Iniciamos hoy compases del movimiento último de nuestra sinfonía de palabras de Francisco, imágenes y poemas. Centrados en el capítulo segundo de “Laudato si”, “El evangelio de la creación”, nos asomamos ya al emocionado paisaje de su última sección, “La mirada de Jesús”. Para ambientar, como icono de retablo, la nueva experiencia, hemos editado, a partir de la sábana santa y otras conocidas adaptaciones, un retrato del rostro de Jesús, esta vez con ojos bien abiertos.
PERO EL PADRE CELESTIAL LAS ALIMENTA
“Jesús asume la fe bíblica en el Dios creador y destaca un dato fundamental: Dios es Padre (cf. Mt 11,25). En los diálogos con sus discípulos, Jesús los invitaba a reconocer la relación paterna que Dios tiene con todas las criaturas, y les recordaba con una conmovedora ternura cómo cada una de ellas es importante a sus ojos: «¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Pues bien, ninguno de ellos está olvidado ante Dios» (Lc 12,6). «Mirad las aves del cielo, que no siembran ni cosechan, y no tienen graneros. Pero el Padre celestial las alimenta» (Mt 6,26). (Francisco, Laudato si, 96).
¿QUIÉN A LA ROSA VISTIÓ TAN CERCA DE ESTE SUBURBIO?
Acercaría una muchacha al Maestro un lirio silvestre, anémona roja reventando de amor. Jesús exhorta: “Observad cómo crecen los lirios del campo, y no trabajan ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como cualquiera de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al fuego, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?”
Al admirar una perfecta rosa a orillas de El Pozo del Tío Raimundo, poblado chabolista levantado sigilosamente, noche a noche, con barro, ladrillos, madera, chapa y uralita, se pregunta Rafael Montesinos: si ha creado Dios una flor tan hermosa, ¿por qué no emplea su poder y su bondad en salvar al hombre y la mujer, sus hijos, del hambre y la enfermedad, del paro y la pobreza, de la guerra y el odio...? ¿No podría hacer más por los humanos...?
CANCIÓN DEL POZO
DEL TÍO RAIMUNDO
¿Por qué esta flor tan perfecta,
si el mundo aún no está hecho
y es mucho lo que le queda?
¿Quién a la rosa vistió
tan cerca de este suburbio
de hombres desnudos y en flor?
De hombres, sí; de hermanos míos,
que no es mi hermana la flor.
¡Y tan cerca de un suburbio,
Señor!
AQUEL IRIS TRINANDO EN TODO EL CIELO
Evoca Bartolomé Mostaza una infancia feliz: primavera, flores, mariposas, arco iris... “Desde su viejo corazón” se pregunta por el sentido de la vida, por si alguna vez hallará repuesta a sus misterios. Con metáfora medieval, imagina un Dios-Alcotán que acecha y dará caza al hombre. Pero no le teme, porque sabe que su mirada es dulce, son cálidas sus manos, amorosas, protectoras... La experiencia primera de admirar cómo salta una mariposa de flor a flor, cómo juega a la comba “con el rayo de sol de la mañana”, le ha devuelto a la segura fe de sus primeros años.
AMANECER
Se va escribiendo leve, volandera,
de flor en flor la mariposa y niña
jugando va a la comba con el rayo
del sol de la mañana.
Desde mi viejo corazón columbro
las primaveras viejas ¡tan floridas!
y oigo la maravilla de aquel iris
trinando en todo el cielo...
¿La vida es un absurdo? ¿Qué palabra
descerraja el misterio? Dios acecha
desde todos los sitios y nos caza
su mirada segura.
¡Dulce temblor de dicha de sentirse
dentro del cuenco tibio de una mano
grande que nos halaga y nos proteje
contra todos los miedos!
TÚ SÍ ME HABLAS DE DIOS
Al escuchar Ernestina de Champourcin los trinos de un ave, en su canto descubre la presencia de Dios (“que lo sientes sin verlo”). Y sabe que, al atardecer, se incendiarán las nubes, y en oscuro anonimato seguirán perfumando las flores. Se incorpora Ernestina al universal concierto de alabanzas al Creador.
A UN PÁJARO QUE CANTABA
DURANTE LA MEDITACIÓN
Tú sí me hablas de Dios
con la voz que yo quiero.
Sin palabras; cantando
tus trinos y diciendo
con tu presencia alada
que lo sientes sin verlo.
Que somos suyos, todos,
como lo dirán luego,
al ponerse la tarde,
esas nubes de fuego
y esa flor escondida
que perfuma en silencio.