En precedentes entregas, nos hemos asomado discretamente a poemarios sucesivos, desde el fallecimiento de la esposa (27 de febrero de 2003), hasta el último editado por José Javier como despedida (“Últimos pasos”, 2010). Fallecido hace tres meses tras una larga enfermedad, regresamos hoy a 1991 con el simpático, creativo “Penúltima nostalgia”, libro dedicado íntegramente al circo, que nosotros titulamos “Tarde de circo” porque el autor se recrea en la nostalgia de su infancia y desarrolla líricamente una sesión circense, que a lo largo de 25 poemas va comentando en dos actos, con descanso intermedio, las peripecias de la diversión.Algunos títulos de la primera parte de la programación literaria: “Jefe de pista, Carrusel de caballos, Pantomima de payasos, Era Búffalo Bill, Prestidigitación, Trapecios volantes, Cuchillos por soleares, Circo pobre y Niño en el circo, que reproduciremos a continuación.
ALARDE TÉCNICO DE EXPRESIVA VERSIFICACIÓN
Se elogia, en la solapa de la edición, que recorra el autor “una gran diversidad de rimas –soneto, romance, octavillas, décimas, silvas, etc.– en métricas endecasílabas. alejandrinas, octosílabas o de pie quebrado, con empleo del ritmo consonante, asonante, de verso blanco o verso libre.”
Y ¿a quién dedica el singular poeta la edición de tan entrañable espectáculo? Naturalmente, a sus nietos “Leticia, Diego, Gorka y Álvaro, para que vayan de mi mano al circo”.
HA EMPEZADO A CURSAR LA ASIGNATURA DEL ASOMBRO
El circo literario de “Penúltima nostalgia” fue galardonado en 1987 con el Premio Gaviota de Plata concedido por un jurado presidido por José García Nieto. Redactado por el autor a lo largo de muchos años partiendo de su experiencia personal de niño aventurero y curioso, fue enriquecido con la vivencia comunitaria de padre y abuelo de pequeños siempre dispuestos a la risa, la sorpresa, el encantamiento. Destaca José Javier en el niño integrado en la fiesta circense: el asombro y la alegría, la fantasía y el gozo (“con la risa endulzándole la boca / como un inagotable caramelo”).
NIÑO EN EL CIRCO
Está quieto. Muy quieto. Su postura
con una cinta de ilusión atada.
Sostenida en el aire su mirada
que un mundo de colores inaugura.
Ha empezado a cursar la asignatura
del asombro. Con súbita llamada
su corazón le anuncia la llegada
del íntimo temblor de la aventura.
Descubre que ha nacido la alegría
de la ocarina que el payaso toca.
Y va aprendiendo con urgente celo
su primera lección de fantasía,
con la risa endulzándole la boca
como un inagotable caramelo.
SOLO EN SUEÑOS CONSERVA SU RUGIDO YA MUERTO
Magnífico apunte biográfico de un león en libertad, rey de la selva, apresado y sometido y convertido en héroe de pista bajo el látigo implacable del domador. Que malmuere finalmente, ya “sin voz, torpe y raído”, olvidado en su jaula, pero con la cabeza bien erguida. Hace más de 25 años denunciaba el poeta irunés la sofisticada crueldad del maltrato animal en pistas de circo, a la que hoy se suman multitud de defensores del respeto que merecen seres vivos como el hermano león, como predicaría fray Francisco.
VIEJO LEÓN
Raída la melena, medio ciego,
en su tercera selva está encerrado.
Fue la selva primera su reinado
de hermosa libertad. Conoció luego
la selva de los hombres, con el fuego
y el salto por el látigo obligado.
Y ahora que en su jaula abandonado
selva de hierros pone fin al juego
de la pista, se sume en el olvido
con un solemne aire de tristeza.
Solo en sueños conserva su rugido
ya muerto. Pero yergue la cabeza,
como un rey que sin voz, torpe y raído,
defiende todavía su realeza.
DOS FOCOS DE LUZ BRILLAN SOBRE LOS DOS PAYASOS
Dos instrumentos musicales se enfrentan. O, mejor, dialogan y se hermanan: El violonchelo, con cuerpo de árbol y “cálido corazón de madera”, al que el payaso augusto soñando abraza… Y el saxofón, pozo verde que espera, metal interrogante que llena el aire de preguntas, en cuyo interior está buscando su alma el payaso clown… “Dos focos de luz brillan sobre los dos payasos / que le dan con su música sentido al universo…”
DÚO DE SAXOFÓN Y VIOLONCHELO
El violonchelo tiene la voz estremecida
de un terciopelo malva que llueve por la tarde,
y cubre la angustiosa soledad de la playa
con el florido eco de una ola distante.
El saxofón sumerge temblores de barítono
en un insospechado pozo verde que espera,
y su desconsolado metal interrogante
ahonda en el sonido buscando las respuestas.
El violonchelo, cálido corazón de madera,
por sus cuatro caminos conduce la ternura.
El saxofón empina su desnuda garganta,
llenando el aposento del aire de preguntas.
Dos focos de luz brillan sobre los dos payasos
que le dan con su música sentido al universo.
El clown busca su alma dentro del saxofón,
el augusto se abraza soñando al violonchelo.