Vicente Ferrer, un hombre lleno de amor y misericordia, no reconocido.
Crítica Constructiva. Un santo que nunca será canonizado.
Creo que nuestra jerarquía de la Iglesia nunca reconocerá públicamente la categoría de Vicente Ferrer. Fue jesuita, se secularizó, continuó hasta su muerte a los 89 años en un trabajo ejemplar, en cierto sentido mayor que el de Santa Teresa de Calcuta.
Corría el año 1968. Vicente Ferrer emprendía una revolución silenciosa para salvar una región mísera de la India. Hace treinta años los geólogos le dieron medio siglo de vida a aquella zona; después sería un desierto. No contaba Vicente con muchas armas: una habitación prestada, una máquina de escribir y unos papeles. Hoy tiene el honor de ser premio Príncipe de Asturias y es candidato al Nobel de la Paz.
En ese mismo año 68 había sido expulsado de la India por quienes no compartían sus desvelos por los necesitados, y acababa de abandonar, sin rencor y sin arrepentirse de nada, la Compañía de Jesús.
"Consorcio para el Desarrollo Rural R.D.T." es el nombre de la fundación Vicente Ferrer. Su labor se extiende a novecientos pueblos sembrados en una extensión como Cataluña. Se trata de una población habitada por los famosos "parias" o intocables, condenados (aunque no oficialmente) a vivir siempre apartados del resto de los ciudadanos. En treinta años Ferrer ha logrado escolarizar a 65 mil niños; construir 2600 casas; cinco hospitales; 4000 pozos. La vida media de la población ha aumentado quince años. Es el Estado de la India con mayor número de minusválidos, unos diez mil. Problemas enormes tercermundistas se han solucionado, tales como el matrimonio de consanguíneos, la desatención en el embarazo, la mala nutrición, la falta de higiene y enfermedades endémicas que parecía imposible erradicar.
El trabajo de Vicente F. fue constante: frente a la amenaza de desierto, árboles. Los embalses y los pozos han permitido plantar frutales y hortalizas.
Sobrecoge de emoción el presenciar una entrevista al padre Ferrer (así le siguen llamando): habla y calla con sabiduría. Ni el infarto que sufrió, ni sus casi ochenta años, ni el cáncer de piel que padece doblegan su espíritu. "Cuando yo muera - dice - la herencia caminará sola de la mano de Ana (mi esposa) y de la de mi hijo Moncho.
¿Y de dónde saca la fuerza? Así responde: "Hacer el bien, la acción buena, constituye el 50% del sentido de la vida [...] Mi experiencia personal me ha llevado a la convicción intensa de que Dios es. Y es bueno. Da igual el nombre que le dé; lo importante es que ya no necesitas nada más para andar por el mundo".
Ana es su esposa. Vicente le ha contagiado sus ademanes tranquilos, su hablar pausado. Era una periodista inglesa que residía en Bombay. Va a entrevistar al protagonista con relación a la polémica de su expulsión de la India. Tenía ella ya billete para marchar a Australia. Pero allí se quedó. Ferrer considera esto como algo del todo de la providencia de Dios. Después, ya treinta años juntos, con tres hijos que han venido al mundo, con esta gran obra sobre los hombros. Ahí queda este testimonio de un secularizado.
(El teléfono para ayudar a la fundación V. Ferrer:902-222929
Me resulta chocante no haber escuchado a nuestra jerarquía públicamente una alabanza a este cristiano, sacerdote, casado, padre de familia y abuelo. Tal vez algún obispo lo haya alabado y puesto como ejemplo, pero yo no lo he oído.
José María Lorenzo Amelibia Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/
Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari Lorenzo Amelibia Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2