Una armonía posible El papa Ratzinger, la religión y la razón

Fe y razón
Fe y razón

"Pablo Blanco, biógrafo y buen conocedor del fallecido papa. Ha señalado que en el mundo moderno se plantean dificultades para compatibilizar la razón y los conocimientos de la ciencia con la religión"

"Ha resaltado que el papa Ratzinger enfatizaba la importancia de que la religión pueda armonizarse con la razón"

"Parece obvio señalar que sería positivamente revolucionario, para los seres humanos del siglo XXI, lograr que la religión se adentre por el camino de la racionalidad"

"Tan solo hace falta que los seres humanos, empezando por las propias religiones, creamos que es posible y nos pongamos en marcha"

La muerte del papa Benedicto XVI, el día 31 de diciembre de 2022, ha provocado muchos comentarios en los medios y en las redes sociales. He escuchado uno de ellos en la COPE que me ha parecido especialmente interesante y trascendente. Su autor ha sido Pablo Blanco, biógrafo y buen conocedor del fallecido papa. Ha señalado que en el mundo moderno se plantean dificultades para compatibilizar la razón y los conocimientos de la ciencia con la religión. A continuación, ha resaltado que el papa Ratzinger enfatizaba la importancia de que la religión pueda armonizarse con la razón.

Libro de Ratzinger

No es un tema nuevo. Cabe recordar la lucha interior desgarradora que muchos filósofos cristianos del siglo XIX, por ejemplo, Kierkegaard, tenían para conciliar su racionalidad con su fe. En nuestra España tuvimos a Miguel de Unamuno que ya en el siglo XX publicó sus libros “El sentimiento trágico de la vida” y “La agonía del cristianismo”, cuyos títulos ponen de manifiesto la intensidad de su ruptura interior por el conflicto entre su intelecto (razón) y su sentimiento (religión).

Parece obvio señalar que sería positivamente revolucionario, para los seres humanos del siglo XXI, lograr que la religión se adentre por el camino de la racionalidad. Para ello serían necesarios avances en muchas áreas. Habría que avanzar hacia un concepto de Dios compatible con la ciencia, lograr una visión de la vida de los fundadores de las grandes religiones en las que los hechos contrarios a la razón encuentren respuesta racional, buscar respuesta al origen del bien y del mal, que es la asignatura pendiente de todas las filosofías e interpretar que las religiones propugnan una meta social final basada en el Amor, que ¡oh, casualidad! es el punto de encuentro posible de todas las religiones y filosofías.

Para ello se requiere una actitud no dogmática sino abierta al diálogo, actitud debe ser exigible a toda religión, pero también a toda filosofía. Debe asimismo recordarse que la propia ciencia no es otra cosa que una rama de la filosofía que aplica la metodología científica, básicamente la observación y la experimentación, para que sean los hechos el fundamento de las conclusiones.

La realidad es que frecuentemente se asumen, como emanadas y respaldadas por la ciencia, teorías que contradicen la esencia de la religión. Ahora bien, hay que tener en cuenta que en muchos casos esas presuntas teorías científicas no son otra cosa que hipótesis de trabajo emanadas de la conjunción lógica de otras hipótesis, pero que no han sido validadas científicamente. Así, por ejemplo, ocurre que científicos de renombre, como Stephen Hawking, se embarquen en terrenos meramente filosóficos y lleguen a conclusiones que vienen avaladas personalmente por ellos, pero que no son debidas a la aplicación de una metodología científica que los apoye.

Stephen W. Hawking

En este sentido, Hawking, gran físico y matemático, modelo de lucha ante la adversidad personal, en su libro póstumo “Breves respuestas a las grandes preguntas”, titula su capítulo primero de forma muy rotunda “Dios no existe”. Sin embargo, cuando lo leí, observé que el fundamento de esa conclusión eran meros razonamientos filosóficos, cuya lógica era muy cuestionable, y que no contaban con el menor apoyo científico. Por ello me permití publicar, en este mismo medio, mi artículo “Stephen Hawking se equivoca” en el que, con argumentos racionales, señalaba la inconsistencia de sus argumentos.

