Dominicos y jesuitas, siempre en su sitio

Es una gozada ver que hay cosas en la Iglesia que no cambian, que siguen en lo de siempre. En estos tiempos de involución y de capillismos descalificadores en los que cuesta que las diversas sensibilidades eclesiales convivan (sin odiarse), reconforta que dominicos y jesuitas sigan fieles a su ser y devenir. Fieles a sí mismos, a su carisma y, por ende, a la Iglesia.

Los dominicos acaban de elegir a su nuevo Maestro General. El 86 sucesor de Santo Domingo, Fray Bruno Cadoré, es un personaje poliédrico y con un recorrido vital especial. Nuestro "termómetro" dominico, Sor Lucía Caram, que pedía un continuador de la línea de Timothy Radcliffe, se muestra muy satisfecha con su elección. Y eso es una estupenda señal.

Fray Bruno es francés de origen argelino. Es decir, de extracción humilde y con raíces en el mundo de los pobres. Médico de profesión, antes de entrar en la Orden. Conoce, pues, el mundo real. Ha pisado tierra.

Tiene, además, experiencia de gobierno: Ha sido un provincial en Francia. Un provincial muy querido por sus frailes. Un provincial que se ha destaco por enviar a sus frailes a dialogar con la cultura. La orden en Francia goza de muy buena salud, gracias a Bruno Cadoré. Dicen que su gestión como provincial lo ha llevado a ser el sucesor de Santo Domingo.

En época de invernía vocacional, el noviciado de Francia cuenta con muchas vocaciones. Quizás porque Fray Bruno ha sabido conjugar lo contemplativo con lo misional (diálogo con la cultura) propia del carisma dominico.

Mucha suerte al nuevo Maestro General. Los dominicos siguen siendo una garantía en la Iglesia. Garantía de continuidad y de renovación. Un modelo a seguir. Lo tienen acreditado en su ya larga existencia.

Porque la Historia decanta, purifica y acrisola. De ahí que las nuevas realidades eclesiales puedan tener su sitio en la Iglesia. Pero sin acapararla. Y sin monopolios. Y tras pasar un largo período de purificación del tiempo. De lo contrario, pueden proporcionarnos sorpresas y escándalos como el de Los Legionarios de Cristo.

Y, por supuesto, el otro gran puntal eclesial, los jesuitas, también siguen en su especial frontera: con los pobres, con la cultura y en el diálogo con el mundo y con las demás religiones.

Y con detalles que hablan de su santa libertad. Y cuando uno de sus mejores profesores de Teología, José Arregui, se ve obligado a exclaustrarse de su orden franciscana que no puede aguantar las presiones de monseñor Munilla, Deusto, la universidad de los jesuitas, no lo deja en la estacada. Y le sigue manteniendo de profesor. No de Teología (para no tentar la suerte ni provocar a Munilla), pero sí de profesor. Todo un detalle solidario que quizás permita al "franciscano sin hábito" seguir siendo un teólogo crítico y libre.

José Manuel Vidal
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