Soledad Suárez, vicepresidenta de Manos Unidas "La Iglesia es la organización no gubernamental más grande del mundo"
(Soledad Suárez, vicepresidenta de Manos Unidas).- Buenos días: muchas gracias a D. Juan José Tamayo, director de este curso, por invitar a MMUU a participar en este curso, gracias al cual podemos volver a encontrarnos con esta Universidad de Verano con la que compartimos unas experiencias enriquecedoras, que ojalá se puedan repetir.
Al enterarme del tema de mi charla, Iglesia y Solidaridad, pensé ¡Qué fácil¡ son dos términos sinónimos...¿o no son sinónimos? Según el semanario The Economist, la Iglesia es la organización no gubernamental más grande del mundo y siempre ha sido una entidad volcada en lo social; quizá para empezar a hablar de algo, lo mejor sea definirlo y buscar cómo afecta a nuestra vida.
Término Solidaridad
La palabra solidaridad proviene del sustantivo latín "soliditas", que expresa la realidad homogénea de algo físicamente entero, unido, compacto, cuyas partes integrantes son de igual naturaleza.
Por razón de su etimología latina y por razón de su uso inicial, la palabra "solidaridad" tuvo una connotación jurídica: servía para referirse al tipo de obligaciones contraídas "in solidum".
En la actualidad, el término "solidaridad" ha roto las barreras jurídicas y penetra amplios campos de la realidad humana. Es una palabra tópico o una expresión-detonante que expresa de modo lingüístico y de forma metalingüística, la condición "sólida" de la realidad humana: los seres humanos juntamente con toda la creación formamos una realidad compacta, un bloque, y nos regimos por la ley de la empatía y de la cooperación (frente a la insuficiencia, quizá degradación de la conducta humana del solipsismo y del egoísmo).
La Solidaridad es propia de la condición humana
La solidaridad expresa la condición ética de la vida humana. La "regla de oro", que constituye la norma moral básica, no es más que el desarrollo enunciativo de la solidaridad: "Lo que quieras que hagan por ti, hazlo también por los demás" (cf Mt 7, 12).
Una prueba de la universalidad de esta regla y, por tanto, de la solidaridad de la condición humana, es su múltiple expresión a lo largo de la historia, en todas las sociedades y culturas:
• Para el Hinduismo es el máximo deber: "no hagas nada a otros que si te lo hicieran a ti te pudiera causar dolor".
• El Budismo enseña: "no dañes a otros con lo que pudiera dolerte a ti mismo".
• La tradición judía del Talmud enseña:"lo que es odioso para ti, no lo hagas a tu prójimo".
• Por su parte, el Islam predica: "Ninguno de vosotros es creyente hasta que desea para su hermano lo que desea para si mismo".
Algunas otras fuentes:
• "No hagas a tu vecino lo que no pudieras sufrir tú mismo", Pitacos de Lesbos (650-570 A.C.).
• "Lo que no deseas que otros te hagan a ti, no lo hagas a los demás", Confucio (China, 551-479 A.C.).
• "No hagas a otros lo que te enoja si otros te lo hacen a ti", Isocrates (436-338) A.C.).
• "Trate a sus subordinados como debería ser tratado por sus superiores", Séneca (4 A.C. - 65 D.C.).
La "regla de oro" dicha en palabras de Jesús de Nazaret ("Lo que quieras que hagan por ti, hazlo también por los demás") es algo diferente. Jesús requiere que hagamos cosas favorables a los demás, mientras que otras expresiones acentúan el "no hagas" daño a las otras personas. No se trata de no hacer el mal sino de hacer el bien.
El fundamento de la solidaridad consiste en la realidad de la empatía ética: meterse en la piel de cada persona de tal manera que sintamos y asumamos la condición humana como un todo en el que se solidarizan cada uno de los seres humanos.
