Un pastor muy especial

El primer pastoreo parece ser que se produjo con las reses y se inicia en el Oriente Próximo, alrededor del 8500 a.C. No mucho tiempo después se domesticaron las ovejas, probablemente en Mesopotamia. En cuanto a los pastores, son los “padres” que cuidan a cada miembro del rebaño, los alimentan y los miman desde el mismo día en que nacen hasta que mueren. Es un trabajo abnegado y no tan sencillo como parece.

Parece un poco desfasado el mensaje evangélico al compararnos como ovejas, un animal que se nos antoja sin iniciativa y bobalicón. Pero lo cierto es que la oveja, como nosotros, es un animal indefenso y tantas veces inocente de los peligros y expuestos en el andar a muchos riesgos. Por esta fragilidad, el pastor debe enseñarle el camino a recorrer a la hora de pastar, porque existen muchos peligros y desconocimientos en el rebaño.

Pero hay algo más importante que lo anterior, y es el hecho que las ovejas identifican a su pastor y le seguirán confiadamente porque les cuida y va delante marcando el camino. Les da ejemplo de cariño y protección cada vez que alguna se sale del rebaño, buscándola hasta encontrarla, cargando con ella en sus hombros.

La enseñanza evangélica no utiliza el símil del pastor y la oveja para centrarse en lo gregario y en el liderazgo de la sobreprotección. Todo lo contrario, se trata de resaltar el verdadero liderazgo de servicio del que se expone al grupo generando confianza y ejemplo del amor que siente por cada miembro del grupo. Este binomio -confianza y ejemplo- es lo que le valida como buen pastor ante cada oveja, que decide seguirle con confianza sintiendo su implicación y cercanía. Porque el verdadero liderazgo es algo que solo te lo otorgan los demás.

En este sentido, me parece muy importante el hincapié que hizo el Papa Francisco en una de sus misas en Santa Marta (octubre 2017) sobre la figura del Buen Pastor actualizando su mensaje a nuestro tiempo: él afirma que el camino de cualquiera de nosotros como buenos pastores seguidores de Jesús se concreta en cinco verbos de cercanía que le impresionaron y que son los que utiliza el evangelista en el pasaje de la mujer pobre que estaba completamente encorvada por una enfermedad de la columna desde hacía años: la vio; la llamó; “le dijo”; “le impuso sus manos sobre ella y “la sanó”. Jesús los vive en primera persona y nos indican los criterios básicos de actuación cristiana: ver, llamar, hablar, tocar, sanar. Y con la advertencia de que no bastan solo hermosas palabras y buenas maneras, porque Jesús nos pide tocar con la mano la carne del otro, sobre todo si sufre, añade Francisco.

Ahora que está tan de moda el liderazgo como actitud porque existe una fuerte sensación de que la necesidad de buenos líderes es más urgente que nunca, es corriente escuchar a profesionales de la empresa pública y privada cómo se lamentan de la ausencia del buen liderazgo. Pues bien, ya que existen al menos bastantes consensos sobre las bases de un buen liderazgo, aprendamos del Buen Pastor y de su modelo de actuación como personas y, por supuesto, como cristianos. No miremos al dedo (la oveja es gregaria) sino a la luna (ejemplo, confianza).
Volver arriba