La Provincia Eclesiástica Vasca, un signo sinodal pendiente Implementación del Documento Final del Sínodo de la Sinodalidad: las Provincias Eclesiásticas

"Desde el pasado mes de junio ha comenzado lo que podemos entender como el periodo operativo del Sínodo para el que la Secretaría General del Sínodo publicó el documento titulado 'Pistas para la Fase de Implantación del Sínodo 2025-2028', aprobado por el papa León XIV"
"Con la referencia central de su Documento Final (DF) se encarga ahora a los obispos, equipos sinodales, órganos de participación y diversas agrupaciones eclesiales esta tarea para la aplicación y desarrollo de la reflexión sinodal que culminará en la 'Asamblea eclesial' prevista para octubre de 2028"
Todos los bautizados son corresponsables para encontrar caminos, medios, formas prácticas para implementar el DF, para hacerlo operativo en los diferentes contextos
"Es la última fase de la Asamblea Sinodal prevista en la Constitución Apostólica 'Episcopalis communio' del 15 de septiembre de 2018"
Todos los bautizados son corresponsables para encontrar caminos, medios, formas prácticas para implementar el DF, para hacerlo operativo en los diferentes contextos
"Es la última fase de la Asamblea Sinodal prevista en la Constitución Apostólica 'Episcopalis communio' del 15 de septiembre de 2018"
| Félix Placer Ugarte
Desde el pasado mes de junio ha comenzado lo que podemos entender como el periodo operativo del Sínodo para el que la Secretaría General del Sínodo publicó el documento titulado Pistas para laFase de Implantación del Sínodo 2025-2028, aprobado por el papa León XIV. Con la referencia central de su Documento Final (DF) se encarga ahora a los Obispos, equipos sinodales, órganos de participación y diversas agrupaciones eclesiales esta tarea para la aplicación y desarrollo de la reflexión sinodal que culminará en la Asamblea eclesial prevista para octubre de 2028. Es la última fase de la Asamblea Sinodal prevista en la Constitución Apostólica Episcopalis communio del 15 de septiembre de 2018.
Todos los bautizados son corresponsables para encontrar caminos, medios, formas prácticas para implementar el DF, para hacerlo operativo en los diferentes contextos a fin de desarrollar la sinodalidad “Una correcta y decidida puesta en práctica de procesos decisionales auténticamente sinodales contribuirá al progreso del Pueblo de Dios en una perspectiva participativa… Sin cambios concretos a corto plazo, la visión de una Iglesia sinodal no será creíble y esto alejará a los miembros del Pueblo de Dios que han sacado fuerza y esperanza del camino sinodal. Corresponde a las Iglesias locales encontrar modalidades adecuadas para poner en práctica estos cambios” (DF 94). Con este objetivo se presentaron las Pistas citadas.
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Estas Pistas (2.3.), siguiendo el DF, subrayan que “las Iglesias locales no son entidades aisladas, sino que se insertan en los vínculos de comunión que las unen entre sí, particularmente a través de la comunión de los Obispos entre ellos y con el Romano Pontífice. En muchos casos, estos vínculos se establecen de forma informal, fruto de la historia, de la proximidad geográfica, de hermanamientos, de movimientos migratorios, de encuentros casuales entre personas y, cada vez más, también de interacciones a través de los medios digitales, etc. En nuestra sociedad altamente interconectada, ninguna diócesis o eparquía puede imaginarse viviendo aislada, sin afectarse, para bien o para mal, de los acontecimientos que suceden en las otras”.

Una de las formas de esta relación son las Iglesias metropolitanas o las provincias eclesiásticas cuya importancia quedó subrayada en el DF (119): “La valorización de los lugares “intermedios” entre la Iglesia local y la Iglesia toda —como la provincia eclesiástica y las agrupaciones de Iglesias de ámbito nacional o continental— puede favorecer también una presencia más significativa de la Iglesia en los lugares de nuestro tiempo. La creciente movilidad y las interconexiones actuales hacen que las fronteras entre las Iglesias sean fluidas y exigen a menudo pensar y actuar dentro de un “vasto territorio sociocultural”, en el que, excluyendo cualquier forma de “falso particularismo, se acomodarán la vida cristiana a la índole y al carácter de cualquier cultura” (AG 22).
