El dedo en la llaga

Cada vez es mayor el run-run que produce la barbarie terrorista en nombre del islam, en su pretensión de asimilar la religión musulmana con un conflicto a vida o muerte aunque muchos musulmanes no quieren vivirlo como tal. Lo cierto es que la inquietud y el rechazo a lo que suene a musulmán crece en Occidente porque lo vemos como una amenaza en forma de Al Qaida, Al Nostra, Estado Islámico, etc.

Sin embargo, no es noticia los musulmanes que manifiestan su indignación ni la existencia de movimientos como “No en mi nombre”. Abdennour Pierre Bidar es un musulmán francés catedrático de filosofía; ha sido responsable de la pedagogía del laicismo en el Ministerio de Educación Nacional y es un destacado líder de dicho movimiento. Fruto de dos culturas, fue criado en la tradición sufí por su madre, una médica católica que se convirtió al Islam aunque educada en el fundamentalismo de su padre adoptivo; y por su abuelo, que le inculcó un humanismo sensato.

En un artículo suyo publicado a finales de 2014 en la prensa francesa, Bidar manifestó algo de plena actualidad: que los creyentes musulmanes no pueden limitarse a denunciar solamente la barbarie terrorista. Que ante los dogmas y la manipulación política a la que está siendo sometido el mundo musulmán, éste debe ser crítico y reformarse a sí mismo. Su "Carta abierta al mundo musulmán" tras el secuestro y la ejecución del turista francés Hervé Gourdel en Argelia pasó desapercibida entre nosotros a pesar de que ponía el dedo en la llaga y siga de actualidad.

En la carta, lamenta que los intelectuales occidentales “han olvidado la religión como motor de la civilización” y no se den cuenta que "el porvenir de la humanidad dependerá mañana no solamente de la resolución de la crisis financiera, sin, de forma bastante más esencial, de la resolución de la crisis espiritual que atraviesa nuestra humanidad". La naturaleza espiritual del ser humano tiene horror al vacío y, si no encuentra nada nuevo para llenarlo, lo hará mañana con ídolos y religiones cada vez más inadaptadas al presente que, como el islam actualmente, se dedicarán entonces a producir monstruos.

Es preciso ir a la raíz del problema -nos dice- y ser fiel a las esencia liberadora que atesora la religión, cualquier religión que busque vivir la espiritualidad creativa y trascendente del ser humano "¡El terrorismo no es el islam, el verdadero islam, el islam bueno que no quiere la guerra sino la Paz!” A pesar de la gravedad de la enfermedad, hay en ti -prosigue- una extraordinaria multitud de hombres y mujeres preparados para reformar el islam, para reinventar su genio más allá de sus formas históricas. Pero son pocos todavía estos musulmanes y estas musulmanas que miran hacia el futuro, fuertes y libres. Han comprendido que aquellos no son más que los síntomas más visibles de un inmenso cuerpo enfermo, cuyas enfermedades crónicas son la impotencia para construir democracias estables y para instaurar una tolerancia y un verdadero reconocimiento del pluralismo religioso.

¿Será todo esto culpa del Occidente? ¿Cuánto tiempo precioso vas a seguir perdiendo, mi querido mundo musulmán, con esta acusación estúpida que tú mismo no crees y detrás de la que te escondes para continuar mintiéndote a ti mismo? ¿En dónde están los grandes pensadores cuyos libros eran referentes en el mundo entero? En realidad te has vuelto tan débil, escondido tras la seguridad que permanentemente manifiestas sobre ti mismo que ya no sabes quién eres ni adónde quieres ir, y esto te ha vuelto tan desgraciado como agresivo.

El mundo musulmán ha optado por creer e imponer que el islam exige sumisión, cuando el Corán proclama que “la religión no constriñe a nadie” ¡Has convertido tu llamada a la libertad en el imperio del miedo! Evidentemente todo esto no es algo impuesto por el terrorismo islámico. No, ¡este problema es mucho más profundo! ¿Pero quién quiere escucharlo? Hay un silencio total sobre ello en el mundo musulmán, y en los medios occidentales no se escucha más que a los expertos en terrorismo. No te hagas ilusiones, amigo mío, creyendo que cuando haya terminado el terrorismo islámico el Islam habrá resuelto sus problemas.

La solución para este filósofo experto en religiones es clara:”Si quieres saber cómo dejar de dar a luz a tus monstruos, es simple y difícil a la vez: tienes que reformar toda la educación que das a tus hijos en cada una de las escuelas y en cada uno de los lugares del saber y del poder para dirigirlos según los principios universales de la libertad de conciencia, la democracia y la tolerancia. Es el único medio. Si tú no lo haces, dentro de poco serás devastada por su propio poder de destrucción”.

Y así finaliza la carta: “Querido mundo musulmán… Yo no hubiera sido tan severo en esta carta si no creyera en ti. Yo creo en ti, yo creo en tu contribución para hacer de nuestro planeta un universo a la vez más humano y más espiritual”. Necesitamos muchos valientes como Abdennour Bidar.
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