Desarrollo y paz en perspectiva de justicia social "La madre de todas las ciencias es la organización": Amaury Padilla

Amaury Padilla, director del Programa de Desarrollo y Paz del Cesar
Amaury Padilla, director del Programa de Desarrollo y Paz del Cesar Archivo particular

Trabajar por construir, no la paz, sino las paces, ha sido un trabajo de largos años por parte del director del Programa de Desarrollo y Paz del Cesar

"Teníamos el mejor acuerdo de paz firmado, pero el Gobierno lo ha incumplido reiteradamente", manifiesta Padilla

Amaury Padilla Cabal es director del Programa de Desarrollo y Paz del Cesar y fue directivo fundador de la Fundación Redprodepaz. Nació en un barrio popular de Cartagena, donde aprendió de las comunidades, los campesinos y los procesos populares.

A lo largo de su carrera, ha trabajado en la defensa y promoción de derechos humanos y la construcción de paz. En esta ocasión, nos comparte cómo han sido su experiencia y sus aprendizajes acompañando procesos locales de paz en zonas de conflicto. Especialmente, nos habla del corregimiento La Victoria de San Isidro, ubicado en el municipio La Jagua de Ibirico, en el centro del departamento del Cesar. Un lugar donde confluyen diversas identidades y fuertes intereses de multinacionales, mineras y grupos armados, lo que ha provocado situaciones de conflicto y violencia con duras consecuencias para la comunidad.

El municipio está habitado por el pueblo Yukpa y comunidades de campesinos, muchos de ellos hijos de colonos migrantes del Norte de Santander con una tradición cafetera. Amaury nos explica que lo que llevó a esta comunidad a construir paz fue la diversidad de los conflictos y la gravedad de los mismos. Hoy en la Jagua, gracias a la iniciativa popular de víctimas, desplazados retornados al territorio, y gracias al acompañamiento institucional, se produce Xagua Café y hay todo un ejercicio de emprendimiento alrededor del turismo, del café y de las plantas aromática.

Xagua Café, una iniciativa comunitaria para la paz
Xagua Café, una iniciativa comunitaria para la paz Archivo particular

¿Cuál es tu mirada sobre la situación de violencia y conflicto militar en el país?

En Colombia nos parecía normal vivir en guerra y que existieran una guerrilla y paramilitares. En ciertos territorios la guerra se había vuelto algo cotidiano, con la particularidad que se sentía mucho más en la zona rural que en la zona urbana. En la cotidianidad uno no hace la disección, pero sabe que el que maneja los negocios es el que pone las reglas; por más Constitución y más junta de acción comunal que haya, quien pone el dinero, pone las condiciones. Usualmente es alguien asociado al poder político.

Desde luego todo el tema de las economías ilícitas ha sido un valor constante que todos hemos visto: el bandido, el traqueto, el lumpen, el sicario, el malandro. El que se metía a la organización ilegal en los sectores populares cuenta y goza de una gran admiración porque maneja de alguna manera el poder, sea el poder de las armas, el poder del dinero o el poder de la coerción. Son patrones que empiezan a ser sembrados por imaginarios colectivos desde la infancia y se van incorporando en las prácticas cotidianas. No es una violencia declarada sino una violencia sutil.

En las comunidades donde he trabajado, en Cartagena y muchas zonas rurales en el departamento del Bolívar, Magangué, recuerdo familias de grandes terratenientes que secaban ciénagas, desplazando pescadores para ellos meter su ganado. Te puedo hablar también en otros lugares como el Putumayo, donde la práctica más frecuente era la de la guerrilla, que de alguna manera incentivaba la siembra y la producción de hoja de coca, no con los fines que lo usan los pueblos ancestrales, sino para la producción de cocaína y su comercialización.

