BENDICIONES
La palabra Bendiciones se ha generalizado a partir de los evangélicos. Se utiliza sobre todo como palabra de despedida. Sustituye a otras fórmulas que se han usado desde hace mucho tiempo, como Hasta luego, Hasta mañana, Hasta la próxima, y sobre todo a la más usada de todas, que es Adiós, una palabra de raíz religiosa, equivalente a Vaya usted con Dios. Sustituye incluso a una fórmula mucho más reciente, nacida del inglés americano, como es Nos vemos. Por brevedad, se dice solamente Bendiciones; pero se entiende que la fórmula completa es Bendiciones de Dios.
Esta palabra se ha extendido entre los católicos no menos que entre los evangélicos. Y no es raro recibir ese saludo de una persona que no frecuente la Iglesia. Incluso un taxista con el que tuve una conversación religiosa todo el viaje, me despidió a la puerta de mi casa, tras una pequeña vacilación, con la palabra Bendiciones.
No deja de ser una bella palabra. Me hubiera gustado tomarla para uso corriente. Pero ocurre que, para los evangélicos, no significa bendiciones espirituales, sino bendiciones materiales. Así, simplemente. Por lo tanto, posesiones de todo tipo, terrenos, casas, carros, etc.; y dinero, en cualquiera de las formas. No hay que sorprenderse demasiado, porque ellos utilizan de forma dominante, incluso casi absoluta, el Antiguo Testamento. Se podría decir que, tanto en el culto como en la instrucción religiosa y el compromiso de su vida, han sustituido la teología de Pascua por la teología de la prosperidad.
Si nos fijamos bien, observamos que parece una vuelta, en toda regla, al Antiguo Testamento. Así se ve en el uso de Jehová en vez de El Padre, que es lo propio de Jesús; el diezmo, que se recogía para los sacerdotes y los levitas; la elección casi exclusiva de temas del Antiguo Testamento para la predicación y el culto; el celo exagerado en la destrucción de las imágenes, en un tiempo en que los problemas son completamente diferentes…. Aunque dicen que Jesús los ha cambiado, no le siguen en nada. Jesús no es un modelo ni un referente para ellos, simplemente porque no predican sobre textos evangélicos, sino sobre textos del Antiguo Testamento. Las enseñanzas de la mayoría de los pastores no tienen en cuenta las enseñanzas de Jesús, sino las de Moisés. Y tampoco del todo, porque no utilizan los textos sociales que abundan también en el Antiguo Testamento, empezando por la Legislación Solidaria, que merecen mucha atención, y siguiendo por los profetas, los grandes y los menores, que tienen potentes textos sociales. Es un engaño que su propia gente desconoce. Hasta es posible que Jesús sea para ellos el equivalente a Dios. Decir Jesús o decir Dios es lo mismo para ellos. Algo de esto le pasa a gran parte de los católicos, que desconocen la humanidad de Jesús. Dicen Jesús como podrían decir Yahveh o Jehová. No se trata de Jesús, hijo de Dios humanado, sino de Dios, el Dios del Antiguo Testamento.
En un número de la revista Orientación publiqué hace muchos años el encuentro de una pareja católica, casada recientemente, con un evangélico. El evangélico, antiguo amigo de la pareja en cuestión, tuyo la gentileza de llevarlos en su carro desde Sonsonate hasta San Salvador, unos 60 kilómetros. Después de los primeros comentarios banales, la conversación giró hacia el tema religioso. O sería más exacto decir que se transformó en un sermón misionero evangélico, con el propósito explícito de atraer a los dos esposos hacia la Iglesia Bautista. “Tienen que convertirse a Jesucristo, porque Él es el enviado de Dios y nuestra salvación”. “Pero nosotros ya estamos con Jesús; tenemos fe en El y participamos en una comunidad”. “No, pero no saben quién es Jesucristo, porque Él es nuestro Salvador”, etc., etc. Y vuelta a la misma canción, repetida una y otra vez, como si él no hubiera oído la clara declaración de fe de los dos esposos. Así hicieron todo el viaje. “Lo peor fue, me contaban los esposos, que luego le dio por hablarnos de las bendiciones de Dios”. La esposa añadió que sentía vergüenza de las promesas del conductor, porque aquello no era evangelio, sino el anti-evangelio. “Ustedes, profesionales los dos, que podrían recibir muchísimas bendiciones de Dios y conseguir dinero, si se convirtieran a Jesucristo, en vez de vivir ajustados, como andan ahora; y tendrían un buen carro y una casa como Dios manda”.