Pero, si la empatía es la base de la solidaridad, su cúspide es compartir. La solidaridad se realiza haciendo que todos los seres humanos participen del conjunto de los bienes disponibles. Estos han de ser divididos, repartidos y distribuidos sin excluir a nadie en el reparto, sin acaparar unos a costa de la privación de otros, y sin introducir en la distribución de medidas discriminatorias. El compartir humano supone que los bienes son escasos frente a las necesidades que hay que satisfacer. La forma justa de compartir los bienes escasos se rige por la ley de la solidaridad: los bienes son "de" todos y "para" todos. A su vez, la solidaridad culmina en el justo compartir humano.
Desde la conciencia de la empatía hasta la praxis del compartir despliega su amplio significado la categoría ética de la solidaridad. La ética social puede ser entendida como el desarrollo normativo de la solidaridad humana.
En resumen, para saber de qué hablamos, yo adopto la afirmación de Juan Pablo II, en la encíclica Sollicitudi rei socialis, que afirma: la solidaridad no es "un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse en el bien común; es decir, en el bien de todos y cada uno, ya que todos somos verdaderamente responsables de todos" (n. 38).
Podríamos seguir hablando de solidaridad, definiéndola de una manera más exhaustiva, aunque quizás sea más interesante haceros una pregunta que puede resultar algo inquietante: ¿Qué significa ser solidario?
¿Qué significa ser solidarios?
La solidaridad es una palabra de unión. Es la señal inequívoca de que todos los hombres, de cualquier condición, se dan cuenta de que no están solos, y de que no pueden vivir solos, porque el hombre, como es, social por naturaleza, no puede prescindir de sus iguales; no puede alejarse de las personas e intentar desarrollar sus capacidades de manera independiente.
En nuestros días, la palabra solidaridad ha recuperado popularidad y es muy común escucharla en las diversas esferas sociales. Como hemos dicho, es una palabra indudablemente positiva, que revela un interés casi universal por el bien del prójimo.
Desde luego, la forma más simple, pura y cercana de la solidaridad la encontramos entre seres humanos próximos, en una relación personal de dos individuos.
Para buscar una solidaridad con alcance social, que tenga repercusión tangible en la comunidad, no podemos dejar de lado la solidaridad personal entre individuos que se saben iguales. Sería mentira decir que nos preocupamos por la sociedad, o por los necesitados en general, si cuando se nos presenta la ocasión de ayudar a una sola persona necesitada, no adoptamos una verdadera actitud solidaria. El empeño por la solidaridad social adquiere valor y fuerza en una actitud de solidaridad personal.
Tipos de solidaridad: cercana
lejana
El Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, en el n. 193, sintetiza el pensamiento de este modo: "Las nuevas relaciones de interdependencia entre hombres y pueblos, que son, de hecho, formas de solidaridad, deben transformarse en relaciones que tiendan hacia una verdadera y propia solidaridad ético-social, que es la exigencia moral ínsita en todas las relaciones humanas".
Podríamos imputar el resurgimiento casi global del sentir solidario, a la conciencia cada vez más generalizada de una realidad internacional conjunta, de un destino universal, de una unión más cercana entre todas las personas y todos los países, dentro del fenómeno mundial de la globalización. Esta realidad ha sido casi tan criticada como aplaudida en todas sus manifestaciones. Buena o mala, la globalización es una realidad actual, verdadera y tangible que define un estado de la conciencia de la humanidad. Teóricamente, hablar de globalización es hablar de interdependencia, de tendencia creciente a la interrelación, integración y, por tanto, solidaridad entre las personas, las naciones y los pueblos. He dicho "teóricamente", porque, en la práctica no es del todo así.
Debido a los progresos de las tecnologías de la información, al aumento de los intercambios comerciales y al enorme desarrollo de las comunicaciones, por primera vez desde el inicio de la humanidad, ahora es posible, al menos técnicamente, establecer relación entre personas lejanas o desconocidas y esto es una de las consecuencias favorables de la globalización: tenemos o podemos tener una visión global del mundo entero.
