El Papa de las marcas

El gorro brillante, prenda de invierno que sustituye al solideo blanco, era una de las preferidas por el «Papa Bueno» y asemeja mucho al que tradicionalmente representa a Papá Noel. El gusto del Papa por las prendas que utilizó Juan XXIII ya se puso de manifiesto el pasado 8 de diciembre, cuando se desplazó a la Plaza de España vestido con una muceta, una esclavina que cubre el pecho y la espalda, también roja y forrada de armiño.
Anteriormente, Benedicto XVI había aparecido en público con unas gafas de sol, con zapatos de diseño y con tres gorros diferentes: uno regalado por el cuerpo de bomberos, otro por el Ejército italiano y el tercero por la Guardia Civil Española, lo que le valió el apelativo de Benemérito XVI.
También durante sus vacaciones en el Valle de Aosta se cubrió la cabeza del frío y, antes de ser entronizado, era famoso el gusto del cardenal Joseph Ratzinger por los sombreros. En la Santa Sede se dice ahora, con humor navideño, que antes o despues alguien le ofrecera una boina del Chè Guevara. Y veremos que pasa entonces.
Cuando Juan XXIII lució por primera vez un «camauro», la prenda llevaba sesenta años en desuso, y algunos vaticanistas lo interpretaron como indicio de un pontificado conservador. Poco después, el Papa Bueno les sorprendió convocando un concilio, el Vaticano II, que rejuveneció a fondo la Iglesia católica.
Benedicto XVI desconcertó ayer a miles de peregrinos presentándose en la audiencia general con un «camauro». Algunos pensaron que era una broma de Santa Claus, pero enseguida corrió la voz de que era «el gorro de Juan XXIII». En realidad es una prenda del Renacimiento que aparece en cientos de retratos papales en la Pinacoteca Vaticana. El nombre viene del latín, «camaleucum», que adapta el griego «kamelaukion»: gorro de piel de camello, aunque es de terciopelo forrado de armiño.
Desde su primera misa en la plaza de San Pedro, Benedicto XVI lleva la estola como los papas del primer milenio y como los patriarcas ortodoxos. El 8 de diciembre acudió a la Plaza de España con una muceta de terciopelo y armiño que sólo se recordaba de antiguas fotografías. Ayer era una jornada de viento glacial, con una larga audiencia al aire libre. Y para el frío, nada como un «camauro».