La Apostasía Silenciosa de las Masas (II)

La Apostasía Silenciosa de las Masas (II)
La Apostasía Silenciosa de las Masas (II)

Continuando con el artículo anterior, puede ser también que la apostasía o renuncia a una creencia lo sea de cierto tipo de religiosidad

En el corazón de una cultura está la forma en que el pueblo se relaciona con Dios. Sin embargo, es difícil ver los límites y complementoriedad entre cultura y fe, que, si bien están llamadas a retroalimentarse, no son lo mismo. Es esa confusión que existió entre evangelizar y europeizar…por las buenas o por las malas.

no todo es lo que parece ser y hay religiosidades que tienen poco de creencias y creencias que pueden tener poco de religión institucional. Jesús había visto más fe en un pagano opresor, el centurión romano, que en todo el pueblo de Israel. (Mt 8,10)

las Iglesias ortodoxas orientales acentúan que Dios trasciende toda concepción humana, la llamada teología negativa o apofática... el gran arquitecto de la teología católica medieval, Santo Tomás de Aquino afirma que “Dios no existe en el mismo sentido en que existen ciertas cosas”. 

Su Silencio es su presencia y compañía más profunda. Dios te da un bastón para que comiences a andar y después te lo quita, te regala el don de la oración y luego te deja en una noche oscura. Porque como dice Madeleine Delbrel, “la verdadera soledad no es la ausencia de los hombres sino la presencia de Dios.”

Las actuales cifras de alejamiento occidental de las religiones ponen de manifiesto sus errores, pero también la necesidad de nuevas inculturaciones de la fe que muestren el rostro de un Dios misericordioso que llega hasta los últimos. Hay un nuevo lado del poliedro de la fe en el Dios hecho carne, por descubrirse. Nadie es dueño de Dios, ni siquiera la Iglesia que está al servicio de su Reino. Sólo el amor es digno de fe, decía von Balthasar

La apostasía silenciosa de las masas (II)

El silencio de Dios

Continuando con el artículo anterior, puede ser también que la apostasía o renuncia a una creencia lo sea de cierto tipo de religiosidad. He retomado esta idea en estos días, después de ver por enésima vez la compleja película Silencio de Scorsese, que describe la persecución que sufrieron más de 300 mil cristianos en Japón en el 1600.                                                                                

crucificados en el mar

Dos jóvenes jesuitas van a buscar al desaparecido padre Ferreira, el sabio e incansable apóstol que los formó y que había hecho crecer colosalmente el número de fieles japoneses después de la primera incursión del admirable san Francisco Javier: “El oriente en llamas”, (Louis de Wohl). Hay rumores que ha apostatado. Los jóvenes sacerdotes consideran que tal situación es impensable y van voluntariamente a esa cruenta tierra de misión a buscarlo.

Después de llegar a Japón en secreto, van tomando contacto con poblaciones de campesinos muy pobres, pero intensamente sacramentalizados. Ellos reciben a los clérigos cladestinamente, con una devoción profundísima. Esos sacerdotes católicos son el nexo con la religión que han recibido y su presencia los anima en medio de tanta persecución. Mientras tanto, el hostigamiento arrecia y las tropas del inquisidor persiguen, torturan y crucifican en el mar a todos los que detectan y que no abjuran de sus creencias. Es conmovedor su fe ciega en el Paraíso. Mueren miles al son de cantos religiosos en latín de la época. Pero no solo es adhesión a una religión y sus prácticas, el cristianismo les ha descubierto una dignidad humana en medio de un sistema en que son tratados peor que los animales. La fe les ha descubierto la belleza de su humanidad en medio de tanto atropello y miseria.

¿Apostasía de Dios o de la cultura que envuelve la creencia?

Los jesuitas, tras ser atrapados, son sometidos a interrogatorios y torturas para que renuncien a su fe. Saben que, si ellos caen, todos dejarán su fe.  El inquisidor japonés les dice que lo que a Japón había llegado no era el cristianismo en estado puro, sino las potencias coloniales de España, Portugal, Inglaterra y Holanda. Y que no habían tenido en cuenta su idiosincrasia, que habían despreciado su cultura y que por lo tanto eran un peligro para la sociedad japonesa. No nos escandalicemos tanto, hacía poco tiempo, en España y otros países “cristianos y civilizados” se habían quemado y expulsado musulmanes, judíos y herejes, con el mismo argumento.

Los misioneros jesuitas, después de ser doblegados y extorsionados por el asesinato paulatino de los campesinos, abjuran formalmente de su fe y en silencio la vivirán hasta el final de sus días, a pesar del continuo control de las autoridades. Su Silencio es su presencia y compañía más profunda. Dios te da un bastón para que comiences a andar y después te lo quita, te regala el don de la oración y luego te deja en una noche oscura. Porque como dice Madeleine Delbrel, “la verdadera soledad no es la ausencia de los hombres sino la presencia de Dios.”

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Estamos en circunstancias históricas y espaciales distintas de lo que comenzamos planteando en el artículo anterior respecto a la renuncia silenciosa a la fe de Europa. La apostasía que retrata la película no es la apostasía de la cómodas y sibaritas masas de nuestro occidente opulento, pero sin embargo encontramos algunas analogías.

En el corazón de una cultura está la forma en que el pueblo se relaciona con Dios. Sin embargo, en esa época no estaba muy clara la diferencia entre cultura y fe, que, si bien están llamadas a retroalimentarse, no son lo mismo. Es esa confusión que existió entre evangelizar y europeizar…por las buenas o por las malas. Es la confusión de ciertas formas como el nacionalcatolicismo, que es como volver para atrás en la relación fe-cultura.

