El Adviento hoy

El término "Adviento" viene del latín adventus, que significa venida, un tiempo de preparación espiritual para la celebración del nacimiento del Niño Dios, pura fragilidad que se ha despojado de su rango divino. Su duración abarca los cuatro domingos más próximos a la liturgia de la Navidad (la Natividad), aunque en el caso de la iglesia Ortodoxa el Adviento llega hasta los 40 días, desde el 28 de noviembre hasta el 6 de enero. Adviento, venida del Señor, tiempo de preparación para acoger de nuevo a todo un Dios que se hace uno de nosotros para compartir y enseñarnos a compartir la Buena Noticia profetizada desde antiguo. Lo Debería ser un tiempo de apertura para hacer sitio a la Palabra cuando a quyien hacemos sitio es al bombardeo por tierra, mar y aire de la publicidad para gastar y comprarlo todo.

Esta grave inconsecuencia adquiere unos tintes muy poco festivos cuando reflexionamos el Adviento al calor del principal mandamiento de amar a Dios por encima de todo y al prójimo como a nosotros mismos. Hoy, el “adviento” o venida de Cristo está inseparablemente unido al adviento de los millones de refugiados que vienen a nosotros... y los suyos, sus hermanos en el Señor, nosotros, no les recibimos. Mansamente nos vamos olvidando del drama que tenemos ahí, en la puerta de una Europa capaz de decidir en un santiamén el incremento de las partidas de defensa militar para pasar de los 25 millones de euros previstos en 2017 a los 90 millones en 2020.

Aunque me parece más bochornoso todavía la manera de incentivar el gasto en defensa de los Estados europeos en proyectos de equipamiento común, que sigue siendo algo voluntario para adherirse o no. El argumento para convencer a los gobiernos estriba en que este gasto militar en misiones comunes quedará exento en la contabilización del déficit dentro del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Y en los últimos años ha dejado fuera del cómputo las ayudas a los bancos con dinero público. ¿Dónde queda la denuncia profética?

Lo que hace falta es que se escuchen quejas en forma de denuncia profética y que los gobernantes de los países que consienten estas cosas se encuentren incómodos porque no es Podemos -o no solo- quien está detrás sino gentes de los considerados políticamente correctas. Quejas de los presidentes de las conferencias episcopales europeas, de los cardenales de la curia, que siempre están a otras cosas, de las confederaciones de religiosos de toda Europa, de las iglesias evangelistas y ortodoxas, de los consagrados y laicos, de todas las personas de buen corazón sin que se tengan que sentir personas religiosas, de los respectivos Defensores del Pueblo, políticos, asociaciones varias...

Es preciso recordar el célebre poema del P. Martin Neimöller en el que denunciaba la cobardía de los intelectuales alemanes ante los nazis, aquel que dice: “Cuando vinieron a buscar a los comunistas, yo no dije nada porque no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera alzar la voz para protestar”. Se nos puede aplicar hoy a muchos cristianos que celebraremnos beatíficamente la Navidad.

El materialismo consumista ha logrado una fiesta navideña que envuelve en papel cuché al becerro de oro bajo la marca “Niño Jesús”. Esta es una parte de la verdad, aunque duela. El contrapunto es la denuncia profética minorotaria ante ante tanto dolor en el mundo y bien cerca de aquí. , o las familias y comunidades de cristianos anónimos que hace tiempo optaron por vivir el Aviento con el corazón abierto al Misterio de la Navidad solidariamente. No son noticia pública, pero son la verdadera noticia pascual del Adviento y el ejemplo vivo de Emmanuel, de que Dios se muestra en nosotros.
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