Practicar la oración en serio, no a temporadas
Espiritualidad
| José María Lorenzo Amelibia
Practicar la oración en serio, no a temporadas
Orar con amor, atención y fe
Hemos comenzado a practicar la oración en serio. No la dejemos por nada. Yo no la dejaré. Todos los días de mi vida, aunque esté de viaje, he de buscar ratos para estar con Dios.
¿Por qué vamos a dejar la oración? Lo único que conseguimos es que los trabajos de la vida sean más duros sin oración; que nuestra actividad de cara al prójimo sea mucho menos eficaz.
Al fin y al cabo, con la ayuda del Señor es como ponemos en el disparadero de la conversión a aquella persona con que tratamos y sabemos alejada de Dios.
Si no nos duele en el alma ver a una persona relacionada con nosotros lejos de Dios, no practicamos bien la oración. Si no se nos ocurre otra cosa: pedirle continuamente al Señor por ella.
He leído muchas vidas de personas santas. En todas ellas he visto gran entrega a la oración y una gran fuerza en su acción y palabra para lograr de Dios la salvación del prójimo. Me doy cuenta que la mayor parte de los individuos buscamos sin cesar la propia satisfacción en todo. Llamamos a la cosa realizarnos, pasar un rato bueno, disfrutar. Tal vez en el sacrificio, en nuestro esfuerzo por los demás, sólo buscamos a Dios o al prójimo. Así lo creemos Y.… si nos analizamos por dentro... El sacerdocio, el apostolado, el matrimonio, la mortificación: ¡Cuánto tiene de propia satisfacción en muchas ocasiones! ¡Qué pocas veces busco a Dios sólo!
Por eso aceptar el dolor en cualquier forma, es un remedio eficaz para buscar a Dios, su gloria y prescindir de nuestro propio egoísmo. Vamos procurar tú y yo seguir con constancia la obra comenzada.
José María Lorenzo Amelibia
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