El paramilitarismo también impuso su lógica narcotraficante mafiosa de la mano con el Estado, de la fuerza pública, del Ejército y de los sectores políticos para seguir manteniéndose en el poder. Es una historia muy recurrente de los Montes de María, del sur de Bolívar, de los Santanderes, del Putumayo y más recientemente de acá del Cesar donde he estado los últimos 10 años trabajando. Un actor armado llega a una comunidad y empieza a establecer relaciones de convivencia. La gente empieza a prestarle servicios muchas veces por temor. Posteriormente llega el otro actor armado, el que estaba anteriormente deja la comunidad sola y empieza la comunidad a ser victimizada.

"El paramilitarismo también impuso su lógica narcotraficante mafiosa de la mano con el Estado"

¿Qué casos concretos de victimización conoces entre las comunidades con las que has trabajado?

Te voy a hablar de dos ejemplos aquí en el departamento del Cesar. Al corregimiento de La Victoria de San Isidro en el municipio de La Jagua de Ibirico se le conoció como la Fiscalía de las Farc. Un lugar donde se llegaba a negociar secuestrados y a negociar problemas de distinto orden. Posteriormente, con el fortalecimiento del paramilitarismo unido con la fuerza pública, esta comunidad fue desplazada. Allí se cometieron masacres, asesinatos selectivos, asesinatos de líderes y lideresas. La comunidad fue desplazada.

Son corregimientos que eran muy prósperos económicamente, con una gran producción de alimentos y demás; y resulta que, de la noche a la mañana, no queda nada, porque las motosierras imperaron, porque no apareció la fuerza pública, porque era territorio dominado posteriormente por el paramilitarismo con la venia de los mandatarios locales, muchas veces. En estas comunidades logramos empezar a hacer la recuperación de ejercicios de confianza con la gente.

Panorámica de una región acompañada por el programa
Panorámica de una región acompañada por el programa Archivo particular

¿Qué ejercicios de construcción de paz se han realizado en estas comunidades tan golpeadas por el conflicto?

En La Victoria de San Isidro hubo una historia muy dolorosa. Una masacre cometida por los paramilitares, en la que descuartizaron a la gente, a ocho personas, y la comunidad posteriormente salió a buscar los cuerpos, los encontraron y los empezaron a reconstruir, a coser, para poder darles cristiana sepultura, y esa historia ha dado para crear una obra de teatro en el plan de desarrollo estratégico del municipio. Es una expresión artística que ayudó a recuperar la memoria. Después fue recuperada por unos artistas que hicieron un ejercicio de dramaturgia absolutamente maravilloso. Es una obra de arte, con un lenguaje maravilloso, con mucha poesía, pero también con toda la carga desgarradora del horror.

Lo relevante de todo esto es que la gente no se quedó en el dolor ni en el odio a pesar de todo lo ocurrido, lo que hicieron unos y otros, guerrilla, paramilitares, Ejército, Policía con la connivencia de sectores del poder político y económico. No estamos acusando a nadie, estamos diciendo que hubo muchas manos, mucha gente, muchas intenciones puestas allí para que la gente sufriera y dejara solos esos territorios y poder desarrollar otras explotaciones económicas en esos territorios.

"No estamos acusando a nadie, estamos diciendo que hubo muchas manos"

En este territorio tan rico en agua para la palma, para la ganadería o para la minería a gran escala se van generando prácticas sistemáticas que hacen que la gente negocie inicialmente o se desplace y después malvenda, o simplemente la desaparición, para que sea el horror el que prime y los otros puedan llegar a imponerse.

Creo que eso ha sido en gran medida la historia recurrente de violencia en este país, y de allí que el acuerdo de paz haya sido tan importante, en la medida en que rescata y recupera instituciones como la Comisión de la Verdad, la Justicia Especial para la la Paz, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, la Ley de Víctimas, que no ha sido tan exitosa, pero sigue siendo una intención, la Ley de Restitución de Tierras. Digamos que estamos todavía en mora, de poder hacer que esa institucionalidad realmente le cumpla a las víctimas. Estas alcanzaron la deplorable cifra de 8 millones de personas en Colombia.

