Superarnos… sin derrapar en la tibieza

Espiritualidad

Superarnos… sin derrapar en la tibieza

adm

 Fervor, entrega, superpación con la gracia de Dios

            Cuando salíamos del Seminario, nuestra convicción era profunda: sin una vida intensa de oración, nada podíamos conseguir.  Hasta entonces nos mantuvieron en un fanal. De repente nos vimos solos. Unos sucumbieron. Otros más valientes perseveran.  Pero un gran número de los que permanecen "fieles" se han convertido en "funcionarios" de las cosas de Dios. Lo que más odiábamos en aquellos tiempos pingües en la verdadera espiritualidad, hoy lo estamos experimentando en muchas ocasiones: un verdadero funcionariado en la casa del Señor.

            La vida, por desgracia a casi todos, nos ha ido enfriando aquel fervor primitivo. Pero ahora vamos a animarnos unos a otros, pues el tiempo es breve.

            La soledad aumenta con el paso de los años. La falta de amistad y compañerismo es evidente en grandes sectores del clero.  El cura necesita hablar de sí mismo y de sus problemas, pero no resulta fácil encontrar el interlocutor.

            Es necesario que aumente el número de sacerdotes fervientes; que sean santos o aspiren con seriedad a la perfección. Sacerdotes que animen, alienten, aconsejen, escuchen a sus compañeros. Lo venimos comprobando: muchas enfermedades mentales de depresión se curan simplemente con un amigo fiel que se interese y re-conduzca al amigo por la "via antiqua" de la oración y mortificación.

            El estudio, los cursillos de pastoral, de teología o liturgia, sin acompañarlos de grandes ratos de oración personal, llegan a secar el alma.

            Ya lo decía el P. Nieto cuando acudió a un simposio de teología espiritual: "Me admiro de que, a la hora de la exposición del Santísimo, se queden tantos charlando por los pasillos. ¿Cómo avanzar así en nuestra vida interior?"

            Tal vez el problema mayor de cuantos tenemos fe y hemos decidido seguir al Señor sea la tibieza. Una tibieza sutil. No se abandonan

la Misa ni las prácticas de piedad elementales, pero se hacen sin vida alguna.  Eucaristía medio distraídos; oficio divino corriendo; meditación sin preparación; comunión con acción de gracias relámpago.

Piensan muchos que su predicación (preparada someramente) les

sirve de lectura espiritual y las consideraciones que dirigen a otros constituyen su propia meditación.

            La oración apenas es personal, aparte de las breves jaculatorias.  Se sienten muchos incapaces de permanecer sentados media hora junto al Señor: para amarle, hablarle de amistad, mirarle, enamorarse de El...  y barrer suavemente distracciones, cuando es necesario.

            La oración se les hace dura desde antaño, desde que desaparecieron los primeros fervores: por eso la aborrecen en el fondo y prefieren unirse a Dios por medio de la acción. Este retrato es bastante frecuente dentro de nuestro clero "fiel".

            ¡Panorama desértico de muchas almas religiosas!

 José María Lorenzo Amelibia  

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José María Lorenzo Amelibia 

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