Poeta en la cárcel (2). MUERTE DEL HIJO

Ya en los primeros momentos, compone un entusiasta poema a la esposa que titula "19 de diciembre de 1937", y que se cierra con la siguiente estrofa:
Nunca tan parecida tu frente al primer cielo.
Todo lo abres, todo lo alegras, madre, aurora.
Vienen rodando el hijo y el sol. Arcos de anhelo
te impulsan. Eres madre. Sonríe. Ríe. Llora.
VENGO DE DAR A UN TIERNO SOL UNA PUÑALADA

El 19 de octubre, a sus exactos diez meses de vida, fallece Manolillo. El mito hernandiano de la eternidad de la sangre por la generación, se viene abajo. Sugiere Chevallier la súbita inversión de valores con el hundimiento de la metáfora mística del alumbramiento. Los poemas se encogen a lo ancho y a lo largo, como telegramas cartujos. Balbuceo de opuestos: balanceo místico. Intensidad. Rima fácil. Esencialismo. El striptease espiritual de Miguel -diario de agenda de un alma en mucha pena-está descubriendo la poética del corazón y la sangre, del vigor y la ternura.
Cuando en mayo de 1939 ingresa en la prisión de Torrijos en Madrid, transcribe, en un cuadernillo escolar de tapas grises, los suspiros, los gritos de su corazón vendimiado. Si, en Hijo de la luz, había preparado exultante las ropitas del niño que estaba llegando...
Las sombras y las ropas sin población, desiertas,
se han poblado de un niño sonoro, un movimiento,
que en nuestra casa pone de par en par las puertas,
y ocupa en ella a gritos el luminoso asiento...
...siente aún su presencia en el sudor de sus camisitas, en la fragancia de sus patucos (poema 1):
Ropas con su olor,
paños con su aroma.
Se alejó en su cuerpo,
me dejó en sus ropas.
Lecho sin calor,
sábana de sombra.
Se ausentó en su cuerpo.
Se quedó en sus ropas.
El luminoso asiento era cenit de la casa, del mundo (poema 51):
Mi casa contigo era
la habitación de la bóveda.
Dentro de mi casa entraba
por ti la luz victoriosa...
Mi casa es un ataud.
Bajo la lluvia redobla.
Y ahuyenta las golondrinas
que no la quisieran torva.
En mi casa falta un cuerpo.
Dos en nuestra casa sobran.
Murió el pequeño, como morirá un día Miguel, con los ojos abiertos (A mi hijo):
Te has negado a cerrar los ojos, muerto mío,
abiertos ante el cielo como dos golondrinas...
Los consejos del mar de nada te han valido...
Vengo de dar a un tierno sol una puñalada,
de enterrar un pedazo de pan en el olvido,
de echar sobre unos ojos un puñado de nada...
¿Un puñado de nada o un puñado de todo? La vida de Manuel Ramón resultó ser, como la de la rosa, una breve vida intensa...
-Pasaste, mi niño, caído del azul, no como un rayo que no cesa, sino como "un meteoro herido profundo / de hermosura y verdad". Y dejas un rastro dorado que nos eleva al infinito (Si nosotros viviéramos):
La huella que has dejado es un abismo
con ruinas de rosal
donde un perfume que no cesa hace
que vayan nuestros cuerpos más allá.
En El niño de la noche, identificado con Manolillo, confiesa el poeta que se ha enterrado con él. Mejor: que ha regresado al vientre materno, y no quiere renacer... (Una variante transcribe así el último verso: "Vuelvo a llorar desnudo, pequeño, regresado"...) Hay que observar que el cuaderno gris, que reúne 74 poemas, o mejor, un largo poema biográfico de una sola corazonada, informa en la cubierta: "Para uso del niño Miguel Hernández"...
Quise ser... ¿Para qué?... Quise llegar gozoso
al centro de la esfera de todo lo que existe.
Quise llevar la risa como lo más hermoso.
He muerto sonriendo serenamente triste...
El miércoles: LAS NANAS DE LA CEBOLLA...