Nos enteramos al instante que se ha producido un terremoto en Haití, o de que la BP está provocando una contaminación brutal en el golfo de Méjico o de qué selección de fútbol ha ganado el mundial.
Esta información es fundamental para provocar un sentimiento, una reacción en nosotros hacia lo que está sucediendo en ese momento.
Pero, ¿Qué tipo de solidaridad nos provoca el hecho de estar informados en tiempo real?
Puede producir una solidaridad por "impulso" que nos empuja a tomar postura e intentar ayudar a solucionar estos problemas.
¿Cómo? En el caso de Haití, se abren c/c para ayudar a este país en concreto que sufre la tragedia. ¿Qué sucedería si a los 7 días un país igual de pobre que Haití sufriera otro terremoto igual? ¿Volveríamos a dar el mismo dinero o nuestra cuota de solidaridad ya estaría completa? ¿Nos preguntamos porque se ve tan afectado un país como Haití y nos interesamos por cómo vivían antes del terremoto?
Benedicto XVI en Caritas in veritate dice: "... En la época de la globalización, la actividad económica no puede prescindir de la gratuidad, que fomenta y extiende la solidaridad y la responsabilidad por la justicia y el bien común en sus diversas instancias y agentes. Se trata, en definitiva, de una forma concreta y profunda de democracia económica. La solidaridad es en primer lugar que todos se sientan responsables de todos; por tanto, no se la puede dejar solamente en manos del Estado. Mientras antes se podía pensar que lo primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad venía después como un complemento, hoy es necesario decir que sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia. Se requiere, por tanto, un mercado en el cual puedan operar libremente, con igualdad de oportunidades, empresas que persiguen fines institucionales diversos. Junto a la empresa privada, orientada al beneficio, y los diferentes tipos de empresa pública, deben poderse establecer y desenvolver aquellas organizaciones productivas que persiguen fines mutualistas y sociales. De su recíproca interacción en el mercado se puede esperar una especie de combinación entre los comportamientos de empresa y, con ella, una atención más sensible a una civilización de la economía. En este caso, caridad en la verdad significa la necesidad de dar forma y organización a las iniciativas económicas que, sin renunciar al beneficio, quieren ir más allá de la lógica del intercambio de cosas equivalentes y del lucro como fin en sí mismo." (nº 38)
Es por esto que la solidaridad debe ser desarrollada y promovida en todos sus ámbitos y en cada una de sus escalas. La solidaridad debe velar tanto por el prójimo más cercano como por el hermano más distante, puesto que todos formamos parte de la misma realidad de la naturaleza humana en la tierra.
A lo largo del año, hay momentos en que se está más proclive a amar al prójimo, puede aparecer la "solidaridad de temporada". Por ejemplo: es Navidad y toca ser solidario, pero no sólo solidario sino más solidario que los demás, así que se organizan maratones solidarios en los que parece más importante recaudar más que el de otro maratón, antes que preocuparte por saber porqué hace falta seguir ayudando a los países en desarrollo.
Hay aún más formas de manifestar la solidaridad. Por ejemplo: la ecología. Este tema hoy nos parece obligado porque ha adoptado una radical importancia en los últimos años. ¿La conciencia ecológica es una conciencia solidaria?
Cuando nos enseñan por TV las terribles consecuencias de la contaminación de la petrolera BP nos suscita un sentimiento de rechazo que provoca una mala imagen de la compañía que puede intentar compensarlo poniendo en marcha lo que podríamos llamar "solidaridad de lavado de conciencia"
Ya hemos dejado muy claro que no puede existir la solidaridad sino entre personas. Por eso hace falta diferenciar los fines que puede tener una conciencia ecológica. Cuando una persona se decide a cuidar los recursos naturales porque los considera valiosos en sí mismos no nos encontramos con una actitud solidaria. Sin embargo, cuando sabemos que podemos favorecer al ser humano a través del cuidado de los ecosistemas, sembrando árboles, desarrollando agricultura sana, promoviendo la protección de los animales en peligro de extinción y defendiendo la pureza de los ríos, entre otros ejemplos, entonces la disposición de cuidar el entorno se transforma y enriquece para apoyar a la persona humana y, ciertamente, la ecología puede ser una importante actitud dentro de la solidaridad humana.
