La Red de Universidades para el Cuidado de la Casa Común (RUC), reflexiona en torno a la Amazonía "Todos y todas somos Amazonía", una reflexión creciente en el ámbito eclesial y académico

Encuentro virtual promovido por la RUC
Encuentro virtual promovido por la RUC

El Sínodo para la Amazonía fue un momento en el que “se nos presentó la Amazonía a los ojos de la Iglesia”, de donde “salió una Iglesia comprometida en alianza con una realidad, para defender la vida del planeta y de los pobres

“La pandemia nos debe llevar a preguntarnos las conversiones que esto produce en nosotros, a ver que no todo está resuelto, de volver a los elementos esenciales, de ver que los pueblos orginarios muestran otras maneras de ver la realidad

"La devastación de la Creación ya no es solo un tema ético, es un pecado religioso, porque rompe la relación originaria de la Creación con el ser humano”

Laudato Si es “un buen instrumento para generar un orden económico más justo, con una mejor relación con la naturaleza y un mayor control social y participación de los actores involucrados, como las comunidades originarias”

Europa vive “en una sociedad donde ya no sentimos la vinculación con la naturaleza”

En Laudato Si aparece la “capacidad del Papa Francisco para entender el lenguaje del hombre y la mujer actual, se pone en la situación de un ciudadano común”

Amazonía

El cuidado de la Casa Común se está convirtiendo en una preocupación cada vez mayor, algo que se ha visto impulsado con la celebración de la Semana Laudato Si, que se va a extender durante un año. Inclusive en el ámbito académico esta reflexión está cada vez más presente, buscando crear conciencia en las generaciones más jóvenes.

La Red de Universidades para el Cuidado de la Casa Común (RUC), nació en 2016 y hoy forman parte de ella 38 universidades. Lo que impulsó esta red fue la encíclica Laudato Si, que como reconoce Francisco Piñón, Secretario de la RUC, está “dirigida no solo a los católicos, sino a todos los hombres y mujeres del planeta, nos convoca a un diálogo para encontrar un camino para que el mundo pueda seguir”, mostrando la necesidad de una revalorización de la vida y una exigencia “de cuidar si queremos que la especie humana continúe sobre la tierra”.

A lo largo de las últimas semanas, la RUC viene realizando diferentes encuentros virtuales de reflexión, el último era este viernes, 12 de junio, sobre el tema "Todos y todas somos Amazonía", en el que participaron Monseñor Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, el secretario Ejecutivo de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), Mauricio López, Susana Nuin, de Clacso, y el rector de la universidad Nacional de Jujuy, Rodolfo Tecchi.

El evento, que contó con la participación de rectores desde México a la Patagonia, pretendía hacer eco "del grito desesperado de la Tierra y de los pobres en Amazonía, cuyo drama hoy se ve agravado por los efectos devastadores de la pandemia", un aspecto en el que insistía Enrique del Percio, rector de la Universidad de San Isidro, Argentina, que era la anfitriona del encuentro. En sus palabras destacaba que “el que no tiene más modo de hacerse oír a través de argumentos, no tiene más remedio que gritar”, enfatizando los estragos que el coronavirus está haciendo en la región amazónica, donde según datos recogidos por la REPAM este día 12, ya hay 274.479 casos confirmados y 10.589 fallecidos, de una población de 33 millones.

Monseñor Ojea

El Sínodo para la Amazonía fue un momento en el que “se nos presentó la Amazonía a los ojos de la Iglesia”, en la palabra de Monseñor Ojea, que fue uno de los padres sinodales. Él destaca el trabajo impresionante de la REPAM durante el proceso sinodal, lo que motivó una gran participación del Pueblo de Dios. Aprovechando las palabras del Papa Francisco, el presidente del episcopado argentino, hablaba de la Amazonía como “una hermosura desfigurada, descrita en varios poemas que aparecen en Querida Amazonía”, que nos muestra una belleza y una riqueza de la biodiversidad, desfigurado por el maltrato del extractivismo, la contaminación del agua, la desertificación, la tala indiscriminada, la extinción de las especies.

