En torno al Vaticano II, se fue generalizando en pastoral la “revisión de vida” de la JOC, acogida y practicada también por otros muchos movimientos. Se resumía pedagógicamente en tres momentos:“ver–juzgar–actuar”. A uno todavía le queman en el alma resonancias de aquellas reuniones vivas donde se partía de experiencias personales hasta llegar, en el “actuar”, a un serio compromiso revisable en posteriores reuniones... Lo más emotivo y central era el “juzgar”, cuando la persona y mensaje de Jesús nos acercaba, desde el evangelio, sentimientos, actitudes y conductas que imitar y actualizar en nuestras propias vidas.
¿A QUÉ ESPERAS PARA TOMARME EN TUS MANOS?
A efectos prácticos, en nuestro taller de poemas para orar se me ocurre poner ya un ejemplo. Imaginaos que la poeta María Ángeles Gómez Pascual descubre, en primavera, algún almendro en flor (ver: “mirar ingenuo”). Su sensibilidad mística trasciende la simple realidad de algunos árboles florecidos y, aunque conocedora de la escena del Cantar de los Cantares donde los amantes se requiebran en primavera invitándose a salir al campo (Cantar 2,10–17), invita la madrileña a su Amado a rendirse al amor en la intimidad de la alcoba (Cantar 1,4). Allí se amarán tiernamente. Se realizará místicamente el encuentro que canta la esposa del poema bíblico: “Con su izquierda sostiene mi cabeza, con su derecha me abraza...” (Cantar 8,3).
El descubrimiento de almendros florecidos llevó a María Ángeles a requebrar a Dios y pedirle intimidad y ternura (juzgar: “mirar trascendente”, y actuar: “mirar transformante”). El lector de tan apasionado coloquio, aunque acaso no participe al cien por cien del fervor extático de tan dulce encuentro, podría haber sentido algún pellizco de extraña nostalgia hacia el amor de Dios y el misterio de su Presencia.
SI YA FLORECIÓ EL ALMENDRO...
Si ya floreció el almendro
y ya verdean los campos,
¿a qué estamos esperando?
Si ya tengo mi aposento
libre, limpio y adornado,
completamente vacío
para guardar tu descanso,
¿a qué estamos esperando?
Si la miel me sabe amarga
y el pan se me ha vuelto un cardo
y el vino, que era tan dulce,
es vinagre avinagrado,
¿a qué estamos esperando?
Si no hay música que iguale
la armonía de tus pasos
y golpean tus palabras
mi pecho abierto y llagado,
¿a qué estamos esperando?
Dime, mi Dueño, ¿a qué esperas
para tomarme en tus brazos?
¡Que ya floreció el almendro
y ya verdean los campos!
ÉRAMOS LLEVADOS HACIA TI SIN SABER ADÓNDE...
Ernesto Cardenal, novicio en Kentucky (EEUU), contempla ("mirada ingenua") cómo sobrevuelan su convento bandadas de aves migratorias hacia cálidas tierras. Pero su "mirada trascendente" descubre que, a través de la parábola de los patos migratorios que no saben quién los lleva, ni hacia dónde van, está recibiendo el religioso, de parte de Dios, el mensaje de que "asi éramos llevados hacia Ti sin saber adónde..." La "mirada transformante" consistiría en dejarse llevar hacia la Tierra Prometida, hacia los brazos del Señor, aunque no le hayamos visto nunca...
COMO LAS BANDADAS DE PATOS QUE PASAN GRITANDO...
Como las bandadas de patos que pasan gritando,
que en las noches de otoño pasan gritando,
hacia lagunas del Sur que no han visto nunca,
y no saben quién los lleva, ni hacia dónde van:
así éramos llevados hacia Ti sin saber adónde.
Y como las bandadas de patos que vienen del Sur,
en primavera, de América del Sur,
y pasan por Kentucky gritando de noche!
UNA HORA EN EL ROJO
Contempla Fina García Marruz una ardiente rosa roja ("mirada ingenua"), cuya belleza habria envidiado, como explicó Jesús, el mismísimo Salomón ("mirada transcendente").
Derrama la rosa para los enamorados su mejor perfume, se entrega relajadamente, con presencia y orgullo, a la luz, al aire, a los insectos, al fuego del mediodía, sin mirar, como los humanos, el reloj de arena del tiempo ("mirada transformadora").
SALOMÓN Y LA ROSA
Vanitas...
¿Cómo no me voy
a envanecer, dijo la rosa,
cómo no me voy
a envanecer,
si entre tantos
que murmuran del tiempo y
se quejan de sus pérdidas,
sólo yo ardo tranquila una hora en el rojo?
ACABO DE VER UNA ESTRELLA SOLA...
Descubre Juan Ruíz Peña en el cielo una estrella... Debajo, ventanas encendidas, ruidos, rascacielos, anuncios luminosos... ("mirada ingenua"). "Brillan acuosas varias estrellas más, / me parece un misterio su fulgor. / Yo no sé qué pensar... Vuelvo a mirar la estrella / que parpadea dorada como si Tú la hicieras / brillar con resorte" ("mirada trascendente"). "Dentro te siento / infundiéndome vida, conciencia universal, / Padre inmenso del mundo" ("mirada transformante").
En su "Poética" puede leerse: "Es la poesía el instrumento mejor para descifrar el silencio de la Divinidad. La poesía es una especie de redención de la vida." (¿Leemos ya el poema? ¿Lo rezamos?)
ACABO DE VER
Acabo de ver una estrella
sola,
en la noche clarísima, de luna,
ahondo: brillan acuosas varias estrellas más,
me parece un misterio su fulgor,
yo no sé qué pensar;
abajo, allá, se ven
ventanas encendidas de rascacielos, torres,
calles, gentes, ruidos
de motores, eléctrico
colorido de anuncios luminosos;
vuelvo a mirar la estrella
que parpadea dorada como si Tú la hicieras
brillar con un resorte,
pero yo sé que tú
estás y no estás en lo lejano, como mi alma,
porque dentro te siento
infundiéndome vida, conciencia universal,
Padre inmenso del mundo.
DESCUBRIMIENTO DE UNA PRESENCIA
“Los Obispos de Brasil han remarcado que toda la naturaleza, además de manifestar a Dios, es lugar de su presencia. En cada criatura habita su Espíritu vivificante que nos llama a una relación con él. El descubrimiento de esta presencia estimula en nosotros el desarrollo de las «virtudes ecológicas» (Francisco, Laudato si', 88).
LA MARCHA, de M. V. Atencia / AL EMPRENDER UN VIAJE, de J. Mauleón / DUELE LA TIERRA DE HERMOSA, de J. Mauleón / DIOS DE ALEGRÍA, de Jorge Carrera Andrade...
SI YA FLORECIÓ EL ALMENDRO, de M. Ángeles Gómez / COMO LAS BANDADAS DE PATOS..., de Ernesto Cardenal / SALOMÓN Y LA ROSA, de Fina García Marruz / ACABO DE VER, de Juan Ruíz Peña