Hemos visto ya la diferencia: cuidar a la naturaleza por la naturaleza, o cuidar a la naturaleza para el ser humano. Esto aunque parece obvio, no lo ha sido tanto en la vida práctica, porque ¿acaso no se gastan millones de dólares en salvar, por ejemplo, ballenas en el ártico, mientras que centenas de miles de niños padecen desnutrición en los cinco continentes? Viene de esto a resultar que, para no pocas personas, son más importantes cien ballenas que cien mil niños y, llevado al extremo, creen que vale la pena poner en riesgo miles de vidas humanas por cuidar otras tantas vidas animales, cuando la realidad es que una sola vida humana es de incomparable valor con respecto de todos los animales de todo el planeta.
El cardenal Amigo suele decir que a ver si tenemos suerte y declaran al ser humano como especie en peligro de extinción...
Hemos apuntado algunas formas de solidaridad y desarrollado el ejemplo de la ecología para poder manifestar la idea siguiente: hay muchas y muy variadas formas de ser solidarios. En todos los casos, el ser humano debe ser el fin de la acción; de otro modo, no existe la solidaridad y esa acción se disuelve en la nada, pierde su valor. Y para ser solidario existen distintos medios. La ecología, la economía, la educación, la nutrición, la comprensión... dicho de otro modo: hay tantas formas de actuar solidariamente como problemas humanos existen, porque en cada uno de esos problemas el espíritu humano puede entregarse a sí mismo para colaborar y tomar como propias las cargas del otro. De cualquier manera, estas acciones deben tener siempre por fin material a la persona humana.
La verdadera solidaridad, aquella que está llamada a impulsar los verdaderos vientos de cambio que favorezcan el desarrollo de los individuos y las naciones, está fundada principalmente en la igualdad radical que une a todos los hombres. Esta igualdad es una derivación directa e innegable de la verdadera dignidad del ser humano, que pertenece a la realidad intrínseca de la persona, sin importar su raza, edad, sexo, credo, nacionalidad o partido.
Juan Pablo II lo expresa claramente. El ejercicio de la solidaridad dentro de cada sociedad es válido sólo cuando sus miembros se reconocen unos a otros como personas. Aquí el término persona aparece para llamar nuestra atención hacia un aspecto que es esencial dentro de un estudio bien encausado de la solidaridad. La solidaridad en el sentido que nosotros la entendemos existe sólo entre personas.
¿Hay relación entre solidaridad y caridad?
¿Hay diferencia entre solidaridad y caridad?
Se parecen mucho. Se podría pensar que la solidaridad va dirigida hacia grupos, mientras que la caridad piensa inmediatamente en las personas individualmente. En realidad, es más correcto afirmar que la solidaridad es una manera de practicar la caridad.
La solidaridad nace del ser humano y se dirige hacia el ser humano. Siempre ha sido una exigencia de convivencia entre las personas. La solidaridad es, en sentido estricto, una relación de justicia.
Todos vivimos en una sociedad; todos necesitamos de todos, porque estamos juntos en este barco de la civilización; porque somos seres humanos, iguales en dignidad y derechos. Los bienes de la tierra están destinados al bien común, al bien de todos y cada uno de los hombres, y los que tienen más, están obligados a aportar más en favor de otras persona y de la sociedad en general.
Quede sentado, pues, que, en principio, la solidaridad es una relación entre seres humanos, derivada de la justicia, fundamentada en la igualdad, en la cual uno de ellos toma por propias las cargas del otro y se responsabiliza con él de dichas cargas.