El prelado argentino ve “el Sínodo como eco continúo de la vida de los pobres, de la realidad de la Amazonía, que tiene su eco en otras partes del planeta, en el caso de Argentina en el acuífero guaraní y la selva chaqueña”. Ojea destaca la riqueza de haber podido escuchar los testimonios de las voces del territorio, de los representantes de las comunidades locales. La consecuencia de todo eso fue que “salió una Iglesia comprometida en alianza con una realidad, para defender la vida del planeta y de los pobres”. En ese sentido, considera la Amazonía como “un territorio para aterrizar Laudato Si y desplegar los sueños de Querida Amazônia”. En medio de un contexto de depredación, de maltrato, acentuado por la pandemia, “queremos dar una visibilidad particular a la Amazonía”, enfatizaba el obispo de San Isidro.

Alguien que tiene un vasto conocimiento de la realidad amazónica es Mauricio López, quien considera iniciativas como la RUC, “un signo profético en estos tiempos”. En sus palabras destacaba el énfasis que el Papa Francisco ha hecho en centrarse en lo más importante, la periferia es el centro, y en lo que eso significa en sentido evangélico, pero también en el sociológico, en clave socio-política, ecológica. Por eso, el secretario ejecutivo de la REPAM insiste en que “la pandemia nos debe llevar a preguntarnos las conversiones que esto produce en nosotros, a ver que no todo está resuelto, de volver a los elementos esenciales, de ver que los pueblos orginarios muestran otras maneras de ver la realidad”.

Mauricio López

Basándose en las palabras de Theilard de Chardin, que nos dice que “no somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual, somos seres humanos teniendo una experiencia humana”, destaca la perspectiva de la encarnación, que debe llevarnos a “cambiar la visión de dominación, de someter, del Caín que sigue venciendo en nosotros por encima del Abel”. Mauricio destaca tres grados de exclusión que viven los pueblos amazónicos: histórica, marcada por la colonización, de la que también ha participado la Iglesia, por el racismo, por la superioridad cultural que acaba con la belleza diversa; estructural, manifestada en la pobreza, desigualdad y falta de acceso a los servicios básicos, que hoy se hace todavía más evidente en lugares que dan riquezas a los estados; exclusión ante la pandemia, sin una salud mínima, sin protocolos serios de atención diferenciada.

Ya son siete mil indígenas contagiados y 700 muertos entre estos pueblos, siendo 120 las nacionalidades afectadas, "incluso en los lugares más alejados, porque el extractivismo voraz no ha entrado en cuarentena", según Mauricio López, que habla del grave aumento de la deforestación, de las quemas. Ante esta situación de injusticia social, es necesario “aprender desde la prácticas de los pueblos, reciprocidad, redistribución, solidaridad, para pensar otra posible humanidad”. También de “preguntarnos cuál es nuestra Amazonía, cómo encontrar en la diversidad de los pueblos nuevos caminos y aprender otras maneras de relacionarnos con nuestro entorno, entre nosotros y también con lo trascendente”.

En nuestra sociedad actual, “estamos ante un pecado en sentido extenso, la devastación de la Creación ya no es solo un tema ético, es un pecado religioso, porque rompe la relación originaria de la Creación con el ser humano”, en opinión de Susana Nuin. Ella ve esta realidad “como fruto del sistema económico en el que vivimos que va contra el bien común”, considerándolo como un pecado personal, interpersonal, comunitario, social, cósmico. Una situación que demanda la necesidad de confesar los males ecológicos, como camino para convertirnos y ver como pensar la forma de restituir el bien”, de superar la ambición desenfrenada que se provoca en torno al límite ecológico, que ya Basilio de Cesarea definía como “estiércol del diablo”.

Susana Nuin

En opinión de Nuin, “el respeto a la vida y a los derechos humanos ya no es una elección, es una tarea política y un deber social, son un requisito de fe”. Ella insiste en que “Laudato Si es un documento en el que nos hemos quedado entrampados en el tema ambiental y no nos damos cuenta que marca una diferencia sustancial en el camino del pensamiento social cristiano”. En ese sentido, partiendo de la idea de que la Amazonía es un tema mundial, pues se vive a partir de la Amazonía, destaca a la REPAM como entramado religioso y político, de cómo poder, estar y ser con los otros, como propuesta ética, religiosa, social y cultural.

Estamos ante la necesidad de cuestionarnos la posibilidad de interculturalidad que podemos tejer con nuestros pueblos, la posibilidad de interdependencia socio-política-cultural-económica. Esto lleva, según Susana Nuin a “hacer posible una geopolítica de la esperanza, con los pies en la tierra, con el corazón puesto en nuestros pueblos y en el Evangelio, y abierto a todas las personas de buena voluntad, en la perspectiva de Laudato Si, un documento basado en el diálogo, como nunca otro documento dialogó, en todos los niveles y con todo mundo”.