Existe también otro tema que se suele utilizar para señalar que la religión es irracional porque no es capaz de dar respuesta al origen de la vida humana y de las diversas especies. Frente al silencio de la religión es muy frecuente que se diga que todo lo que vemos es resultado de un proceso evolutivo impulsado por cambios producidos por efecto del azar y de la supervivencia del más fuerte. Según esa teoría, Dios no ha tenido ningún papel en la aparición del Universo ni en la aparición de las especies incluida la especie humana. Ante ello publiqué, en este medio, mi artículo “Sobre la teoría de la evolución” para cuestionar, con argumentos racionales, la presunción de cientifismo de esa teoría, ya que está en contra de los conocimientos actuales de la Paleontología, de la Genética y de la Bioquímica.

Igualmente, cabría aludir a muchos otros dogmas presuntamente científicos que se han demostrado falsos. Por ejemplo, el pensamiento marxista del que se afirmaba reiteradamente su carácter científico. Sin embargo, tras la caída del Muro de Berlín en 1989, la puesta al descubierto de sus represivas y miserables realidades sociales y el análisis detallado de sus confusas ideas, ha dado lugar a que sólo muy pocos sigan hoy afirmando el carácter científico de la doctrina marxista.

Es muy deseable y conveniente caminar hacia la verdad mediante el uso de la razón, tanto en el campo de la filosofía y la ciencia como en la religión. La razón, si se la usa bien, ayuda a primero a templar y después a superar los dogmatismos y fanatismos que en muchos casos han perturbado y siguen perturbando el diálogo filosófico y científico, pero también la cooperación interreligiosa.

Pero no es fácil y menos en el ámbito de la religión. Imaginemos que algunas personas cristianas, abiertas de mente, estuvieran dispuestas a repreguntarse para qué vino Jesús y se plantearan dialogar sobre las siguientes opciones: A) Para enseñarnos que la clave para vivir y construir el reino de Dios, también aquí en la Tierra, era y es, amar al prójimo como a uno mismo y a Dios sobre todas las cosas y B) Para morir en la cruz, redimirnos del pecado original y resucitar físicamente después. Y a la vez completaran el diálogo planteándose cuál de las dos opciones, la A o la B, es la que Dios hubiese preferido que ocurriera.

La conclusión a que se llegara podría ser de gran impacto, pues si se optara por la A, cabría considerar que la construcción del reino de Dios en la Tierra, es decir la sociedad ideal, es algo que hay que realizar cuanto antes. Nos encontraríamos entonces con que la razón aplicada al cristianismo nos llevaría a tomar una postura socialmente más comprometida y más esperanzadora. Una alternativa muy atractiva frente a las fracasadas dictaduras del proletariado marxista y muy superior a la sociedad liberal de economía de mercado que sugería Fukuyama en su famoso opúsculo “El fin de la Historia”

Hay quienes consideran que las religiones no tienen futuro porque son incapaces de ofrecer respuestas racionales atractivas. Sin embargo, si se tomara el camino de Ratzinger de intentar compatibilizar la razón con la religión, talvez se pudiera avanzar mucho más tanto en la movilización ecuménica cristiana como en el diálogo y la cooperación interreligiosa.

Llegar a interpretar que las palabras de Jesús “que se haga tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo” no eran un sueño imposible, sino una realidad que Dios anhela y espera que construyamos, daría al cristianismo, y por ende a todo el fenómeno religioso, el ímpetu de una firme esperanza. Hoy dos mil años después de Cristo, los avances tecnológicos y sociales ofrecen claros instrumentos para crear un mundo ideal de prosperidad, paz y fraternidad. Tan solo hace falta que los seres humanos, empezando por las propias religiones, creamos que es posible y nos pongamos en marcha. ¡Feliz 2023!

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