El cristianismo entiende que completa este concepto. Amarás a tu prójimo como a ti mismo, dicen los evangelios, para añadir a las relaciones de la justicia estricta, un nuevo elemento: la caridad. Para el cristiano, la solidaridad no se reduce a dar lo justo, lo mínimo exigible, ni a dar lo que me sobra, sino que el concepto de amar al prójimo va más allá. A la pregunta ¿por qué solidaridad? El cristiano deberá responder: porque es lo justo, y porque amo al prójimo. Para el cristiano, la justicia no es medida plena de la solidaridad, sino sólo su exigencia mínima. La solidaridad, justa de por sí, se hace plena y se enriquece con las nociones de amor, caridad, gratuidad, don y entrega.
Así, el cristianismo hace más completo el concepto de solidaridad, y lo convierte en una ferviente entrega personal al bien del prójimo, porque el buen cristiano sabe que está en la tierra para servir y no para ser servido.
La solidaridad, ya lo hemos dicho, se enriquece y alcanza su plenitud cuando se le adhiere la virtud de la caridad, cuando se realiza por amor, cuando se convierte en entrega. Nadie ama más que el que da la vida por sus hermanos. El verdadero amor al prójimo, la verdadera caridad y entrega, se manifiestan en eso: en dar la propia vida. No sólo bienes materiales, sino la vida entera. Desde este punto de vista, uno de los mayores ejemplos de solidaridad y entrega en nuestros tiempos tal vez lo encontremos en la Madre Teresa de Calcuta, quien no conoció límite alguno para esa entrega personal a los necesitados. ¡Cuánto la admiramos y qué poco la imitamos!...
Dice Benedicto XVI, en Caritas in veritate sobre el desarrollo humano: "Ante todo, la justicia. Ubi societas, ibi ius: toda sociedad elabora un sistema propio de justicia. La caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo « mío » al otro; pero nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es « suyo », lo que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar. No puedo « dar » al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Quien ama con caridad a los demás, es ante todo justo con ellos. No basta decir que la justicia no es extraña a la caridad, que no es una vía alternativa o paralela a la caridad: la justicia es « inseparable de la caridad », intrínseca a ella. La justicia es la primera vía de la caridad o, como dijo Pablo VI, su « medida mínima . Por un lado, la caridad exige la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos de las personas y los pueblos. Se ocupa de la construcción de la « ciudad del hombre » según el derecho y la justicia. Por otro, la caridad supera la justicia y la completa siguiendo la lógica de la entrega y el perdón. La « ciudad del hombre » no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión." (n. 6).
La solidaridad: principio de organización social y virtud moral
La solidaridad es uno de los principios básicos de la concepción cristiana de la organización social y política, y constituye el fin y el motivo primario del valor de la organización social.
Junto con el bien común, el destino universal de los bienes, la subsidiaridad y la participación, la solidaridad es uno de los cinco principios de valor permanente de la Doctrina social de la Iglesia. Se entiende por regla general que, sin estos cinco principios, la sociedad no funciona bien ni se encamina hacia su verdadero fin.
La teología cristiana adoptó por primera vez el término "solidaritas", aplicado a la comunidad de todos los hombres, iguales todos por ser hijos de Dios, y vinculados estrechamente en sociedad. Entendemos, por tanto, que el concepto de solidaridad, para la teología, está estrechamente vinculado con el de fraternidad de todos los hombres; una fraternidad que les impulsa a buscar el bien de todas las personas, por el hecho mismo de que todos son iguales en dignidad gracias a su condición de hijos de Dios.
Dice Benedicto XVI, en Caritas in veritate sobre el desarrollo humano: "La caridad (como expresión de la solidaridad) da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas." (n. 2).
La realidad de las diferencias en el modo de vida entre unas personas y otras nos obliga a hacer hincapié en este asunto. Es claro que hay personas que tienen más y hay otras que tienen menos bienes materiales. ¿Eso les obliga necesariamente a aportar más en bien de la sociedad? La respuesta es clara e ineludible: sí. Ellos, los que tienen más riquezas materiales, están obligados por su propia condición a colaborar más con la sociedad. Es cierto que los que tienen más dinero deben pagar, en principio, más impuestos, pero ésta es sólo la medida justa, lo mínimo exigible y, como hemos visto, eso no debe ser el límite de la solidaridad, sino únicamente el comienzo.
