(Jesús Bastante).- Estamos viviendo días apasionantes. La llegada de Francisco, sólo un hombre, pero menudo hombre, está desatando esperanzas renovadas, ilusiones compartidas y buenos propósitos. Y más, mucho más. Ya no se puede decir que este Papa "todavía" no ha hecho nada, que es un pontífice de "gestos" y que no ha tomado decisiones. Son tantas que darían para varios artículos. Y, afortunadamente -los medios de comunicación se han constituido en el principal aliado de este nuevo pontificado-, la Iglesia vuelve a estar en la agenda, y no por sus escándalos sino por su viveza; no por sus condenas sino por sus propuestas; no por su oscuridad, sino por su alegría.
No todo es obra de Francisco, aunque sería de ilusos pensar que con otro hombre al frente de la sede de Pedro este huracán de renovación, esperanza e ilusión las cosas hubieran sido igual. Bergoglio es una figura providencial para un momento específico, para una Iglesia dormida y otra demasiado despierta. Es el factor de unidad para todos. Porque todos -excepción hecha, como en toda institución, de los extremos de uno u otro lado- estamos con el Papa. Estemos o no de acuerdo con todo lo que dice.
Para leer el artículo completo, pincha aquí: