La Iglesia y el dinero

Vivimos en una sociedad neoliberal que caracteriza a los países más desarrollados del mundo. Dinero hay de sobra, el PIB aumenta mientras la distribución que estuvo un tiempo bajo la mirada de una socialdemocracia que claudica ante la paulatina distribución injusta de la riqueza. En los países más avanzados crecen la pobreza y nosotros mantenemos a duras penas los derechos básicos de sanidad, educación y pensiones.

La Iglesia oficial se ha quedó paralizada con el Manifiesto Comunista de Marx cuando sentenció que la lucha de clases era el motor de la historia. Y sobre todo cuando llegaron las consecuencias prácticas aberrantes en forma de materialismo comunista. Nuestra Iglesia se ha sentido mucho más cómoda con el capitalismo y el materialismo liberal, incluso ahora que el comunismo está en decadencia, el socialismo es democrático y la globalización financiera concentra más codicia que nunca a costa de grandes mayorías; a pesar de que sentimos cada vez más cerca la pauperización y el resquebrajamiento del “estado del bienestar”.

En pleno siglo XXI, algunos tienen la habilidad de mantener actualizada aquella disyuntiva de capitalismo-comunismo, como si no existiesen otros escenarios posibles entre estos dos extremos. Y de repente, ha surgido un profeta entre nosotros que se sale del guión sin desviar el problema de fondo. Un profeta que a la vez es Papa,no duda en arremeter contra los excesos de la economía globalizada. Si hubiese sido un teólogo o teóloga de los que abundan ya entre el clero y el laicado, tendría asegurada la desautorización y probablemente el castigo. Existen buenos ejemplos de ello. Pero al ser el Papa, la cosa se complica a los utilizan el evangelio en beneficio propio.

Alguna persona podría decirme: ¿Seguro que el Papa se posiciona tan claramente? Cito sus palabras textuales: “El capitalismo desenfrenado ha generado nuevas precariedades y esclavitudes y las cuestiones sociales y económicas no pueden ser ajenas al mensaje del Evangelio”. Por tanto no cabe decir que la Iglesia debe ser neutral porque, encima, está soportada en un Estado con sus inmunidades diplomáticas. Hay que recordar que Jesús también entró en política, y le costó la muerte, cuando denunció un sistema de gobierno teocrático contario a la dignidad de las personas queriendo cambar la forma de entender y vivir la religión de aquellos que ostentaban el poder religioso.

Para los sectores más conservadores de la Iglesia, Francisco es el primer Papa comunista. Hay que ser ignorante o mala persona. Como reflexionaba Simone Weil, el escándalo de un Dios delincuente se convierte en una justificación: “se adora la grandeza histórica de la Iglesia”, subvirtiendo así la revelación divina en el Amor por un empeño en buscar a Dios en el Poder olvidándonos de la realidad de los evangelios. Lo cierto es que el Papa destaca como uno de los grandes críticos de los excesos de la globalización de la economía. Con el Evangelio en la mano, lanza una llamada de aviso a nuestras conciencias adormecidas por un consumismo letal cuyas consecuencias, cada vez más cercanas, nos descolocan frente al espejo de los valores básicos humanos y cristianos. Bien cerca, en Italia, ya han sido procesadas personas por el “delito” de socorro humanitario a los inmigrantes que llegan moribundos en pateras.

La base del corazón evangélico -recuerda el Papa- tiene un gran enemigo, las "ideologías que mutilan el corazón del Evangelio: bajo una supuesta fidelidad a la tradición o a una forma de ser católico, no son pocos los que "viven sospechando del compromiso social de los demás, considerándolo algo superficial, mundano, comunista, populista". Los que le acusan de comunista y populista son los mismos que pervierten el Evangelio desde algunos consejos de administración y desde la propia Curia. Viven el Evangelio como una ideología clericalista que debe ser extendida e impuesta, pero en paralelo a las prebendas y mientras saquean el bien común.

En su última exhortación “Alegraos y regocijaos” denuncia al clericalismo servicial del poder. Relativizan lo esencial "como si hubiera otras cosas más importantes o como si solo interesara una determinada ética o una razón que ellos defienden", poniendo el énfasis única y exclusivamente en la lucha contra el aborto. El Papa les recuerda que "es igualmente sagrada la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas". La acusación de ideología y no misericordia es clara: si hay que defender la vida del no nacido, más motivo para defender la del nacido.

Mientras el profeta Bergoglio se implica en los temas económicos denunciando sin ambages la cada vez mayor distancia entre ricos y pobres, demasiados católicos vivimos todo esto de perfil al tiempo que un buen número de no cristianos son más ejemplares con el dinero y los pobres del Evangelio.
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