¿Recasados excomulgados?

Han causado revuelo las palabras del Papa Francisco al afirmar que los divorciados vueltos a casar no están excomulgados. En el imaginario cultural-religioso existe la persuasión de que estas personas están “fuera de la Iglesia”, y por tanto, no pueden tener ningún protagonismo como católicos. Tiene su base, claro está, en cierta praxis rigorista presente aún hoy día, en la que se le negaba el poder ser padrinos o leer la palabra en las celebraciones.

Sin embargo, el tema no es nuevo, y la pastoral general no ha sabido “meterle el diente” a este espinoso pero real problema. Lo incisivo en las palabras del Papa es el acento que pone, no sólo en la actitud de las personas afectadas, sino en el llamado que hace a “la institución”: de hecho, ciertas posturas se equiparan en la práctica a una “excomunión”, es decir, a una expulsión tácita o explícita en la vida de la Iglesia.

Se enmarca perfectamente este llamado de atención en la necesidad de activar “la conversión pastoral”, tema de Aparecida y de la exhortación “La alegría del Evangelio”, de partir de la realidad y preguntarse qué se está haciendo y qué se debe modificar en la atención a situaciones concretas, conflictivas, que llaman a la misericordia y a la creatividad. Todo bautizado, así su conducta moral sea reprobable o no cumpla con todo lo prescrito por las leyes canónicas, no está exento de cumplir con la condición de hijo de Dios; por el contrario, tiene razones de más para acentuar y poner en práctica sus convicciones de creyente.

El tema se ha reducido en muchos casos a la prohibición de que los divorciados vueltos a casar se acerquen a recibir el sacramento de la eucaristía. Desde allí no se debe partir, eso es el final de un proceso. Ya en el Sínodo sobre la familia en 1980 se asumió el tema y se dieron algunos pasos, todavía no asumidos plenamente. El estar divorciado y con mayor razón el estar separado no es pecado. El acceder a una nueva vinculación conyugal no lleva consigo el estar excomulgado, no supone una separación de la comunidad cristiana ni hay ningún impedimento para que formen parte activa de ella. El puritanismo es una tentación permanente que debe ser superado.

Es preciso crear una “teología” del fracaso, de la equivocación, de la fragilidad. El ideal humano-cristiano de la fidelidad ha de encarnarse en las condiciones concretas, históricas y biográficas, marcadas por la fragilidad de la condición humana. Y toda orientación pastoral ha de tener una finalidad salvífica y no de condenación. Es necesario tratar de comprender mejor la armonía entre justicia y misericordia, en palabras de Juan Pablo II a la Rota Romana (18-1-1990).

Superar la tensión existente entre dos extremos aparentemente irreconciliables: el extremo de la verdad y el extremo de la caridad, es la tarea a la que nos invita el Papa Francisco. Es un llamado a la conciencia eclesial, a la de los interesados, en el que hace falta paciencia, oración, reflexión y profundo sentido de la misericordia. El camino es espinoso pero hay que recorrerlo para bien de todos.

Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo, arzobispo de Mërida (Venezuela)
Volver arriba