«La verdadera solidaridad requiere que trabajemos para eliminar las raíces de la miseria humana, tanto propias como ajenas, incluso si esto requiere algún sacrificio por nuestra parte o hay que dar de lo que necesitamos y no sólo de 'lo que nos sobra'. La solidaridad también significa compartir los bienes materiales con otros, especialmente con los pobres de este mundo, hacia los que deberíamos tener un amor preferencial».
La solidaridad obliga moral y gravemente a todos y cada uno a la práctica de una cohesión social, firme, que facilite la convivencia. Cohesión que será servicio mutuo, tanto en sentido activo como en sentido pasivo». Podemos entender la solidaridad como sinónimo de igualdad, fraternidad, ayuda mutua; y considerarla próxima a los conceptos de «responsabilidad, generosidad, desprendimiento, cooperación, participación».
La solidaridad hacia la sociedad ha sido reivindicada en repetidas ocasiones por la Iglesia Católica. Pío XII señala sus elementos, claros y objetivos; no se anda por las ramas al señalar actos específicos que implican solidaridad humana.
«Nós invitamos a construir la sociedad sobre la base de esta solidaridad y no sobre sistemas vanos e inestables. Dicha solidaridad requiere que desaparezcan las desproporciones estridentes e irritantes en el tenor de la vida de los diversos grupos de un mismo pueblo. Para este urgente cometido, a la presión externa se habrá de preferir la acción eficaz de la conciencia, que sabrá imponer límites al despilfarro y al lujo e inducirá igualmente a los menos habientes a pensar ante todo en lo necesario y lo útil, ahorrando el resto si lo hay».
La Iglesia y la solidaridad internacional
En sentido amplio, podemos afirmar que la iglesia es la institución más antigua de solidaridad internacional: ella misma, a través de las acciones de evangelización y misión, del trabajo de los misioneros...; y los movimientos y organizaciones diversos y numerosos que vienen actuando a lo largo de la historia en todos los continentes. La Iglesia entiende y es experta en solidaridad porque su naturaleza y su constitución es la caridad, es decir, el amor.
El Papa Juan Pablo II, en Centesimus annus lo dice del modo siguiente:
"Para la Iglesia el mensaje social del Evangelio no debe considerarse como una teoría, sino, por encima de todo, un fundamento y un estímulo para la acción. Impulsados por este mensaje, algunos de los primeros cristianos distribuían sus bienes a los pobres, dando testimonio de que, no obstante las diversas proveniencias sociales, era posible una convivencia pacífica y solidaria.
Con la fuerza del Evangelio, en el curso de los siglos, los monjes cultivaron las tierras, los religiosos y las religiosas fundaron hospitales y asilos para los pobres; las cofradías, así como hombres y mujeres de todas las clases sociales, se comprometieron en favor de los necesitados y marginados, convencidos de que las palabras de Cristo: "Cuantas veces hagáis estas cosas a uno de mis hermanos más pequeños, lo habéis hecho a mí", esto no debe quedarse en un piadoso deseo, sino convertirse en compromiso concreto de vida.
Hoy más que nunca, la Iglesia es consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna. De esta conciencia deriva también su opción preferencial por los pobres, la cual nunca es exclusiva ni discriminatoria de otros grupos. Se trata, en efecto, de una opción que no vale solamente para la pobreza material, pues es sabido que especialmente en la sociedad moderna, se hallan muchas formas de pobreza no sólo económica, sino también cultural y religiosa. El amor de la Iglesia por los pobres, que es determinante y pertenece a su constante tradición, la impulsa a dirigirse al mundo en el cual, no obstante el progreso técnico-económico, la pobreza amenaza con alcanzar formas gigantescas. En los países occidentales existe la pobreza múltiple de los grupos marginados, de los ancianos y enfermos, de las víctimas del consumismo y, más aún, la de tantos prófugos y emigrados; en los países en vía de desarrollo se perfilan en el horizonte crisis dramáticas si no se toman a tiempo medidas coordinadas internacionalmente" (n. 57).