Insiste el DF (114) en la necesidad de tener en cuenta el “lugar” donde la provincia eclesiástica se constituye: “Esta evolución social y cultural exige que la Iglesia se interrogue sobre el significado de su dimensión “local” y cuestione sus formas organizativas para servir mejor a su misión. Sin dejar de reconocer el valor de la presencia en contextos geográficos y culturales concretos, es esencial entender el “lugar” como la realidad histórica en la que toma forma la experiencia humana. Es allí, en la trama de relaciones que se establecen, donde la Iglesia está llamada a expresar su sacramentalidad (cf. LG 1) y a realizar su misión”. E insiste en “revalorizar la institución de los Concilios particulares, tanto provinciales como plenarios, cuya celebración periódica ha sido una obligación durante gran parte de la historia de la Iglesia y que están previstos por el derecho vigente en el ordenamiento latino(cf. CIC cann. 439-446). Deberían convocarse periódicamente”. (DF 129)
Un Provincia Eclesiástica contextualizada
Esta característica se deriva evidentemente de las premisas citadas del DF. Los lazos culturales de una región son los que le dan entidad propia y significativa que no son establecidos solo por la proximidad geográfica o decreto canónico. Responden más bien a una relación histórica y social a una experiencia colectiva humana, a contextos comunes y también astorales. Su configuración, por tanto, debe considerar esas dimensiones y referencias.
El Concilio Vaticano II en su “Decreto sobre el deber pastoral de los obispos en la Iglesia”, Christus Dominus (ns. 39-40), estableció que: “El bien de las almas exige una demarcación conveniente no sólo de las diócesis, sino también de las provincias eclesiásticas, e incluso aconseja la erección de regiones eclesiásticas, para satisfacer mejor a las necesidades del apostolado, según las circunstancias sociales y locales, y para que se hagan más fáciles y fructíferas las comunicaciones de los Obispos, entre sí, con los metropolitanos y con los Obispos de la misma nación, así como de los Obispos con las autoridades civiles”.
Para conseguir tales fines, el Concilio determinaba entre otras disposiciones la revisión de las demarcaciones de las provincias eclesiásticas. Pero no ha sido así en algunos lugares. En concreto en Navarra y en el País Vasco. La diócesis de Vitoria erigida en 1861, incluyendo Bilbao y San Sebastián, fue declarada sufragánea de Burgos y la de Pamplona, de Zaragoza. Cuando la diócesis de Vitoria se dividió (1950) en las tres actuales diócesis, Vitoria, Bilbao y San Sebastián, fueron adscritas a Burgos a pesar de las peticiones de configurar una Provincia Eclesiástica con Pamplona. Y cuando Pamplona fue declarada archidiócesis (1956), quedó como cabeza de la Provincia Eclesiástica constituida por las diócesis de San Sebastián, Calahorra y la Calzada-Logroño y Jaca. Las diócesis de Bilbao y Vitoria, con Osma-Soria y Palencia siguieron adscritas a la archidiócesis de Burgos.

Esta situación fue calificada ya por el arzobispo de Pamplona, Fernando Sebastián, y anteriormente por José María Cirarda, como ‘anomalía’, ‘despropósito’ y ‘disfuncionalidad pastoral’. Afirmaban la necesidad de un ‘marco institucional más adecuado’. Opinión compartida por los demás obispos del País Vasco quienes en sucesivas intervenciones ante la Santa Sede pidieron por razones pastorales y socioculturales una remodelación que agrupara en la archidiócesis de Pamplona las diócesis de Bilbao, San Sebastián y Vitoria.
Los obispos vascos, en visitas ad limina solicitaron esta remodelación, ya aprobada por la Conferencia Episcopal Española en 1978. Después de su último intento los obispos de Pamplona Bilbao, San Sebastián y Vitoria comunicaron en “Nota Conjunta” (1997) que “…la Congregación de Obispos cree, sin embargo, que teniendo en cuenta las actuales circunstancias, parece ser oportuna una actitud de prudente espera que contribuya a hacer madura en todos, laicos, religiosos y sacerdotes la clara conciencia de que los motivos conducentes a la decisión que en su momento se ha de adoptar, sea cual fuere su exacto contenido, son de carácter estrictamente pastoral”.
