La limosna

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En su carta a los Romanos, San Pablo cita algunos de los dones que recibimos de Dios y entre ellos cita el don de hacer limosna y dice “el que reparte limosna, hágalo con agrado”.

Entendemos muy a menudo que la limosna se refiere sólo a los bienes materiales que podemos entregar a quienes lo necesitan más que nosotros. En la calle podemos encontrar personas pidiendo limosna que reclaman nuestra atención con su porte o con sus palabras. Personas que reclaman nuestra limosna. Este es un tipo de limosna muy importante, pero la limosna en el sentido de dar a los demás aquellos de lo que están necesitados no se agota en lo material. Todos tenemos algo de “indigentes”, todos necesitamos la ayuda de los demás y también buscamos con palabras o con gestos que su atención se fije en nuestra necesidad.

Necesitamos que los demás nos ayuden, nos comprendan, nos soporten, todos necesitamos recibir con mayor o menor urgencia algo, unas migas, de los bienes que los demás poseen. El compartir como verdaderos hermanos enriquece a todos. Cualquier forma de ayuda, cualquier colaboración que nos prestamos unos a los otros, sin esperar nada a cambio, creo que puede entenderse como una forma de limosna, sin olvidar la forma más clásica que es dar una ayuda material a quien lo necesita. Texto: Hna. Carmen Solé.
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