El coraje de nuestras antecesoras

Cuando fui por primera vez a Mosul, con una de nuestras hermanas iraquis y una novicia, me quede impresionadísima al visitar el cementerio latino que se encuentra contiguo a la iglesia de los padres dominicos. Allí estaban las tumbas de nuestras primeras hermanas. Al menos hay ocho tumbas con hermanas muertas antes de los treinta años. Aliya, la novicia, me dijo: “Mire hermana, esta hermana era más joven que yo cuando murió". Efectivamente la inscripción de su lápida ponía: Soeur Sophie, de 23 años; había otras de 26, 27 y 30 años.

Entonces recordé como llegamos a estas tierras de Medio Oriente. En 1873 los padres dominicos franceses pidieron a nuestra superiora general de colaborar en su misión en Mesopotamia. Había muchos niños huérfanos, personas ciegas, era necesario educar a la mujer y esto ellos no lo podían hacer. Los hombres no tenían entrada en las casas, aún hoy día no está bien visto que un hombre entre en una casa si no está el marido.

A la superiora general le costó un tanto decidirse por la dificultad de la lengua, por la cultura tan distinta a la francesa pero viendo la necesidad de la población y la insistencia de los padres accedió y en octubre salía la primera expedición de siete hermanas acompañadas por dos dominicos.

Tardaron tres meses en llegar a su destino, leer los anales de este viaje es algo fuera de serie. Delante de las tumbas de nuestras hermanas fundadoras y de las que les siguieron me hicieron pensar en el coraje de la superiora general y de las hermanas que se ofrecían para ir. Morían de malaria, cólera, fiebres tifoideas. Pero morían unas y eran reemplazadas por otras. Ni la enfermedad ni la muerte interrumpieron la misión iniciada.

Al entrar en la iglesia dimos gracias a Dios por el arrojo de nuestras primeras misioneras en estas tierras y para que el espíritu misionero no decayera en el futuro de la congregación.

Aún en años muy posteriores una hermana francesa de 83 años me comentaba: “Llegué a Basora con 24 años. En aquel tiempo no había ni ventiladores”. Y el termómetro en esta ciudad sube a más de 40 grados con el agravante de que allí el calor es muy húmedo. Lo bonito de esta misión es que a pesar de ser un país mayotariamente musulmán nunca faltan vocaciones autóctonas en estas tierras. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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