Madre de locos, moribundos y condenados a muerte

Necesitamos consuelo y esperanza, signos de un futuro que todos deseamos que sea más solidario. Y necesitamos políticos que hagan algún gesto positivo.

Este próximo domingo, 10 de mayo, en la diócesis de Valencia se celebra la fiesta de la patrona, la Virgen de los Desamparados. Bien podríamos decir que el primer desamparado con el que se encontró María, fue su hijo Jesús, cuando iba camino del calvario, cargado con la cruz. En este duro camino, había unas mujeres que lloraban amargamente. Entre ellas debía estar María. Jesús, agradecido por esta compasión, les dice: No lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. ¿Qué debió entender María, ella que lloraba por su Hijo, cuando oyó que su Hijo le pedía que llorase por otros hijos? María estaba llamada a ser Madre de todos los hombres, sobre todo madre y consuelo de los afligidos. Sin duda frente a la cruz, se acordaba de estas palabras de Jesús. Pero por si las había olvidado, Jesús, en la cruz, se dirige a su madre y le dice, mirando a Juan que estaba al lado de su madre: ahí tienes a tu hijo. Jesús le invita a dejar de dirigir su mirada a quién más quiere, para dirigirla a quién más le necesita.

Delante de la cruz María estaba apenada. Jesús le invita a ir más allá de su dolor. Le invita a traducir este dolor en compasión. Compasión es padecer con otros. Es solidaridad, comprensión. Y la compasión que Jesús pide de María es una compasión universal, que se extiende a todos sin excepción. ¡Ella es Madre de todos los hombres! Su compasión alcanza a todos los seres humanos, sobre todo a los que más sufren, a los enfermos, los tristes, los solitarios, los marginados, los pobres.

Los valencianos han comprendido muy bien este papel compasivo y consolador de María, pues la veneran con el hermoso título de Madre de desamparados. María es Madre de los que no tienen amparo. Estos que no tenían amparo, cuando en Valencia se comenzó a llamar a María con este título, eran los locos, los moribundos y los condenados a muerte.

Hoy, el amparo de María bien puede extenderse sobre tantas personas afectadas por el covid-19. Unos han fallecido, otros no han podido despedir a sus seres queridos, otros han sufrido la enfermedad y se han recuperado. Todos lo han pasado mal. Los que se han recuperado cuentan los momentos de angustia y soledad que han vivido. Alguno me ha dicho que lo que más necesitaba era un abrazo. En estos momentos solo son posibles abrazos imperfectos, como son los virtuales. Pero estos abrazos imperfectos pueden ser motivo de consuelo y de esperanza, signos de un futuro que todos deseamos que sea más solidario.

Voy a ser un ingenuo y terminar deseando que los partidos políticos den algún pequeño paso, aunque sea imperfecto, pensando en el bien de todos. No es momento para pelearse, sino para remar todos juntos. ¿Seguro que no hay ni un solo espacio en el que puedan encontrarse? ¿No hay modos menos ofensivos de decir las cosas?

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