El Alzheimer es hoy muy frecuente

Hemos de cuidar nuestra salud mental y física

El tema del Alzheimer nos trae a todos un poco de cabeza. Varios amigos míos resuelven a diario uno o dos crucigramas, convencidos de que se trata de un remedio maravilloso para prevenir esta enfermedad. Pienso que tienen razón. Todo cuanto sirva para ejercitar nuestro entendimiento y nuestra memoria es un buen antídoto.

 Tuve la oportunidad de escuchar una de las charlas que con frecuencia imparte el geriatra veterano Iñaki Artaza. Trabaja desde la década de los ochenta en la curación de enfermedades de la edad avanzada. Afirmaba que las demencias afectan cada vez más a personas mayores, y que el Alzheimer ocupa el cincuenta por ciento. Es alto el porcentaje de los aquejados por estos males: alrededor del seis por ciento de los mayores de sesenta y cinco años, y el treinta por ciento de los que sobrepasan los ochenta. Se nota de una manera especial por el trastorno de la memoria y del lenguaje cuando son muy pronunciados. He tenido la suerte, en los numerosos casos que voy conociendo, de constatar que casi todos eran personas muy serenas y con buen carácter. Todos ellos estaban acogidos por sus familiares con ternura y veneración.

 El cuidador de estos enfermos ha de procurar hablarles con frases sencillas. Así lo aconseja nuestro geriatra, doctor Artaza. Y hacerles preguntas que impliquen una contestación simple: sí o no.  Conviene vigilarles con paciencia: al ir perdiendo progresivamente la memoria, suelen olvidarse de cerrar el grifo, apagar la luz, dejan las llaves puestas en la cerradura y se desorientan con facilidad.

 En lo religioso viene bien recordarles el amor de Dios, el cuidado que el Señor tiene de sus criaturas. Rememorar canciones espirituales de su juventud y entonarlas con ellos. Esto, además de hacer revivir en sus almas el sentimiento religioso, afina sus espíritus en el amor a Dios y a la Virgen María.

 A veces estos enfermos se deprimen, no entienden lo que les pasa. Si los vemos en esta situación es preciso animarles con la esperanza, puesta sobre todo en Dios que les ha guiado durante toda su vida. 

 El cuidador ha de saber también vigilarse a sí mismo. Conviene relacionarse con personas sanas y acudir a las instituciones que afortunadamente abundan cada día más para ayudar a cuantos conviven con estos pacientes necesitados de nuestro mayor cariño.

Se habla mucho de medicinas muy eficaces para el futuro, pero no siempre llegan tan pronto como sería de desear. Dios nos ofrece a cada uno en su Providencia una misión que cumplir. Para muchos será la de cuidar a un familiar con cariño, constancia y entereza.

José María Lorenzo Amelibia 

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