Después de aquella conversación, recordé la primera vez que me hablaron de bendiciones de Dios, entendidas como ventajas materiales: otra pareja católica de San Salvador, de muy buena posición, que me contaba que Dios los había bendecido ampliamente, porque el esposo había conseguido una magnífica beca para especializarse en los Estados Unidos; y la esposa, unas clases bien remuneradas. Y dije en mi interior, sin dejarlo traslucir: ‘Hijos de la gran Mentira”. Y seguí diciéndome a mí mismo cosas como estas: ‘Primero te licenciaste en los EEUU, porque eras de buena posición; después conseguiste la cátedra en una universidad, porque habías estudiado en los EEUU; y finalmente has obtenido esta magnífica beca por todo lo anterior. Y a esos ‘milagros’ de la injusticia organizada los llamas bendiciones de Dios. A ningún hijo de una zona marginal, por listo que sea, le caerán esas prebendas. ¿Por qué será Dios tan arbitrario y tan cruel? Amós diría: Aborrezco vuestras bendiciones; me dan asco’. Pero me callé como un mudo y sonreí como pude; con dolor, por supuesto, por los pobres, y porque los dos eran católicos, educados en colegios católicos de altura, cómo no. Esto recordaba yo al anochecer de aquel día, después que los recientemente casados me contaron el “apostólico” viaje que habían hecho con el amigo de religión bautista, empeñado en convertirlos, prometiéndoles, a cambio, muchas bendiciones de Dios, todas ellas económicas y al margen de la justicia. Gracias a Dios mi cólera no me quitó el sueño y me dormí pronto.
Decía que me hubiera gustado tomar esa bella palabra para uso corriente en saludos y despedidas. Pero no ocurrirá tal cosa, por lo que he expuesto en esta nota. Creo que nunca he usado ese saludo, por más que sea corriente entre muchos católicos amigos y conocidos. Y veo difícil que la use en adelante. Y si la he usado alguna vez, he añadido sin vacilar que mis buenos deseos se refieren a las bendiciones del Espíritu; o cambio de palabra para decir, como digo en este comienzo de año a cuantos me lean: ‘Te deseo de corazón los bienes del Espíritu’.
Patxi Loidi, 2 de enero de 2019. francisco.loidi@gmail.com
PS. Y un saludo cariñoso a los HH. Maristas, que este día celebran el aniversario de su fundación, ocurrida hace algo más 200 años.
Esta palabra se ha extendido entre los católicos no menos que entre los evangélicos. Y no es raro recibir ese saludo de una persona que no frecuente la Iglesia. Incluso un taxista con el que tuve una conversación religiosa todo el viaje, me despidió a la puerta de mi casa, tras una pequeña vacilación, con la palabra Bendiciones.
No deja de ser una bella palabra. Me hubiera gustado tomarla para uso corriente. Pero ocurre que, para los evangélicos, no significa bendiciones espirituales, sino bendiciones materiales. Así, simplemente. Por lo tanto, posesiones de todo tipo, terrenos, casas, carros, etc.; y dinero, en cualquiera de las formas. No hay que sorprenderse demasiado, porque ellos utilizan de forma dominante, incluso casi absoluta, el Antiguo Testamento. Se podría decir que, tanto en el culto como en la instrucción religiosa y el compromiso de su vida, han sustituido la teología de Pascua por la teología de la prosperidad.
Si nos fijamos bien, observamos que parece una vuelta, en toda regla, al Antiguo Testamento. Así se ve en el uso de Jehová en vez de El Padre, que es lo propio de Jesús; el diezmo, que se recogía para los sacerdotes y los levitas; la elección casi exclusiva de temas del Antiguo Testamento para la predicación y el culto; el celo exagerado en la destrucción de las imágenes, en un tiempo en que los problemas son completamente diferentes…. Aunque dicen que Jesús los ha cambiado, no le siguen en nada. Jesús no es un modelo ni un referente para ellos, simplemente porque no predican sobre textos evangélicos, sino sobre textos del Antiguo Testamento. Las enseñanzas de la mayoría de los pastores no tienen en cuenta las enseñanzas de Jesús, sino las de Moisés. Y tampoco del todo, porque no utilizan los textos sociales que abundan también en el Antiguo Testamento, empezando por la Legislación Solidaria, que merecen mucha atención, y siguiendo por los profetas, los grandes y los menores, que tienen potentes textos sociales. Es un engaño que su propia gente desconoce. Hasta es posible que Jesús sea para ellos el equivalente a Dios. Decir Jesús o decir Dios es lo mismo para ellos. Algo de esto le pasa a gran parte de los católicos, que desconocen la humanidad de Jesús. Dicen Jesús como podrían decir Yahveh o Jehová. No se trata de Jesús, hijo de Dios humanado, sino de Dios, el Dios del Antiguo Testamento.