Posiciones actuales
Esta demanda pastoral sigue presente y preocupa a sectores que desean avanzar hacia una Iglesia en Euskal Herria, para la que esta remodelación de las Provincias Eclesiásticas sería un paso significativo e importante. Sus razones y motivaciones son de hondo calado pastoral y además responden a una práctica que ha tenido resultados positivos. Pero aunque las necesidades pastorales siguen vigentes, se muestra, una vez más, la fuerza o influencia de los contextos políticos dominantes en determinados proyectos de Iglesia.
Sin embargo en las actuales circunstancias socioculturales, se hace especialmente necesaria una más intensa relación interdiocesana que favorezca la cooperación en todos los niveles pastorales del País Vasco y Navarra en una Provincia Eclesiástica de las cuatro diócesis -sin olvidar su relación con la de Baiona-, que intensifique su intercolaboración pastoral, hoy sensiblemente limitada en todos los campos.
La designación de Joseba Segura como obispo de Bilbao (2021) se interpretó en muchos sectores eclesiásticos como un cambio de rumbo no solo para la Iglesia vizcaína, sino también para las otras diócesis. También se esperaba que a partir de los nombramientos de Fernando Prado para la diócesis de San Sebastián (2022)y de Francisco Roselló para la archidiócesis de Pamplona y diócesis de Tudela (2023), se podía retomar en este asunto la línea de los anteriores prelados. Sin embargo en declaraciones a Religión digital (10.08.24) Fernando Prado, entrevistado por Vicente Luis García, afirmaba que aun ”reconociendo que la actual configuración de las provincias eclesiásticas no es del todo funcional y no responde a este momento histórico… dados los desafíos eclesiales tan grandes que tenemos, siendo realistas… no lo veo como algo prioritario”. Francisco Roselló, en el mismo medio (16.09.24) y con el mismo corresponsal, opinaba: “Yo de momento no lo veo. Acabo de llegar. A nivel personal no me lo planteo. Sé que eso es un run run, pero en este momento no es el principal objetivo de nuestras reuniones. Creo que entre nosotros no está dentro de nuestras prioridades solicitar la provincia eclesiástica”.
Esta postura queda implícitamente confirmada en la Carta Pastoral de este año firmada por los cuatro Obispos donde abordan la relación Iglesia-Mundo en el contexto sociocultural de las cuatro diócesis de Euskal Herria y proponen “notas” para una “Iglesia renovada”. No se considera el tema de la remodelación de las Provincias Eclesiásticas de las cuatro diócesis. Podría haberse abordado o sugerido en el párrafo del cap. 6 referido a la sinodalidad, teniendo en cuenta las propuestas del DF de Sínodo. Tal vez se dirá que no era este el espacio adecuado para tratarlo o plantearlo. Sin embargo ante su interesante reflexión de “una Iglesia renovada” dentro de “un nuevo paradigma” y desde los puntos de vista que desarrollo a continuación, la normalización de la relación eclesiástica en este aspecto no es, a mi entender, un apéndice que puede dilatarse, sino una forma necesaria para abordar y tratar los desafíos evangelizadores y pastorales de Euskal Herrria, siguiendo las propuestas sinodales y una implementación para encontrar y aplicar pistas eficaces en nuestro contexto.
También ha resultado sorprendente o al menos extraña la solución que se ha dado al problema de losseminarios y con la que se ha respondido a la urgencia de unificarlos pedida por el Vaticano después de la visita canónica en los meses de enero y febrero de 2023. Los seminaristas de San Sebastián y Bilbao seguirán su formación en el seminario de Pamplona; los de Vitoria continúan en esta diócesis en dos seminarios, uno diocesano y otro denominado ‘Redemptoris Mater’. Tales decisiones no dejan de ser significativas ante una buena oportunidad para haber llegado a un seminario de las cuatro diócesis enmarcado en una futura Provincia Eclesiástica.
