Manifiesto del Foro de Curas por el gallego en la Iglesia

El Foro de Curas Gallegos se une a las manifestaciones de la sociedad gallega a favor del uso normal de su lengua identitaria, el gallego. Particularmente, se adhiere al “Manifiesto a favor de la convivencia lingüística y de la igualdad de derechos para el gallego”, que firmamos ya muchos. Con ese manifiesto reconocemos que “el pueblo gallego tiene derecho a que su lengua propia originaria sea oficial a todos los efectos en su ámbito territorial”, y que “los usuarios del gallego deben disfrutar en su territorio del mismo estatus legal que el castellano tiene en el suyo”. Sabemos que la situación del gallego “está muy lejos de ser así”, como allí se indicaba.

Este diagnóstico es también real para la Iglesia en Galicia, que se resiste a ser gallega. Como escribió hace años el obispo Araujo: “La Iglesia gallega tiene una deuda y un pecado histórico con respeto a nuestro pueblo: olvidar nuestra lengua y nuestra cultura” y “contribuyó a intensificar el proceso de alienación cultural” (Memoria de vida e O cristián ante a cuestión da lingua galega).

Un pecado histórico endémico, pues la Iglesia ha sido uno de los elementos más desgalleguizadores de la historia gallega; aunque en los primeros tiempos asumió la cultura y la lengua del país, y hasta el s. XIV actuó casi exclusivamente en gallego. Con todo, es también cierto que una parte importante de la Iglesia hizo mucho y bien en Galicia a favor del pueblo gallego y su lengua. En los años 30 del siglo pasado, los cristianos gallegos se autoproclamaban “cristianos y nacionalistas, creyentes en Díos y en el porvenir de la Tierra” (Nosa Terra, 25 de xullo do 1924); entonces se sentían apoyados por el obispo compostelano Lago González, que dijo: “Amando a Galicia amaremos a Díos y seremos profundamente religiosos”; llegó a escribir estos versos:

Alá están os que venden

esta terra bendita e nola aldraxan;

aquí viven os fortes

que saben ir á loita pola Patria.

Ai fillos de Galicia!

erguédevos agora e rescatala;

que non é bo galego,

nin ten o corazón da nosa raza,

quen a súa nai ve presa

en miserable escravitude, e cala!.


Décadas después, en el Concilio Pastoral de Galicia, algunos obispos gallegos y un buen número de clérigos y laicos verdaderamente buenos y generosos, fueron manifestando de palabra y obra su apuesta por el gallego. El Concilio de Galicia escribió: “Este Concilio juzga necesaria la valoración e incluso la promoción, por parte de los educadores en la fe, de los elementos peculiares de la cultura gallega, especialmente de su lengua”.

Por su parte, algunos beneméritos obispos gallegos dijeron también palabras memorables. Don Miguel-Ángel Araujo, recién fallecido, escribió: “Ser gallego y no ejercer de gallego es una esquizofrenia mental y cordial. Y aún más, para un cristiano es un pecado contra el misterio de la encarnación” (Memoria de vida). Y Don José Diéguez, aun en ejercicio, dijo a los cristianos de la diócesis de Vigo: “Tenemos que colaborar para que los habitantes de esta nuestra tierra se sientan verdaderamente gozosos de utilizar el gallego en el ejercicio de la actividad pastoral, en sus relaciones personales y en su relación con Dios. Porque la lengua y la cultura propias son la mejor expresión para comunicarse, de verdad y de corazón, con Dios nuestro Padre” (Boletín del Obispado, enero-febrero1999).

Actualmente, a pesar de la reticencia al gallego de algunos jerarcas y muchos cristianos y cristianas que llenan las iglesias gallegas cada domingo, nosotros estamos convencidos de que “los peces vivos nadan siempre contra corriente”, como dice la sabiduría popular; son los peces muertos los que se dejan llevar por la corriente, y nosotros nos sentimos todavía muy vivos. Nos parece evidente el hecho de que el pueblo gallego, que tiene una lengua propia, debe no sólo conservarla y cuidarla como un tesoro, sino vivirla, difundirla; porque la lengua es siempre, privilegiadamente, la esencia de una cultura, no un puro apéndice utilitario.

En tal sentido, consideramos que para Galicia es más grave destruir la lengua gallega que derribar la bienquerida catedral de Santiago. Estamos convencidos de que Galicia sólo puede crecer realmente galleguisándose, defendiendo pacíficamente su lengua e identidad propia sin cerrarse al mundo. En este convencimiento, creemos que también la Iglesia Gallega debe hacer esta apuesta; si quiere ser realmente gallega y no un enclave colonial, creemos que es imprescindible que hable gallego, que proclame el Evangelio, que rece y celebre la fe en gallego. Desgraciadamente, aunque hoy hay menos reticencia en la Iglesia al uso del gallego, no hay una apuesta real por él.

En esta apuesta nos unimos gallegos cristianos y no cristianos; todos convencidos de que sólo así podremos ir consiguiendo una Galicia liberada, con una identidad propia, aunque plural. Creemos que la apuesta por Galicia, por el pueblo gallego y su lengua propia es la apuesta del Evangelio: el Reino de Dios; que no es soñar con el más allá, sino el amor comprometido con la tierra y con los hermanos y hermanas, empezando por nosotros mismos y por nuestro prójimo, el pueblo al que le debemos la vida, la palabra, la cultura... lo que somos.

La apuesta de algunas publicaciones, grupos y comunidades desperdigadas por nuestra Tierra, seguimos siendo la prueba de que, frente al imperialismo castellano uniformador de parte de la Iglesia en Galicia, hay una Iglesia gallega que existe y resiste. Y desde esa identidad nos unimos a otras iglesias nacionales en la península y por todo el mundo, con sus peculiaridades culturales y étnicas. Nos unimos también a los hermanos de otras confesiones cristianas, de otras religiones y a toda la gente que quiere otro mundo posible, más justo, más fraterno, más igualitario... porque este mundo es imposible tal como está, aunque cada día los agentes del neoliberalismo y las jerarquías religiosas nos quieran convencer que no hay alternativa, y luchen por acabar con nosotros y reintegrarnos a su corral.

Foro de Curas de Galicia
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