Pero, sobre todo, nos llama a acoger el mensaje que una catástrofe como ésta puede decirnos y hacernos cambiar de rumbo en nuestra forma de vivir y de organizar la sociedad. La voz divina que habla en las aguas.

La voz divina que hablan las aguas.
La voz divina que hablan las aguas.

"Desgraciadamente, quienes hace cuatro o tres años esperaban que la humanidad saliera de la pandemia de forma diferente a como entró, se han visto decepcionados".

"Estos días, ante la tragedia de las inundaciones en el sur de Brasil, hay quien habla de venganza de la naturaleza. Las tradiciones indígenas proponen que la humanidad se reconcilie con los espíritus de los ríos que ya no soportan tanta agresión".

"Por eso, en esta celebración de un nuevo Pentecostés, la Ternura Divina nos llama a escuchar su voz, a partir de las inundaciones y catástrofes que, por supuesto, no son creadas por Dios, ni son obra del Espíritu, sino fruto de la ambición humana al atacar las aguas que no tienen otro lugar donde fluir". 

Estos días, la tragedia que ha asolado gran parte de Rio Grande do Sul y algunas regiones de Santa Catarina nos invita a actuar con solidaridad inmediata y de emergencia, un paso urgente e indispensable. Pero, sobre todo, nos llama a acoger el mensaje que una catástrofe como ésta puede decirnos y hacernos cambiar de rumbo en nuestra forma de vivir y de organizar la sociedad.

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En los Evangelios, Jesús advierte: "Cuando veáis una nube que se levanta por el oeste, sabed que va a llover. Cuando sintáis soplar el viento del sur, sabréis que hará calor.Y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis evaluar el aspecto de la tierra y del cielo. ¿Por qué no sabéis valorar el tiempo presente?" (Lc 12, 54-56).

Hace más de 60 años, el Papa Juan XXIII enseñó en la Iglesia católica que "los signos de los tiempos" se han convertido en una categoría teológica y en un criterio espiritual a través del cual debemos discernir lo que el Espíritu dice hoy a las Iglesias y al mundo (cf. Ap 2,7).

Desgraciadamente, quienes hace cuatro o tres años esperaban que la humanidad saliera de la pandemia de forma diferente a como entró, se han visto decepcionados. A pesar del inmenso número de víctimas y de las muchas personas que siguen sufriendo las consecuencias de Covid, la mayor parte de la sociedad da la impresión de no haber aprendido nada de todo ese sufrimiento.

Estos días, ante la tragedia de las inundaciones en el sur de Brasil, hay quien habla de venganza de la naturaleza. Las tradiciones indígenas proponen que la humanidad se reconcilie con los espíritus de los ríos que ya no soportan tanta agresión. Lo que está ocurriendo estos días en el Sur promete repetirse en otras regiones, donde la minería ha destruido ríos, la especulación inmobiliaria ha ocupado sin control espacios naturales vitales y los biomas están seriamente amenazados de extinción.

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En cualquier caso, podemos y debemos interpretar lo que está ocurriendo desde la perspectiva de la crisis ecológica que estamos viviendo y de la multitud de personas refugiadas no sólo de guerras y violencias sociales y políticas, sino también de calamidades ecológicas de las que la propia sociedad dominante tiene una grave responsabilidad. Además de este análisis social y político, acontecimientos como éste deben ser leídos desde una perspectiva espiritual, es decir, contienen un mensaje que concierne a nuestra manera de vivir la fe y la misión, ya sea desde la fe cristiana, o desde las tradiciones orientales, indígenas, negras, o simplemente desde la espiritualidad humana no religiosa.  Necesitamos responder a esta realidad con medidas que cambien nuestra forma de organizar la sociedad y de relacionarnos con la Madre Tierra, las aguas y la naturaleza que nos rodea.

Parece que, en estos días en Brasil, la naturaleza ha decidido hacer actuales las palabras que resuenan como estribillo de uno de los salmos más antiguos de la Biblia:

"La voz de IHVH sobre las aguas.

ÉL se manifiesta; IHVH sobre las aguas

sobre las aguas torrenciales" (Sal 29,3).

En estos días en que las Iglesias históricas de Occidente celebran la fiesta de Pentecostés, es bueno saber que, según los textos bíblicos más antiguos, el término hebreo Ruah, Espíritu, era la atmósfera que nos rodea. Más tarde, se identificó como Viento. Sin embargo, en los textos bíblicos más antiguos, corresponde bien a lo que, en América Latina, los pueblos andinos llaman Pacha-Mama, Madre Tierra. También puede entenderse en el sentido del Axé de las comunidades africanas. Por lo tanto, podemos decir que la Ruah Divina corresponde a lo que el Papa Francisco llama "Ecología Integral" en Laudato Si, la carta encíclica publicada en la fiesta de Pentecostés de 2015, una presencia divina en el universo que, como energía amorosa, nos llama a cuidar y unirnos con toda la comunidad de la vida.

Según el libro de los Hechos de los Apóstoles, la manifestación del Espíritu, la Ruah divina, sobre los primeros discípulos de Jesús no tuvo lugar en un templo o una sinagoga, sino en el salón de una casa familiar (cf. Hch 2). Por eso, en esta celebración de un nuevo Pentecostés, la Ternura Divina nos llama a escuchar su voz, a partir de las inundaciones y catástrofes que, por supuesto, no son creadas por Dios, ni son obra del Espíritu, sino fruto de la ambición humana al atacar las aguas que no tienen otro lugar donde fluir. El Espíritu que habló a Moisés y al pueblo hebreo en medio de la tormenta del Sinaí (y la fiesta judía de Pentecostés nos lo recuerda cada año) nos habla hoy a través de las inundaciones del Sur y nos llama a una nueva movilización por la Vida.

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La celebración de este nuevo Pentecostés debe traducirse en nuestra movilización para que esta iniciativa de solidaridad que tiene lugar en el Sur desemboque en la puesta en marcha de políticas sociales que garanticen una vida digna no sólo a quienes sufren directamente los efectos de la actual tragedia climática, sino a todas las personas de todas las regiones. Es en este esfuerzo conjunto de solidaridad donde podremos hacer realidad las palabras que las antiguas Iglesias cantaban a la entrada de la celebración de Pentecostés:

"El Espíritu del Amor

          ha llenado todo el universo.

          Todo lo abarca en su conocimiento,

          todo lo une en su amor, aleluya, aleluya”. (verso inspirado en el Libro de la Sabiduría 1, 7). 

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