¿Qué aprendizajes te ha dejado el trabajo por la paz en estas comunidades?

Es super importante mirar el tema de escalas. Desde el PDP del Cesar hemos estado pensando este tema con mucha frecuencia, que es posible la construcción, no de paz, sino de paces a pequeña escala; a una escala medible, donde tú puedas controlar la información y las distintas variables que se puedan dar en ese territorio.

Nosotros estamos acuñando el concepto de “vida querida”, para hablar de desarrollo. El concepto de desarrollo sigue siendo muy amplio y hay muchos autores que han estado acuñando ese concepto. Somos el segundo departamento con mayor diversidad de pueblos indígenas presentes en su territorio, afros e indígenas, muchísimos colonos, en los santanderes, sur de Bolívar, Magdalena, en la Guajira. Todos ellos corredores estratégicos como la zona del Perijá, pues conecta el sur con el Catatumbo y el sur de Bolívar, dos zonas productoras a gran escala de droga, con una gran riqueza y un conflicto permanente.

Es decir, tenemos un conjunto de condiciones que nos están retando de manera permanente a pensar en cómo los distintos actores que habitan el territorio le puedan apostar a construir la vida querida. Para ellos, pasa necesariamente por descolonizar nuestras relaciones con el dinero, con el poder, el territorio y pensar la posibilidad de la inclusión. Es reformar el pensamiento donde unos ostentan el poder desde determinadas élites. Hablo de élites no simplemente económicas sino de élites como aquel que tiene la posibilidad de convocar y de ser atendido, indistintamente el medio que utilicen. La coalición de las armas es una élite armada, las grandes mineras, los ganaderos, los palmicultores a gran escala son otra élite económica que también está en el territorio.

Maquinaria para la producción cafetera
Maquinaria para la producción cafetera Archivo particular

¿Qué papel juegan las expresiones de la identidad étnica de estas comunidades? ¿Cómo pudieron ayudar a reconstruir el tejido social comunitario?

La única manera de participar en un ejercicio de inclusión, para nosotros, es desde la identidad, pero una identidad que, sabiéndose propia, tiene la apertura de interactuar con el otro distinto a mí. El indígena llega con su lógica propia de indígena, que tiene un concepto de territorio distinto al que tiene el minero, que tiene un concepto de economía distinto. Van a ser estas claridades de ambos las que van a permitir que el territorio sea mirado como una posibilidad de vivir de manera compartida, de resolver los conflictos de manera no violenta aunque seamos distintos.

"¿Qué nos mató a nosotros, qué nos marcó a nosotros? Las preconcepciones del otro"

Aquí está como fundamento el respeto y el reconocimiento: cuando tenemos reconocimiento del otro, cuando lo vuelvo a conocer. ¿Qué nos mató a nosotros, qué nos marcó a nosotros? Las preconcepciones del otro: el minero piensa que el campesino es guerrillero, el campesino piensa que el minero es paramilitar porque está unido con los paramilitares, porque les paga para que asesinen e intimiden; el indígena cree que el empresario viene solamente por lo que está en su territorio y él no tiene ningún tipo de conciencia ambiental, y cada uno se va atrincherando en su orilla y no nos facilitamos el ejercicio de diálogo tan necesario para entender que en este territorio hay espacios que no se tocan porque son sagrados, que hay espacios que pueden ser intervenidos y otros que pueden ser compartidos. Cuando hagamos ese esfuerzo, podremos ir avanzando y eso necesita un ejercicio de desaprender un mundo de cosas.

