Duele amar

Aunque parezca irreal, aquello que más amamos es también lo que más nos hace sufrir. Querer es una de las cosas más bonitas que puede ocurrir en nuestra vida, pero por ello no deja de ser a su vez un sufrimiento. En muchas ocasiones he oído aquella frase que dice “quien bien te quiere te hará sufrir”; es posible que en un principio parezca incomprensible que el amor pueda llegar a hacer daño, pero si lo pensamos con serenidad podremos comprobar que ese dolor es realmente un fruto debido de aquella persona que ama sin límites, sin esperar nada a cambio y con todas sus fuerzas.
Duele cuando se ama de verdad, cuando se busca lo mejor para el otro, intentando no mirar el bien propio sino el de la otra persona. Llegamos a encontrarnos con ese amor cuando somos capaces de olvidar lo que nos interesa, lo que nos gustaría y sabemos ir aún más lejos, es decir, siendo capaces de no pasar nosotros en primer lugar.
A pesar de los años, de todo lo que podamos llegar a vivir, el amor se vuelve resistente y capaz de borrar aquello que le aparte del bien, porque es mucho más fuerte que todo lo que podemos llegar a creer y hacer. Duele porque verdaderamente se está amando, sino fuese así podríamos juzgarlo de superficial. Cuando amamos transformamos nuestro alrededor y somos capaces de hacer florecer aunque sea invierno.
El amor de una madre hacia un hijo, de una pareja de enamorados, de una amistad sincera vivida desde el corazón y por supuesto, del Amor de Dios, aquel que nunca nos falla a pesar del “temporal” que nos sobrevenga, y aquel incomparable con cualquier otro.
A veces pensamos que abrir nuestra vida a los otros es dejar la puerta abierta al sufrimiento y por eso tenemos miedo a hacerlo. Lo cierto es, que a pesar de lo que podamos vivir, merece la pena dar lo que somos y recibir lo que son los demás; el miedo nos deja paralizados y por tanto, sin la oportunidad de vivirlo en primera persona. Aprovechemos y seamos valientes, arriesguémonos a vivir y a experimentar el dolor por el amor. Texto: Hna. Conchi García.