“Quién no sabe ser prójimo en la tierra no podrá ser prójimo en el cielo” Riqueza e inversión desde la óptica de Jesús

Dios y el dinero
Dios y el dinero

"Jesús nos invita a hacernos ricos, pero con una mirada de caridad puesta en los pobres; una riqueza de humanizarnos desde el sufrimiento y necesidades de quienes carecen de mejores oportunidades por diferentes razones de la vida"

"Sabemos que toda nuestra riqueza material se quedará en la tierra pero el bien que hagamos por los pobres y necesitados nos preparará a heredar el cielo"

"Nosotros, como el joven rico, queremos salvarnos con el mínimo esfuerzo pero sin dar el paso a una verdadera compasión y caridad"

En el seguimiento de Jesús cada uno de los discípulos está llamado a invertir por el reino en la medida de sus posibilidades. Quién tiene mayores posibilidades puede hacer mayor bien y cada uno está exigido en la medida de sus posibilidades, de tal forma, que estaremos tranquilos cuando estamos conscientes de que sea ha dado lo mejor que se ha podido.

La liturgia de la palabra de este domingo 28 del tiempo ordinario nos invita a hacer una reflexión de la riqueza en sentido amplio.

Podemos decir que la riqueza debe estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la riqueza –dinero-. Jesús lo pondrá muy claro: no puedes servir a Dios y al dinero. Servir a Dios nos hará siempre libres y será un servicio de dar la vida con generosidad a la manera de Jesús. Servir al dinero nos hará esclavos que nos pondrá en riesgo para exponernos a la injusticia, a la insensibilidad humana, a la avaricia, a la corrupción, al abuso, al robo, pondrá a prueba nuestros valores, etc.

El joven rico

Jesús nos invita a hacernos ricos, pero con una mirada de caridad puesta en los pobres; una riqueza de humanizarnos desde el sufrimiento y necesidades de quienes carecen de mejores oportunidades por diferentes razones de la vida. Jesús no quiere que seamos indiferentes ante la necesidad que grita a nuestros oídos. Jesús nos da un modelo de riqueza y de inversión, partiendo de un amor que sabe compartir, que sabe desprenderse. Con este modelo que Jesús nos da, nos invita a dar el paso hacia el cielo después de vivir en la tierra.

Sabemos que toda nuestra riqueza material se quedará en la tierra pero el bien que hagamos por los pobres y necesitados nos preparará a heredar el cielo.

Vivir en la tierra ahora es nuestra gran oportunidad de ganarnos el cielo.

Dice Pedro: Señor nosotros lo hemos dejado todo para seguirte… Jesús le responde: todos los que hayan dejado bienes por mí y por el evangelio, recibirán en recompensa cien veces más junto con persecuciones… Es decir, mucho más bendecidos de lo que han podido dejar porque Dios responde con suma generosidad a la generosidad de los hombres; pero también, deberán luchar en las adversidades que se les presentarán para que nunca se confíen y no se duerman en sus laureles; es decir, siempre despiertos y vivaces como serpientes.

Generosidad

La riqueza e inversión desde la óptica de Jesús se entiende desde una generosidad por ayudar a quien lo necesita. Ese es nuestro camino en la fe.

Dios es en esencia generoso, él nos da la vida, la lluvia, el sol, el aire; nos da a Jesús en la eucaristía y demás sacramentos, nos enseña a amar a todas las personas, sobre todo a quien sufre. Dios no se deja ganar en generosidad.

Desprenderse para compartir con quien lo necesita, es lo que Jesús plantea a quien quiere seguirlo y eso se llama generosidad.

Invertir en los pobres nos puede dar la sensación de que disminuyan nuestras riquezas materiales y ese es nuestro gran miedo a perder esa seguridad que nos da lo cuantioso del dinero. Por eso Jesús hace esa observación: que difícil les es a los ricos entrar al reino de los cielos. Es decir, el reino de Jesús es un reino para compartir con el necesitado, es el camino que la iglesia debe vivir. Son tantas las necesidades humanas que la iglesia atiende en sus obras, que muchas veces decimos: no hay riqueza que alcance. Es verdad, pero no justifica la falta de compromiso de no hacer nada por ayudar.

El pobre hombre de carpintería de Nazareth, hijo de María y de José, ofrece todo lo que tiene por la redención; todas sus posibilidades de dar, hasta su sangre, lo ofrece para que tengamos vida.

Dar al pobre

El criterio es: ¿cuáles son nuestras posibilidades de solidaridad y de ayuda? y es ahí donde hay que ser generosos como el carpintero de Nazareth que se entrega por ti y por mí. Cada quien dé en la medida de su posibilidad, esa es la exigencia en Jesús.

Jesús dirá: a los pobres los tendrán siempre. Es decir, siempre tendremos una realidad de necesidad que nos exigirá sensibilidad generosa para compartir. Lo que Jesús no permite es la insensibilidad ante el dolor y necesidad. Así descubrimos a Jesús en los evangelios: siempre dando, atento al grito de ayuda del ciego, la pecadora, el paralitico, la hemorroisa, el leproso.

Lo más cómodo es evitar a la gente necesitada para que no disminuyan nuestras arcas, nuestros tiempos y nuestras comodidades.

Cuando compartimos con generosidad nos hacemos más cercanos, más hermanos; hacemos posible la sonrisa y consuelo ante el angustiado, dando esperanza. Es decir, hacemos presente de una forma viva a Jesús y nos hacemos creíbles en este estilo de compromiso a la manera del ejemplo de Maestro.

Esa es la prudencia que nos habla el libro de la sabiduría: Con la prudencia me vinieron después todos los bienes. Nos recordamos lo que Jesús ya nos dice: busca primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se te dará por añadidura.

La segunda lectura de la carta a los hebreos nos dice que la palabra de Dios toca la profundidad de nuestra vida, con entera claridad en la verdad y nada se le oculta. Uniendo esta segunda lectura con el evangelio de Marcos, Jesús sabe que al joven rico del evangelio le falta compartir con los pobres. Ciertamente es alguien que cumple los mandamientos y, está muy bien, pero le falta mirar a los pobres y ayudarlos. Ese es el paso que tiene que dar todo discípulo de Jesús.

Samaritano

Quien no sabe ser prójimo en la tierra no podrá ser prójimo en el cielo. Jesús nos enseña el camino de saber ser prójimo con el necesitado y así lo expresa al principio de su ministerio público: El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres. Toda la vida pública de Jesús es una entrega de vida y amor por el necesitado. Es una manifestación de compasión ante el que sufre- por eso, de esta forma ser caritativo con el prójimo y, que son pocos los que en verdad son realmente caritativos con el necesitado, es como podemos entender mejor lo que Jesús nos dice: el camino de la salvación es estrecho y son pocos los que entran por él porque es disminuir y desprenderse por el bien del otro aunque lleguemos a la estrechez en nuestras vidas y sacrifiquemos la comodidad.

Nosotros, como el joven rico, queremos salvarnos con el mínimo esfuerzo pero sin dar el paso a una verdadera compasión y caridad.

Primero, Religión Digital

Volver arriba