Hubo un elemento muy importante en la Victoria San Isidro, que fue la firma de un pacto de confianza. Ahí se habían hecho ejercicios de acercamiento con el sector privado, la comunidad, el Estado y la cooperación internacional. Todo el mundo aportó y se suscribió colectivamente al pacto que se firmó en la Victoria San Isidro, una comunidad que fue la Fiscalía de las Farc, donde los paramilitares cometieron masacres inenarrables, donde la fuerza pública también tuvo que ver allí por acción u omisión, donde las empresas privadas están siendo en muchos casos investigadas por su actuación, donde sectores políticos tuvieron algo que ver. Que todos fueran capaces de aportar en la redacción de ese documento y de suscribirlo para que los hechos violentos no se vuelvan a repetir, que pueda haber confianza para decirnos las cosas que no nos parecen de manera no violenta, que no vuelva a ver desplazamiento ni violencia, que no vuelvan a ver asesinatos ni impunidad. Creo que cada territorio debe llegar a un grado de integración que nos permita ir avanzando en esta construcción de paz territorial.

Territorio donde se sueña "la vida querida"
Territorio donde se sueña "la vida querida" Archivo particular

Por último, ¿cómo visualizas la paz en Colombia y en los territorios?

Hay que trabajar al ser humano. Si queremos tener territorios capaces de transformar sus conflictos de manera no violenta, hay que centrarse en trabajar en el individuo y en que podamos vivir en armonía con los otros. Es la única manera como vamos a decirle al conflicto: “Bienvenido, conflicto!”, sin necesidad de tener que empuñar un arma para defenderme ni para atacar a nadie.

De pronto pueda ser esta una tarea muy romántica, como una cosa muy soñada, pero la práctica nos ha dicho que no basta con firmar acuerdos de paz. Teníamos el mejor acuerdo de paz firmado, pero están los incumplimientos reiterados del Gobierno que ha hecho todos los esfuerzos para que este acuerdo fracase.

"Teníamos el mejor acuerdo de paz firmado, pero están los incumplimientos reiterados del Gobierno"

Yo realmente le apuesto a retomar que la madre de todas las ciencias es la organización y a trabajar en fortalecer organizaciones de todo tipo, desde las organizaciones más sencillas, la familia, la escuela, la gente de la cuadra, del barrio, de la comuna, del corregimiento. Que haya organización y en la medida que haya organización, saber afrontar la diversidad y la conflictividad, saber tramitar los miedos y los duelos, el ejercicio del diálogo para no quedarnos con guardados que posteriormente revienten en cosas mayores.

No hay un actor armado que haya llegado y se haya posicionado, que no haya contado con el apoyo de un local. Si nosotros en lo local empezamos a contar con comunidades realmente sólidas donde sientan que no van a necesitar llamar a ningún actor armado para que venga a resolver los problemas internos, el concepto de seguridad cambia porque va más alrededor de la seguridad humana, no de la seguridad militar y armada que nos han enseñado.

Debemos empezar a cultivar ese tipo de propuestas. Si me llega una empresa minera y yo tengo aquí mi nacimiento de agua, ¿qué debo hacer? Señores empresa minera, voy a buscar la vía del diálogo, ustedes no se pueden montar donde está el nacimiento de agua, pero empezamos a dialogar. Hay comunidades organizadas frente a eso y, sin duda alguna, también necesitamos tener mandatarios en los cuales poder creer. No podemos seguir manteniendo la corrupción como norma. Si se corrompen las instituciones que hacen las leyes para beneficiar algunos sectores y si se corrompe el mandatario que tiene que gobernar y se va a apropiando del erario público… Son crímenes. La corrupción es un crimen de lesa humanidad.

"La corrupción es un crimen de lesa humanidad"

Nos toca empezar a crear comunidades organizadas, comunidades que también sean activas en lo político, que tengan la capacidad de leer lo que está ocurriendo y participar y tomar decisiones, entender que la política no es solo un ejercicio para los políticos, sino para todos porque tiene que ver con el bienestar político.

Cuando una comunidad se organiza, es una comunidad que se conoce a sí misma y se respeta. Cuando una comunidad se respeta a sí misma, va a saber también qué negocia y qué no negocia. Hay unas cosas que son innegociables, prefieren mejor desaparecer antes de entrar a regalarse.

Etiquetas

Volver arriba