Alegraos cuando os llamen comunistas y populistas
Por eso mismo, el Papa insiste en este documento en los dos enemigos de la salvación cristiana que ya ha puesto de relieve tanto en Evangelii Gaudium, como en el discurso a la Iglesia italiana en Florencia o como en Placuit Deo, el gnosticismo y el neo-pelagianismo. Estos dos son enemigos poderosos porque están incrustados en una forma de ser iglesia clerical y elitista. Es propio de la actitud gnóstica en la élite eclesial actitudes que “absolutizan sus propias teorías y obligan a los demás a someterse a los razonamientos que ellos usan” (39). Por otro lado, las actitudes neo-pelagianas se muestran en “la obsesión por la ley, la fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, la ostentación en el cuidado de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, la vanagloria ligada a la gestión de asuntos prácticos, el embeleso por las dinámicas de autoayuda y de realización autorreferencial” (57). Estos dos peligros en la Iglesia, estos dos riesgos para la salvación cristiana, estos dos enemigos de la santidad, se han reafirmado durante siglos, de forma que hoy es muy difícil para muchos católicos distinguir la fe recta de la herejía, pues la herejía se ha convertido en práctica cotidiana en muchos ordenados, también prelados, y en no pocos teólogos que dan sustento al elitismo clerical en la Iglesia.
La única manera de salvar estos peligros es volver a las peticiones de Jesús en Mt 25, 31ss (Tuve hambre y me disteis de comer…), sine glossa es decir “sin comentario, sin elucubraciones y excusas que les quiten fuerza” (97). El núcleo de la propuesta del Evangelio para una vida en santidad está en este texto citado de Mateo y en las Bienaventuranzas. El Papa desgrana las consecuencias de las Bienaventuranzas para la vida. De cada una de ellas obtiene una consecuencia en nuestra vida. Es santidad, nos dice, ser pobre en el corazón (70), reaccionar con humilde mansedumbre (74), saber llorar con los demás (76), buscar la justicia con hambre y sed (79), mirar y actuar con misericordia (82), mantener el corazón limpio de todo lo que mancha el amor (86), sembrar paz a nuestro alrededor (89), aceptar cada día el camino del Evangelio aunque nos traiga problemas (94). Esta santidad es el corazón del Evangelio y cumplir con ello es la forma verdaderamente cristiana de vivir, no cumpliendo normas, liturgias, preceptos o jerarquías. Todo eso puede ser instrumento, y solo debe serlo, para cumplir lo otro, la verdadera santidad que está en el corazón del Evangelio, las Bienaventuranzas.
Sin embargo, este corazón evangélicio, nos recuerda el Papa, tiene un gran enemigo, las “ideologías que mutilan el corazón del Evangelio” (100-103). Bajo una supuesta fidelidad a la tradición o a una forma de ser católico, no son pocos los que “viven sospechando del compromiso social de los demás, considerándolo algo superficial, mundano, secularista, inmanentista, comunista, populista” (101). Esos tales son los mismos que viven el cristianismo como un supuesto alejamiento del mundo, mientras están enzarzados en lo más vil y despreciable del mismo; esos tales son los que pretenden imponer sus verdades a los demás, sin un atisbo de duda; esos tales son los que confían plenamente en sus plenilunios y sus sacrificios, despreciando al pobre que está a su lado. Los que acusan al Papa de comunista y populista son los mismos que pervierten el Evangelio con sus doctrinas y destruyen la santidad en este mundo. Aquellos que se escudan en sus cargos para dilapidar los bienes comunes y gustan de sentarse en los primeros lugares con sus ínfulas y sus largos vestidos purpurados. Viven el Evangelio como una ideología que debe ser extendida e impuesta, haciendo en el camino peligrosos compañeros de viaje que les otorgan prebendas mientras saquean el bien común.
Contra muchos de estos lanza el Papa una carga de profundidad potente, pero con la mansedumbre propia del que ama también a sus enemigos. El clericalismo servicial del poder utiliza unos criterios para no dar importancia a lo esencial, así, el compromiso social “lo relativizan como si hubiera otras cosas más importantes o como si solo interesara una determinada ética o una razón que ellos defienden”, poniendo el énfasis única y exclusivamente en la lucha contra el aborto. El Papa les recuerda que la defensa del inocente que no ha nacido debe ser clara, firme y apasionada, “pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte” (101). La acusación es clara: mientras dicen defender la vida, permiten con sus actos y omisiones que se destruya. Su defensa de la vida resulta, por tanto, ideológica, y no conforme al amor misericordioso del que sigue a Cristo. Si hay que defender la vida del no nacido, más motivo para defender la del nacido.
El nacido con más necesidad de atención hoy es el emigrante, por eso el Papa recuerda las palabras de Mateo: “fui extranjero y me acogisteis”, frente a aquellos que relativizan esa situación ante el mayor problema que supondría, a su parecer, el relativismo del mundo actual y sus graves problemas éticos. El Papa reacciona: “que diga algo así un político preocupado por sus éxitos se puede comprender; pero no un cristiano, a quien solo le cabe la actitud de ponerse en los zapatos de ese hermano que arriesga su vida para dar un futuro a sus hijos” (102). El cristiano debe tener los mismos sentimientos que Cristo, y no andar haciendo cálculos y compromisos con la injusticia. Eso no debe llevarle al otro error ideológico, el de separar la acción social de la realidad mística de unión con Dios y de la gracia. Al hacerlo, como algunas organizaciones caritativas, destruyen lo esencial de la misericordia, que no es dar pan o trabajo, sino dignidad, crear personas capaces de amar y ser amadas.
El corazón del Evangelio nos permite vivir la santidad en nuestras vidas sin necesidad de actos heróicos, para los que no faltarán ocasiones, porque en las Bienaventuranzas está la propuesta para la vida feliz y plena. Es un camino arduo y lleno de peligros, pero el gozo de saberse en Cristo es capaz de soportar cualquier cruz del camino. Si el día en que os persigan es un día de gozo y alegría porque nuestra recompensa estará en el cielo, también lo será cuando nos llamen comunistas y populistas, estemos tranquilos porque eso mismo lo sufrieron los profetas, y Jesús y el propio Papa, al que llaman comunista y populista. ¡Alegrémonos!