuridad,

sino la Palabra y la luz.

Sin embargo hoy, nuestro momento cultural vive -vivimos- más bien en otro contexto:

La parodia más seria que he oído es esta: En el principio era el absurdo y el absurdo era Dios y Dios era el absurdo.

(NIETZSCHE, F. (1844-1900) Demasiado humano).

         ¿No es difícil sobrevivir por largo tiempo en el absurdo. Vacunas aparte, ¿no es difícil sobrellevar la pandemia, el sufrimiento, el dolor, la muerte en el absurdo?

         Evangelizar no es repetir fórmulas doctrinales, palabras y más palabras, sino transmitir sentido. ¿Por qué hoy la Iglesia, el Magisterio no acierta a transmitir un poco de esperanza, de sentido? Los cristianos no vamos a descubrir la vacuna maravillosa, pero sí que podemos vivir y comunicar sentido de la vida, esperanza, ganas de vivir.

  1. Logos: Palabra.

Me decía un amigo, Juan Miguel Díaz Rodelas (muerto recientemente), gran biblista y director de la traducción de la Biblia de la Conferencia episcopal española, que, a la hora de fijar la traducción del término “palabra – logos” del prólogo de San Juan: en el principio existía la Palabra, el Verbo, dudaban si no dejar el término griego: logos. En el principio existía el logos. Porque “Palabra” no recoge todo el contenido del término logos: que es sentido, razón, sensatez, verdad.

         La Palabra de Dios no es un “vademecum” de verdades religiosas. La Palabra de Dios no es el catecismo, sino que la Palabra de Dios es JesuCristo. San Juan de la Cruz, (1542-1591), lo dice espléndidamente: una vez que Dios había pronunciado su palabra en su Hijo, ya no tenía más que decir.

Pon los ojos sólo en Él, porque en Él lo tengo todo dicho y revelado. Él es toda mi Palabra y respuesta.[1]

         JesuCristo es la Palabra, el sentido, el logos, lo que Dios nos quería decir.

  1. La Palabra era y es luz y vida.

         JesuCristo es la Palabra, la luz y la vida de Dios. Son vivencias de fe expresadas continuamente en san Juan.

         Es cierto que las cosas siguen mal, y ahora con la pandemia, peor. Podríamos decir que “el Reino de Dios” no termina de llegar, pero Cristo está ya entre nosotros

         La Navidad es un momento para encontrar a Dios en la debilidad, que es luz y vida. La fragilidad de Jesús es La Palabra se hizo carne, (Jn 1,14).

         El conocido argumento sobre quién es Dios de San Anselmo (1033-1109):

Dios es aquel que mayor no puede ser pensado, en Navidad se puede invertir y decir que: Dios es aquel que menor no puede ser pensado: un pobre niño nacido en una humilde familia.

La debilidad de Dios hecho ser humano es la Palabra de Dios, transparenta a Dios. Los cristianos (si lo somos) vemos a Dios y estamos con Dios, cuando tocamos periferias, enfermos, pateras, Lampedusas, pobreza, que son sacramento de JesuCristo.

         Dios es como el sol, no lo podemos mirar porque quema nuestras pupilas. Es una luz demasiado intensa. Necesitamos un filtro y un camino para “ver” a Dios. Tal camino es JesuCristo. En Él vemos reflejado a Dios.

  1. Celebrar a Dios en la tierra.

         Este año la Navidad, la vida está siendo dura. La pandemia es un mundo oscuro, una amenaza. La Navidad es luz, paz.

Quién sabe por qué caminos: quizás por el de la búsqueda en la noche de los Magos, tal vez por el camino de la decepción y desesperanza de los dos de Emaús, quizás por la travesía del desierto de la libertad del Éxodo, vamos llegando a la luz, a la Palabra y así, buscando fragmentos de luz, hilvanamos nuestra vida construyendo nuestra biografía.

La palabra, (el Logos, es quien confiere sentido a nuestro ser y acontecer. La luz y la Palabra nos pueden iluminar tenuemente en

Un encuentro personal (palabra) con un familiar o compañero, en una conversación (palabra) con el médico, en la intimidad y sinceridad matrimonial (palabra),en una conversación (palabra) con un amigo, en una lectura (palabra), en un rato de oración y pensamiento (palabra), desde la misma Palabra. Con la Palabra, el Logos, la razón llegamos a intuir, a ver y a dar salida a los problemas y situaciones difíciles en la fe, en la configuración humilde de nuestro pequeño mundo conceptual y sensitivo.

Lo propio, lo específico de Dios y del hombre es la Palabra. ¿Qué es lo que nos constituye en seres humanos, en personas sino la Palabra, el lenguaje, la cultura, la revelación?

Lo que humaniza la vida personal, la alimentación, la sexualidad, el amor, la convivencia, la política: la vida comunitaria, las negociaciones en los conflictos, la enfermedad, la depresión, es la Palabra

Podemos orar en nuestro interior con Blas de Otero[2]:

Si he perdido la vida, el tiempo,

todo lo que tiré, como un anillo, al agua,

si he perdido la voz en la maleza,

me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo

lo que era mío y resultó ser nada,

si he segado las sombras en silencio,

me queda la palabra.

         Todo tiene una luz y una palabra sensata en la vida: en el caos personal, en las tinieblas, en el pecado y en la muerte.

  1. Celebrar la navidad.

         Algo de esto, y mucho más, que escapa a nuestra razón y palabra humanas, es celebrar la Navidad y la Palabra.

         El viento de Dios aleteaba por encima de las aguas (Gn 1,1). Es el mismo viento (Espíritu) que majestuosamente sobrevuela las aguas y tempestades humanas. Es el viento que dio aliento a María de la que nació el que es Palabra, razón y sentido del Universo y de nuestro ser y acontecer. La Palabra se hizo uno de nosotros, (Jn 1,14).

         Si no feliz, al menos sí, una esperanzada Navidad.

[1] Subida al Monte Carmelo, II, 22,5.

[2] Poeta bilbaíno (1916-1979).

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