Las grandes conquistas coloniales siempre elaboraron o tomaron una gran idea legitimadora.   Así, tras la noble empresa de la evangelización en América se colaron intereses muy “humanos” que la desprestigiaron mucho. La legitimación de la conquista, colonización y depredación de América siempre se esconderá detrás del hipócrita escudo de la misión evangelizadora, para justificarse ante la historia y ante las nuevas políticas económico-colonizadoras.

Lo mismo pasó con Inglaterra y otros países colonialistas (pocos países europeos no lo fueron, recordemos los genocidios del Congo Belga) que en el siglo XIX, necesitados de recursos naturales por la revolución industrial, colonizaron gran parte del mundo bajo la legitimación de la “Civilización”, “la carga del hombre blanco”, como ingenuamente poetizaba Rudyard Kipling, que se llenó de dinero más por exaltar las glorias y nobleza del Imperio inglés que por publicar “El libro de la selva”.

En búsqueda de la esencia de la creencia y el ateísmo

El primer paso para estudiar la apostasía en sí misma es definir los extremos a que se refiere el término, pues éste es un pasaje, una transición entre dos puntos. El primero, desde el cual supuestamente se parte es la religión, creencia, etc. y la segunda es pasar a la incredulidad, ateísmo, secularismo, etc.

La religión para muchos es más una serie de prácticas que de creencias. El mismo Jesús decía que” no todos los que dicen Señor, Señor, entrarían en el Reino de los cielos” (Mt 7,21) y “he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados” (Jn 9,39). Esto nos muestra que no todo es lo que parece ser y hay religiosidades que tienen poco de creencias y creencias que pueden tener poco de religión. Jesús había visto más fe en un pagano opresor, el centurión romano, que en todo el pueblo de Israel. (Mt 8,10)

Otro lado ineludible del poliedro de la incredulidad es a qué nos referimos cuando decimos ateísmo. El polémico académico en filosofía política e historia de las ideas, John Gray, define 7 tipos de ateísmo en su libro homónimo. La mayoría de ellos no son sino un reemplazo del Dios cristiano por otras cosas (la humanidad, la ciencia, la clase social, la historia, el comunismo, el progreso, el libertarismo, la naturaleza, etc). Esto nos hace recordar ell ateísmo de Nietzsche quien temía más a los nuevos absolutos humanos que ocuparían el lugar de los templos del “Dios muerto”. 

Gray se considera a sí mismo ateo, pero critica ciertas formas de ateísmo como ridículas, por ejemplo, el que se funda en atacar la religión como si fuera una teoría científica obsoleta, algo ya intentado en el siglo XIX por el positivismo. Sin embargo, siente simpatía hacia el ateísmo místico de Schopenhauer y las teologías negativas de Spinoza y otros, que apuntan a un Dios que trasciende cualquier concepción humana. También manifiesta admiración hacia las Iglesias ortodoxas orientales que acentúan que Dios trasciende toda concepción humana, la llamada teología negativa o apofática. Incluso menciona al gran arquitecto de la teología católica medieval, Santo Tomás de Aquino cuando afirma que “Dios no existe en el mismo sentido en que existen ciertas cosas”.

En estos tipos de ateísmo aborda una discusión central para la religión contemporánea: aunque hay ateos que se autodenominan librepensadores, para muchos el ateísmo es hoy un sistema cerrado de ideas, incapaz incluso de comprender sus propias raíces cristianas.  

Entonces, ¿de qué se trata el "mito del progreso" y la "religión de la humanidad" en los que estos nuevos ateos depositan su fe? La fe irracional en el progreso, el hombre o la ciencia puede dar lugar a peores calamidades que las páginas más oscuras de los monoteísmos. En una discusión desde Platón hasta Ayn Rand, Gray convierte la historia, la política, la filosofía y la literatura en una zona de guerra entre desesperados de algo en que creer.

Pero la apostasía silenciosa de las muchedumbres refleja sobre todo un ateísmo práctico, donde la idea de una mente divina creadora no tiene utilidad ni sentido. Dios es irrelevante. Además, como hemos renunciado a la historia, su irrelevancia parece de toda la vida.

Son los tiempos del anticristo: “Muchos engañadores han salido al mundo, personas que no confiesan a Jesucristo como venido en carne. Este es el engañador y el anticristo” (2 Juan, 7)

Una nueva inculturación que revele el Dios del Amor Encarnado

Lo que creo que a veces está más en juego que la apostasía, es la inculturación de la fe. Son el contexto de las expresiones religiosas lo que producen o no adhesión a un proceso de acceso a las realidades divinas. Por eso Bonhoeffer era tan crítico de “la religión”, porque su estructura e institucionalidad humana velaba más que revelaba el misterio de Cristo salvador. Bonhoeffer descubre que en el mundo sin Dios también está Dios; que hay que vivir ante Dios en el mundo sin Dios, con ese Dios fuera del mundo. Solo un Dios hecho hombre, que camina a nuestro lado, hecho hombre, como en el camino de Emaús, puedeabrir nuestros ojos al partir el pan con Él.

Las circunstancias en que hoy oramos por el reino de Dios nos...

Las actuales cifras de alejamiento occidental de las religiones ponen de manifiesto sus errores, pero también la necesidad de nuevas inculturaciones de la fe que muestren el rostro de un Dios misericordioso que llega hasta los últimos. Hay un nuevo lado del poliedro de la fe en el Dios hecho carne, por descubrirse. Nadie es dueño de Dios. Sólo el amor es digno de fe, decía von Balthasar

Guillermo Jesús

Poliedroyperiferia@gmail.com

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