Sin embargo, en medio del silencio de estos años sobre la propuesta pendiente de la Provincia Eclesiástica Vasca, ha habido alguna reacción. Lo ha vuelto a plantear el ‘Foro de Curas de Bizkaia’ que en un ‘Comunicado’(09.11.24) aprovechando el 75º Aniversario de la Diócesis y el Jubileo proponía “retomar el tema de la Provincia Eclesiástica Vasca”. Y preguntaban “¿no sería hora de superar aquella división franquista que separó a las diócesis hermanas en dos Provincias Eclesiásticas (por un lado, San Sebastián con Iruña-Pamplona y, por otro, Bilbao y Vitoria con Burgos)? ¿Podríamos animar la constitución de una Provincia Eclesiástica Vasca?”.
No ha habido respuesta hasta el momento. Se sigue manteniendo y dilatando su lógica conformación pastoral, tan solicitada por anteriores Obispos vascos y grupos de la Iglesia, que uniera a Pamplona, las diócesis de Bilbao, San Sebastián y Vitoria.
Pero persisten las razones para abordar hoy este tema
La implementación del Sínodo es no solo una ocasión propicia sino un momento especialmente significativo. Ya he recordado las sugerencias del DF y de las Pistas que deben ser ampliadas y desarrolladas en cada contexto; en nuestro caso, en el del País Vasco y Navarra o Euskal Herria.
Estas razones son de diversa índole. En primer lugar no debe olvidarse que la división actual fue manipulada y consumada en la dictadura franquista por presiones del régimen dictatorial, oponiéndose a los criterios citados del Concilio Vaticano II, como recordaba el Foro de Curas de Bizkaia. La configuración propuesta por los anteriores Obispos se propuso, sin embargo, para afianzar y normalizar la actual cooperación pastoral de las diócesis vascas. Puesto que ya se da en algunos campos (por ejemplo, Cartas Pastorales conjuntas), debe ser reforzada en el contexto y ante los desafíos socioculturales de Euskal Herria y sus relaciones históricas.
Indudablemente sería un signo sinodal y una importante implementación. Sin negar sus resonancias políticas, es, ante todo, exigencia pastoral de la realidad sociocultural de los territorios de estas diócesis. Así lo planteaba el obispado de San Sebastián en ‘Nota informativa para el consejo de Arciprestes sobre la remodelación de la Provincia Eclesiástica de Pamplona’ (1997): “Los obispos de Pamplona-Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria se plantean nuevamente la urgencia de insistir en la necesidad de remodelar la Provincia Eclesiástica de Pamplona”. El proyecto “elaborado por razones estrictamente pastorales, apoyadas en la realidad socio-cultural de las diócesis respectivas y en la problemática pastoral común… en orden al cumplimiento de la misión evangelizadora de la Iglesia… plantea la necesidad de una nueva remodelación de la Provincia Eclesiástica de Pamplona”.
Ofrecer hoy respuestas pastorales solidarias a los acuciantes problemas actuales de evangelización en una sociedad vasca laica, con graves problemas sociales, económicos, culturales, políticos, de inmigración, requiere una estrecha relación en una Provincia Eclesiástica de Bilbao, San Sebastián y Vitoria con Pamplona; también las necesidades internas de distribución interdiocesana de los sacerdotes cada día más minoritarios, de un laicado interrelacionado, de acciones conjuntas de los diversos organismos pastorales lo demandan.
Siguiendo las propuestas que dimanaron del Concilio Vaticano II y ahora plantea la implementación de la Sinodalidad es urgente fortalecer la unión de estas diócesis, teniendo en cuenta su estrecha relación y contextos históricos y culturales, y remodelar las actuales Provincias Eclesiásticas de esta región. Tal demarcación será un medio importante y eficaz para responder colectivamente a los signos de los tiempos, a fin de ser dialogantes, inculturadas, centradas en los pobres, solidarias con las de otros pueblos, servidoras del bien común de la humanidad, y para contribuir a lograr la igualdad, la justicia social y la dignidad de todas las personas, la acogida de migrantes.
Por tanto, posponer este tema como no “prioritario” implica entenderlo como secundario y circunstancial. Pero opino que no es así. Debe formar parte de un proyecto integral evangelizador y pastoral en el contexto de la realidad sociocultural de Euskal Herria que no puede plantearse y realizarse sin una estrecha colaboración de unas diócesis que está llamadas a realizar su misión como Iglesia en Euskal Herria. Se trata, por tanto, de una implementación urgente y necesaria desde la “dimensión ‘local’ que cuestione sus formas organizativas para servir mejor a su misión” (DF 114).