En un número de la revista Orientación publiqué hace muchos años el encuentro de una pareja católica, casada recientemente, con un evangélico. El evangélico, antiguo amigo de la pareja en cuestión, tuyo la gentileza de llevarlos en su carro desde Sonsonate hasta San Salvador, unos 60 kilómetros. Después de los primeros comentarios banales, la conversación giró hacia el tema religioso. O sería más exacto decir que se transformó en un sermón misionero evangélico, con el propósito explícito de atraer a los dos esposos hacia la Iglesia Bautista. “Tienen que convertirse a Jesucristo, porque Él es el enviado de Dios y nuestra salvación”. “Pero nosotros ya estamos con Jesús; tenemos fe en El y participamos en una comunidad”. “No, pero no saben quién es Jesucristo, porque Él es nuestro Salvador”, etc., etc. Y vuelta a la misma canción, repetida una y otra vez, como si él no hubiera oído la clara declaración de fe de los dos esposos. Así hicieron todo el viaje. “Lo peor fue, me contaban los esposos, que luego le dio por hablarnos de las bendiciones de Dios”. La esposa añadió que sentía vergüenza de las promesas del conductor, porque aquello no era evangelio, sino el anti-evangelio. “Ustedes, profesionales los dos, que podrían recibir muchísimas bendiciones de Dios y conseguir dinero, si se convirtieran a Jesucristo, en vez de vivir ajustados, como andan ahora; y tendrían un buen carro y una casa como Dios manda”.
Después de aquella conversación, recordé la primera vez que me hablaron de bendiciones de Dios, entendidas como ventajas materiales: otra pareja católica de San Salvador, de muy buena posición, que me contaba que Dios los había bendecido ampliamente, porque el esposo había conseguido una magnífica beca para especializarse en los Estados Unidos; y la esposa, unas clases bien remuneradas. Y dije en mi interior, sin dejarlo traslucir: ‘Hijos de la gran Mentira”. Y seguí diciéndome a mí mismo cosas como estas: ‘Primero te licenciaste en los EEUU, porque eras de buena posición; después conseguiste la cátedra en una universidad, porque habías estudiado en los EEUU; y finalmente has obtenido esta magnífica beca por todo lo anterior. Y a esos ‘milagros’ de la injusticia organizada los llamas bendiciones de Dios. A ningún hijo de una zona marginal, por listo que sea, le caerán esas prebendas. ¿Por qué será Dios tan arbitrario y tan cruel? Amós diría: Aborrezco vuestras bendiciones; me dan asco’. Pero me callé como un mudo y sonreí como pude; con dolor, por supuesto, por los pobres, y porque los dos eran católicos, educados en colegios católicos de altura, cómo no. Esto recordaba yo al anochecer de aquel día, después que los recientemente casados me contaron el “apostólico” viaje que habían hecho con el amigo de religión bautista, empeñado en convertirlos, prometiéndoles, a cambio, muchas bendiciones de Dios, todas ellas económicas y al margen de la justicia. Gracias a Dios mi cólera no me quitó el sueño y me dormí pronto.
Decía que me hubiera gustado tomar esa bella palabra para uso corriente en saludos y despedidas. Pero no ocurrirá tal cosa, por lo que he expuesto en esta nota. Creo que nunca he usado ese saludo, por más que sea corriente entre muchos católicos amigos y conocidos. Y veo difícil que la use en adelante. Y si la he usado alguna vez, he añadido sin vacilar que mis buenos deseos se refieren a las bendiciones del Espíritu; o cambio de palabra para decir, como digo en este comienzo de año a cuantos me lean: ‘Te deseo de corazón los bienes del Espíritu’.
Patxi Loidi, 2 de enero de 2019. francisco.loidi@gmail.com
PS. Y un saludo cariñoso a los HH. Maristas, que este día celebran el aniversario de su fundación, ocurrida hace algo más 200 años.