La realidad de la Amazonía también está presente en Argentina, según Rodolfo Tecchi, lo que se manifiesta en el avance de la frontera agropecuaria, que produce conflictos con las poblaciones originarias, fruto de una “relación asimétrica con la naturaleza que termina produciendo la gravedad de los problemas ambientales que tenemos”. El rector de la Universidad de Jujuy sostiene que la pandemia demostró que el orden mundial vigente no sirve para resolver los problemas cuando la humanidad está en peligro. Él insiste en que todavía hay una oportunidad de tener una relación justa con la naturaleza, que tiene la posibilidad de renacer si la damos espacio.

Por eso, es fundamental, según Tecchi, “pensar si después de la pandemia vamos a hacer lo mismo que hacíamos antes, porque vamos a chocar infinitas veces con estas desgracias, o pensamos si vamos a construir una sociedad más justa, con una relación más armónica con la naturaleza”. Él ve la Laudato Si, que goza del respeto del mundo académico, como “un buen instrumento para generar un orden económico más justo, con una mejor relación con la naturaleza y un mayor control social y participación de los actores involucrados, como las comunidades originarias”. Por el contrario, “seguir fomentando la pobreza va a provocar relaciones inequitativas con la naturaleza, que terminarán poniendo en peligro el futuro del planeta y de la humanidad”, lo que demanda que desde la universidad se forme a las generaciones jóvenes en la necesidad de una relación más justa con la naturaleza, de poner la técnica al servicio de una ética que construya un mundo y una sociedad más justa.

Rodolfo Tecchi

Fuera de la realidad latinoamericana, Europa vive “en una sociedad donde ya no sentimos la vinculación con la naturaleza”, como reconocía Sandra Lassak. Esto presenta a las sociedades modernas “el reto de reconectarnos con la naturaleza para ver otras formas de vida y superar la indiferencia”. Desde  Misereor, la organización de la que forma parte, se apoya el trabajo en la Amazonía en vínculo con la Iglesia y con las organizaciones civiles. En ese sentido, desde Alemania intentan “ver como podemos participar en esta transformación social y económica”, enfrentando las políticas de muerte, manifestadas en la falta de infraestructura y de servicios de higiene y limpieza en medio de la pandemia. Eso reclama pensar en “cómo implicarnos para superar la globalización de la indiferencia, fomentar otro sentido de vida”, según Lassak.

Estamos ante un tiempo de conversión interior, de metanoia, de fomentar la alteridad y apostar por la parresia, por la denuncia profética, insiste Mauricio López, que ve en los capítulos 5 y 6 de la Laudato Si, un “programa específico de incidencia, de acción personal, de educación y espiritualidad ecológica, pistas programáticas que tendríamos que incorporar como camino de vida”. Ese camino de conversión debe ser un proceso de maduración, que demanda, en opinión de Susana Nuin, un compromiso político, social, comunitario.

Al mismo tiempo, “la necesidad de entramarnos con los diferentes, de trabajar, crear escenarios con ellos, ellos nos aportan lo que no tenemos y no somos”, según Nuin. Ella ve las tres tes de Francisco, tierra, techo y trabajo, como “algo que nos lleva a un compromiso ciudadano, a un ejercicio político constante, de trabajar por el bien común, por la convivencia, por hacer posible la vida de los demás y la nuestra. Sin tierra, techo y trabajo la dignidad humana está bastante descartada”.

En una cultura fuertemente individualista que fomenta las desigualdades, Monseñor Ojea enfatiza que “el desafío de poner nuestra mirada en la cultura, educar en una pedagogia del cuidado, de atención al otro, de redescubrimiento de la fraternidad”. Para ello es necesario, “un cambio de mirada muy grande, que tiene que ver con la concepción del hombre, que el Papa trata en la Alegría del Evangelio”, afirma el prelado. Según el obispo de San Isidro, un elemento que ha ayudado a Laudato Si es la “capacidad del Papa Francisco para entender el lenguaje del hombre y la mujer actual, se pone en la situación de un ciudadano común”, lo que se manifiesta en las cuestiones que plantea, “qué le vamos a dejar a nuestros hijos, qué sentido tiene nuestra vida, qué pasa con las relaciones intergeneracionales".

Mujeres indígenas amazónicas

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