Desde la caridad bien entendida, el Papa Pablo VI creó el Consejo Pontificio "Cor Unum". Cor Unum es la institución eclesiástica que se encarga de seguir, coordinar y articular la actividad de la caridad internacional. Es un instrumento ejecutivo del Papa que gestiona las iniciativas humanitarias en caso de calamidad natural o víctimas de conflictos bélicos -casos del terremoto del Perú, en 2007, o de la guerra en Georgia-.
El Papa Juan Pablo II creó en 1984 la Fundación que lleva su nombre papal, Fundación para el Sahel (desierto) que lucha contra la sequía y la desertización, ayudando a sus afectados. Y también existe la Fundación Populorum Progressio, al servicio de la población indígena, mestiza, afroamericana y de los campesinos pobres de América latina y del Caribe.
En España, Cáritas española está formada por por 5.000 Cáritas parroquiales, 68 Cáritas diocesanas y sus correspondientes Cáritas regionales o autonómicas, en las que trabajan gratuitamente más de 65.000 personas voluntarias.
A ello se unen movimientos eclesiales o asociaciones de fieles y laicos comprometidos, como Manos Unidas, que en 2009 destinó más de ... ... millones de euros a iniciativas contra el hambre, especialmente en África. A su vez, Manos Unidas pertenece a Cor Unum y a CIDSE. CIDSE es una plataforma o red de 15 Organizaciones de cooperación al desarrollo de Europa, Estados Unidos y Canadá... ...
Pero hay más: la asociación Ayuda a la Iglesia Necesitada, que tan sólo en 2007 destinó casi 165 millones de euros para iniciativas en 136 países, algunos de ellos de mayoría musulmana como Pakistán, Irán e Irak.
Sin hablar de los miles de Congregaciones Religiosas Misioneras masculinas y femeninas, de Institutos laicos de acción social y caritativa, de Organizaciones Católicas de cooperación...
No se si os he dicho que yo soy la responsable del área de EpD de MMUU; una de nuestras inquietudes es conseguir que haya muchos agentes de EpD, muchas personas a las que no les dé vergüenza hablar de solidaridad de una manera crítica y profunda y eso me gustaría haber conseguido con vosotros, que salgáis de aquí con ganas de compartir con los que os rodean vuestras inquietudes respecto a las situaciones de injusticia allí donde se den.
A pesar de lo abstracto y profundo del tema, espero que os haya resultado interesante.
Muchas gracias
Referencias
Las ideas de este texto están extraídas de los siguientes artículos:
"La Solidaridad" Francisco García-Pimentel Ruiz en www.monografias.com/trabajos11/solidd/solidd.shtml
"Sensibilidad social y espíritu religioso" M.G. y P.F. en SOLIDARIDAD IGLESIA-ONG www.famma.org/reportajes/solidaridad.htm
"La Iglesia, escuela de solidaridad" Pedro José Gómez Serrano http://revistafast.wordpress.com/2008/09/26/la-iglesia-escuela-de-solidaridad/
"La Solidaridad en la Doctrina Social de la Iglesia" Autor: Gerardo Donoso Contreras
http://es.catholic.net/empresarioscatolicos/721/2230/articulo.php?id=27656
"Solidaridad" WIKIPEDIA http://es.wikipedia.org/wiki/Principio_de_solidaridad
"Doctrina Social de la Iglesia" WIKIPEDIA http://es.wikipedia.org/wiki/Doctrina_Social_de_la_Iglesia
"Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia" adaptado por el P. Jordi Rivero
www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html
Ponencia durante el Curso de Verano "Pluralismo en la Iglesia Católica"