También deberá considerarse, a mi entender, la importancia de repensar y proyectar una ‘Facultad de Teología para la Provincia Eclesiástica de Euskal Herria’. Mantener hoy en cada diócesis Facultades y Centros Teológicos carece de sentido y su futuro está muy en duda. Unirlos en una única Facultad contribuiría a fortalecer su altura y calidad académicas, su imprescindible servicio para la formación y para el impulso de un pensamiento teológico acorde y contextualizado en nuestra realidad vasca, según “las características propias de tipo cultural y espiritual, entre las que destaca su lengua milenaria”, como subrayó el obispo de Bilbao, Mons. Añoveros, en una profética homilía en los tiempos del franquismo (1974).
Repensar, desarrollar, proponer una teología desde la experiencia, identidad, cultura e historia, antropología y conciencia espiritual de Euskal Herria es una tarea pendiente, hoy necesaria y urgente para un adecuado planteamiento evangelizador y pastoral del “nuevo paradigma” que ya proponían los obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria en la citada Carta Pastoral, pero para el que no consideraban la cultura profunda vasca, como tierra en la que germine el anuncio evangélico común a los cuatro territorios vascos del sur de Euskal Herria (Hegoalde) y también de la parte norte (Iparralde).

Estas raíces, hoy presentes y vivas, son referencia imprescindible para una evangelización y teología vascas. La configuración de una Provincia Eclesiástica de Euskal Herria sería un medio necesario para dar pasos en esta línea que ya impulsó el Concilio Vaticano II (Gaudium et spes 44) y ahora ha retomado el DF (“la apertura al mundo nos permite descubrir que en cada rincón del planeta, en cada cultura y en cada grupo humano, el Espíritu ha sembrado las semillas del Evangelio”) y deben ser una forma de implementación de la sinodalidad (Pistas 2.3.): “promover la reflexión teológica y pastoral, en particular con vistas a una mejor inculturación en el contexto local”.
Pasos a dar
Teniendo en cuenta el enfriamiento de esta demanda de la Provincia Eclesiástica unificada, tan insistida por Obispos anteriores y otros grupos, hay que reconocer que tampoco está hoy presente en la sensibilidad y conciencia del conjunto del Pueblo de Dios en Euskal Herria. Quedan algo lejanos, hasta olvidados, los tiempos en los que diversos grupos de sacerdotes y laicos, Consejos Presbiterales y Pastorales, Comunidades Cristianas Populares, Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herria… solicitaron con insistencia la demarcación de esta Provincia. Se hace necesario, por tanto, en primer lugar, la toma de conciencia de la importancia de esta demanda. La fase sinodal de implementación en que nos encontramos es un momento apropiado e importante para plantearla de nuevo. Ya he propuesto las razones. Ahora es necesario reformularla tanto por parte de los Obispos -para ello se deberá constituir también la Conferencia Episcopal de estas cuatro diócesis- como de los organismos pastorales y comunidades cristianas.
Una vez planteada esta demanda para su reflexión y respuesta será importante crear un grupo de trabajo de las cuatro diócesis que recoja las propuestas, diseñe y prepare el proceso de demanda oficial ante los organismos vaticanos correspondientes de la Provincia Eclesiástica de las cuatro diócesis, como ya se hizo en su día.
También con este fin y para otros temas conjuntos será necesario pensar y organizar un ‘Concilio particular provincial’ (DF 129), Asambleas sinodales o Sínodo local de las cuatro diócesis, con metodología sinodal, como su forma de implementación a la que se refieren y recomiendan tanto el DF como las Pistas.
La denominación de esta Provincia Eclesiástica deberá ser consensuada y consecuente con la realidad y características históricas y culturales que conforman Euskal Herria en estos territorios, evitando híbridas demarcaciones con otras diócesis, como sugieren algunas propuestas, aunque evidentemente también en colaboración con ellas.
De todas formas lo importante será su eficacia para ofrecer respuestas pastorales a los acuciantes problemas actuales de evangelización en una sociedad vasca laica y, en última instancia, para ser fieles a su misión de anunciar el evangelio de quien “vino a llevar la buena noticia a los pobres; a anunciar libertad a los presos y a dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor”(Lc 4,18-19).

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